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Crónica:Paisajes electorales | SADA | Elecciones 27M
Crónica
Texto informativo con interpretación

Moncho es Mucho para la 'Marbella del Norte'

En este municipio de la ría de Betanzos parece dirimirse si la tierra gira o no, por un puñado de votos

Manuel Rivas

La bruma marina parece haber deshabitado momentáneamente la villa. Lo que se mueve, con lentitud gris, tiene una apariencia anfibia. Pero todos los postes, eléctricos o telefónicos, por carreteras y calles, están poblados de gente. De rostros que te miran fijamente. Hay siete candidaturas, encabezadas por seis hombres y una mujer, para intentar hacerse con el poder municipal en Sada. Hay encrucijadas donde las imágenes son verdadera multitud. Puede escucharse el rumor de los carteles. Unos más discretos, otros más directos, que te tutean, buscando la proximidad. Pero hay un rostro inconfundible y un lema jocoso: Moncho y Sada, ¡Qué pasada!

En Sada, municipio de la comarca de As Mariñas coruñesas, en la ría de Betanzos, con unos 13.000 habitantes (11.932 en el censo de 2002), puerto pesquero y deportivo, con 400 amarres, y tradicional lugar de veraneo, todo tiene estos días un valor simbólico. No sólo se libra una batalla histórica por el poder político municipal. El lenguaje. El urbanismo. La educación. La atención médica. La vida cultural. La limpieza de las arcas municipales. Los sueldos. El modelo clientelar. La programación de la radio municipal. La protección de espacios naturales. El futuro del transfuguismo. El consumo de puros habanos. La fiesta del mejillón. El estilo populista. La herencia del fraguismo. Los viajes oficiales a... ¡Nueva York! El destino del Pazo de Meirás. E incluso la supervivencia del PP de Galicia, como organización en el consistorio. Todo parece estar en juego, en vísperas de un dilema que trasciende el tópico bipolar de las dos españas, y que mantiene al pueblo en un estado de stand by, en suspensión levítica y estresada calma. Entre la bruma, uno tiene hoy la impresión de que lo que en realidad se va a dirimir en Sada, por la diferencia de un puñado de votos, es si la tierra gira o no.

Hubo un breve periodo en que Rodríguez Ares no fue alcalde. Pero retomó el trono municipal tras un oscuro pacto con un tránsfuga socialista

Unas risas y un balón perforan este atardecer de niebla y viernes. William Silva, de 31 años, en camiseta sisa, dirige la pachanga de hijos y sobrinos. Él ha llegado hace siete meses de Nicaragua para reunirse con su familia y trabaja en una hamburguesería. Le da un golpe preciso al balón. Y aclara al fisgón: "Tengo contrato y papeles". Lamento haber interrumpido las risas. Habían activado un flash-back del cronista: Sada como un hábitat ideal de la aventura adolescente. Los baños en las calas, la pesca de la anguila en las pozas barrosas de las antiguas tejeras, las balsas en las brañas y las barcas en la ría, el buceo entre sargazos y luminarias, las primeras discotecas de agitada penumbra underground. Un lugar de peregrinaje festivo para los jóvenes de la comarca hacia el Chivas, Grecor's o Saxo, como lo había sido para las generaciones anteriores el viaje de Coruña a Sada en el mítico tranvía Siboney, camino del baile en el music-hall de La Terraza o en la pista al aire libre del El Moderno.

¿La Terraza? La bruma marina parece haber deshabitado la pequeña ciudad, pero allí permanece, iluminada con memoria de luz de belle epoque, la maravilla modernista, milagrosamente intacta, del edificio más singular de Sada. Una sutil arquitectura de maderas nobles y vidrieras, que impugna con su sola presencia la fealdad del urbanismo impaciente, que se ha ido apropiando de la fachada marina. Un proceso de paradójico crecimiento corrosivo que ha borrado el colorido que hermanaba casas, barcos y ría. Violencia catastral que ha arrasado las armonías, las escalas, las composiciones. Juro que había casas en Sada que respondían al propósito estético de Mark Rothko: "Los cuadros deben ser como milagros". Las casas de la arquitectura mariñana también lo eran. Todo lo ha transformado el urbanismo monchista.

¿Moncho? ¿Monchismo? ¿Monchista? De repente, me siento rodeado por una extraña cuadrilla de derivados.

