Izquierda Unida se asfixia por ley
El sistema electoral convierte en inútiles la mayoría de sus 963.000 votos
"Me llaman el diputado chino", confesaba el coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, el viernes con un humor tirando a negro.
-¿Por qué?
-"Pues porque hace falta una multitud para que mi candidatura salga", explicaba.
Es cierto. IU obtuvo el pasado domingo casi un millón de votos (963.040 para ser exactos). Pero sólo dos diputados. De ahí que se pueda establecer, tras una simple división entre dos, lo que le cuesta cada parlamentario: 481.520 votos. En el otro extremo de la ecuación está el PNV. Con 303.246 votos obtiene seis escaños. Esto es: a un precio de 50.541 votos por escaño. Al PSOE le cuesta cada escaño 65.470 papeletas. Los dirigentes de IU tuercen la boca de frustración al contemplar esta cuenta.
Hay otra manera aún más descarnada -y más justa- de presentar estos datos: los dos diputados conseguidos por IU se lograron en Madrid y en Barcelona, donde votaron a este partido 163.000 y 153.000 personas, respectivamente. ¿Qué ha pasado con el resto? ¿Dónde han ido a parar los votos de las 645.000 personas que apoyaron a esta formación fuera de las provincias de Madrid y Barcelona y que suponen el 66% de los votos de la coalición?
A ningún sitio. Se han perdido. Todo este ejército votante podía haberse quedado en su casa, o votar en blanco, o con votos nulos. El resultado habría sido el mismo: IU habría obtenido dos diputados. Es una consecuencia del sistema electoral.
"Cuando los dirigentes de UCD idearon la Ley Electoral, en plena Transición, en 1977, dada la especial situación del país, pensaron en la multitud de partidos, grupos, grupúsculos y formaciones que se presentaban, en la famosa sopa de letras. Decidieron que esto no debería traducirse en una atomización de un Parlamento que resultara ingobernable; para eso había que primar a los partidos mayoritarios. También se pensó en ayudar a los nacionalistas a fin de que estuvieran representados en Madrid", explica Pedro Antonio Ríos, coordinador del grupo parlamentario de IU la legislatura pasada.
Se estableció como circunscripción la provincia. Y se aplicó la Ley D'Hondt para repartir los escaños. A grandes rasgos, esto acarrea que las formaciones que concentran sus votos en determinados territorios (nacionalistas) tienen más posibilidades de obtener escaños. Y condena al fracaso a quien, a pesar de contar con mayor número de votantes, éstos viven dispersos por el territorio español.
El resultado es una inmensa montaña de votos perdidos compuesto por pequeños (o grandes) montones de papeletas inservibles: 40.000 de Cádiz, 49.000 de Asturias, 38.000 de Málaga, 4.000 en Guadalajara... Un ejército de votantes que se van quedando por el camino, a los que Llamazares ha bautizado como "heroicos" por su decisión, militancia y por no desanimarse a pesar de estrellarse contra el muro de la Ley Electoral.
"¿Cómo se lo explicas a esta gente? ¿Cómo lo justificas desde el punto de vista democrático?", se pregunta Pedro Chaves, miembro de IU, profesor de Política de la Universidad Carlos III. Felipe Alcaraz, presidente ejecutivo del PCE y cabeza del sector más crítico con Llamazares en IU, califica la Ley Electoral de "fraude" y a su resultado de "amputación clara de la democracia". "Otra cosa es lo que hayamos hecho nosotros mal en el Congreso, que sí lo hemos hecho, pero que la ley equivale a una mutilación es algo evidente y previo", añade.
Ángel Pérez, portavoz de IU en el Ayuntamiento de Madrid alerta contra un bipartidismo "injusto y que no es representativo". "El PSOE, que es un partido nacional, deberá buscar siempre aliados en partidos nacionalistas, y eso resulta anómalo".
De los Ríos, añade: "Más allá de la certidumbre de que la Ley Electoral es injusta, hay algo que los dos partidos principales, PSOE y PP, deberían saber: no es bueno que los votos de un millón de personas que se han movilizado no sirvan para representarlas. Se las deja en la calle. Bien. Cuando esta gente tenga un problema, y llegarán los problemas, irá a la calle a encontrar la respuesta. Porque si el sistema no les proporciona un canal, cargarán contra el sistema".
Rodando hacia el abismo
La formación política de Izquierda Unida rueda a velocidad creciente cuesta abajo hacia el abismo. Porque pasar de cinco diputados a dos no sólo dificulta el presente, sino que hipoteca el futuro.
Para empezar, deja de ser grupo parlamentario y se integra en el Grupo Mixto. La primera consecuencia repercute en el bolsillo: a menos diputados, menos aportaciones estatales y menos ingresos. Los responsables de finanzas aún estudian el tamaño del descalabro, pero ya anuncian la primera factura: el Estado se hace cargo del coste del envío por correo de las papeletas electorales "siempre que se consiga conformar un grupo parlamentario", según recuerda Juan Francisco Mendi, responsable de Imagen Electoral y miembro de la dirección permanente de IU. "Y el coste de esto puede llegar a cuatro millones", añade.
Menos dinero significa a su vez menos medios, lo que se traducirá en menos iniciativas. También tendrán menos presencia: subsumido en el Grupo Mixto, Gaspar Llamazares preguntará a Zapatero "una vez cada dos años", se lamenta Mendi.
Inés Sabanés, portavoz de IU en la Asamblea de Madrid, se quejaba de la monopolización bipartidista "del pre debate, del debate, del debate del debate, del segundo debate, etcétera".
Pues bien: en las próximas elecciones, IU no podrá, ni siquiera, asistir al debate a siete celebrado en las actuales porque carecerá de grupo. Es decir: no la votaron porque no la vieron, y no la verán porque no la votaron. Cada vez más arrinconada, se situará al borde mismo de la extinción. "Por eso será prioritario cambiar la ley y arbitrar un sistema para que ese millón de votos tenga representatividad", concluye Llamazares.
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