Me refugio en La Terraza. La Terraza todavía está viva. La transportaron a Sada en 1919 como un arca ya construida, pareja del Kiosko Afonso coruñés. La plantaron en el mejor lugar. En la ribera más céntrica. Bajan por los escalones notas de jazz. Cada quince días hay una jam-sesion. En verano vienen grupos de alemanes a bailar el tango, de la mano de Manuel Carabel, un nativo del vecino Bergondo que se ha hecho célebre como maestro del tango en los más remotos rincones de los países alpinos. Sada, por emigración, y por veraneo, siempre fue un sitio de mundo. Antonio Fariña, de 36 años, que hace las veces de manager de La Terraza, opina que Sada asiste desde años a "un lento hundimiento", al que no es ajeno el largo mandato monchista. "Aquí no se incentiva nada, sólo cosas rancias". La gente viene de veraneo porque es un lugar agradable, pese a todo, y en una ría preciosa. Pero Sada fue en épocas un lugar puntero, que ahora aburre a la gente. Al monchismo no le interesa la cultura.

En La Terraza está el oráculo de las elecciones. Una porra estadística en la que han participado cientos de personas, intentando no confundir deseos con previsiones. ¿Qué dice ese oráculo? "Moncho tendrá mayoría de votos, ha movido mucho la clientela, pero gobernará una coalición de izquierdas. Y esta vez no habrá vuelta atrás".

¿Moncho? A Moncho le gusta que le llamen así. Tiene su propia encuesta. Una macromoncha que le da miles de monchovotos. Ganará. "Y Sada progresará, frente a los que quieren frenarla". Su proyecto de hacer la Marbella del norte, con la gran urbanización Puerto Infanta, 469 viviendas en el entorno de la pequeña playa de Arnela, ha sido paralizado por el Tribunal Superior de Galicia. Pero él lleva años ensalmando la realidad con las nubes del inseparable habano y una sonrisa al bies. "¿Y qué opina Dositeo, con esa sonrisa de conejo?", preguntó el presidente Fraga a uno de sus conselleiros. "¡No tan de conejo, don Manuel, no tan de conejo!", respondió con valerosa retranca el subalterno.

Así es Moncho. Su histórico sonreír ublicuo. Non tan de conejo, no tan de conejo. Es más: Moncho es mucho. Ese es el lema que él mismo popularizó en anteriores campañas y que ahora circula por el universo en forma de www.monchoesmucho.es. Y hay que darle la razón. Alcalde de Sada, la perla de las Mariñas, desde las primeras elecciones democráticas, en 1979, es mucha la habilidad de Ramón Rodríguez Areas, Moncho, para mantenerse en el poder.

Hubo un breve período en que no lo fue. Alcalde. En los pasados comicios, en 2003, perdió la mayoría absoluta. Cuando retomó el trono municipal, después de un oscuro pacto con un tránsfuga socialista, que puso al pueblo al borde de la sublevación, ya no pudo asomarse a la Avenida del Generalísimo. En Sada se había producido una revolución simbólica. Las calles habían cambiado de nombre. Ahora se llamaba Avenida de la Marina.

Y es que entre Moncho y el Generalísimo hay una historia de cierta intimidad. Una intra-historia. Hubo un día incluso en que Moncho se puso la gorra de marinero de Franco en la cabeza, cuando acudió al Pazo de Meirás tras producirse el extraño robo de 1982. Moncho, que acudió diligente como alcalde, se calzó la gorra de su Excelencia y tuvo en sus manos el trozo de piedra lunar que los astronautas americanos regalaron a Franco. Ahí, en ese gesto, radica quizás la diferencia entre un franquista clásico y Moncho. Él no se guía por los espectros. No es un supersticioso del poder. O lo tienes, o no lo tienes. Por eso, Fraga tampoco pudo con él al final, cuando al parecer le ordenó suspender la operación de reconquista del poder con el fichaje del tránsfuga. Moncho demostró que su adhesión era incondicional según en qué condiciones. Él aprendió mucho de Fraga. No del Fraga doctrinario, sino del populista. Con él comprendió que un buen disparo en el tiro al plato equivale a mil palabras. Y que un mitin con banquete refuerza notablemente el carisma del orador, mejor si abrevia a los postres con dos mandamientos: Somos los mejores y el marco es incomparable.

Rodríguez Ares asimiló rápidamente ese tipo de saberes. Fue uno de los más acabados discípulos de la escuela populista de Fraga, que durante décadas sedujo a buena parte del electorado gallego. Fue un clon de don Manuel. En alguna de las célebres expediciones americanas, vestidos de guayabera, llegaron a confundirlos. El Patrón lo hizo senador. El alcalde de Sada le ofrecía cada verano un baño de masas. Pero Moncho, con el saber de botica, oyó antes que muchos el silencioso ruido del glaciar al quebrarse. Cuando notó que el poder de Fraga se tambaleaba, decidió que había llegado el momento de crear un novo icono. Fue entonces cuando lo encontró mirándose al espejo. Nació Moncho es Mucho.

Hay que decir que Moncho es Mucho estaba predestinado a un cierto caudillismo. Trabajaba desde muy joven de mancebo de botica en Sada. Un día se recibió una llamada providencial en la farmacia. Alguien tenía una jaqueca en el pazo de Meirás. Moncho se subió a la moto y salió a toda velocidad con las aspirinas. El motorista analgésico acabaría siendo una presencia apreciada en el pazo. En 1979, el mancebo era ya un hombre popular. Fraga se fijó en él como candidato a la alcaldía y la ganó por mayoría absoluta. Y en el 83. Y en el 87. Y en 91. Y en el 95. Y en el 99. La moto se pinchó en el 2003. Antes, una joven concejal de su partido, Elena Ramallo, había denunciado anomalías en el ayuntamiento, fue defenestrada y ella tuvo el valor inaudito de montar la Unión Reformista de Sada. Rodríguez Ares había perdido la mayoría absoluta, pero llegó a la conclusión de que no había sido su culpa, sino una equivocación de la realidad. Tras las elecciones, en el gobierno municipal se situó una coalición progresista, encabezada por un joven profesor de instituto, Abel López Pose, del BNG, y apoyada por socialistas y reformistas. No era una broma. En pocos meses, los herederos de Manuel Crisanto (un maestro, ya fallecido, alma mater de la izquierda sadense) pusieron en marcha un proceso de saneamiento de cuentas, control urbanístico, renacimiento cultural y retiraron la nomenclatura fascista. Se rescató del olvido al último alcalde republicano de Sada, el señor Pita, fusilado en 1936.

Moncho es Mucho inició una conspiración contra la realidad. Y triunfó. El 19 de enero del 2004, tras una moción de censura, volvió a ocupar la alcaldía. Una de sus primeras medidas fue triplicarse el sueldo. El thriller de Sada tuvo como principal protagonista a un concejal del PSOE, Santamaría, que ahora figura en la lista de Ares. El nuevo candidato socialista a la alcaldía, Eduardo Diaz Bustamante, de 55 años, directivo de una empresa informática, decidió salir de las filas del desencanto e incorporarse a la política el día en que Sada vivió "aquella suma de traición y corrupción". Durante meses, cada domingo, cientos de ciudadanos se manifestaron en Sada ante lo que consideraron el secuestro de la voluntad popular.

Las perseverantes manifestaciones de la Plataforma Democrática no ablandaron a Moncho es Mucho. Se preveía su reingreso en el PP. Pero Ares tenía otra estrategia en la cabeza. Un populismo desacomplejado, inescrupuloso, sin los corsés de la derecha convencional. Lo que Jean Baudrillard llamaría "el Partido Egoísta". El programa podría resumirse así: "Al mundo lo hizo Dios, a Holanda, los holandeses, y a Sada, Moncho es Mucho".

Nunca se ha visto en un candidato en Galicia semejante juego de corbatas y camisas, con combinaciones cromáticas que pueden contribuir gravemente al calentamiento global. A su lado, el candidato del PP, el otrora poderoso conselleiro de Fraga Hernández Cochón, tiene un aire de Mr. Bean en campaña. En Moncho se nota la impronta estilística de sus frecuentes viajes trasatlánticos. En Sada se celebra el Día de Acción de Gracias, por el gran número de emigrantes jubilados retornados de Estados Unidos. Y el alcalde visita cada año la colonia.

El nuevo partido de Moncho, el Partido Demócrata Sada Popular, con su Monchocaravana, su web, su reparto de miles de juegos de trivial, su lenguaje procaz con pancartas que llaman "Sin-vergüenzas" a los adversarios y arremeten contra los "xuntazos" de la Xunta, cual secesionistas confederales, parece moverse entre las ruinas histriónicas del pasado y la avanzadilla de la macdonalización política de Europa.

En Sada se escenifica la mutación geológica de la política gallega. En la lista del Partido Socialista de Galicia sólo se mantiene un veterano, el pirotécnico Rocha, que ha iluminado con fuegos artificiales las fiestas de media Galicia. El núcleo más activo lo forman mujeres universitarias. "Está vez no habrá secuestro del partido", dice Eduardo Diaz.

En cuanto a Abel López Posse, al día siguiente de la moción de censura volvió a su puesto de profesor. Ha estado preparándose a fondo para la batalla definitiva con Moncho es Mucho. La candidatura parece elaborada para una operación de Salvamento y Socorrismo: docentes, doctores, enfermeras, y técnicos de urbanismo. La última de la lista del Bloque Nacionalista Galego es la librera Bárbara Medal, de 33 años. Dice que los libros que más se venden son los de literatura infantil. Los niños ya prefieren entrar solos a comprarlos.

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