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Columna
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Ibarretxe y otros obstáculos

Antonio Elorza

A veces es necesario que un hombre muera por un pueblo, escribió el poeta catalán Salvador Espriu en La pell de brau (La piel de toro), pero nunca un pueblo debe morir por un hombre. Sin llegar a ese nivel de dramatismo, la advertencia resulta aplicable al papel que desempeña el lehendakari Ibarretxe en la crisis vasca. Tras verse doblegada ETA por los golpes policiales, únicamente su disparatada iniciativa puede conseguir que el problema se eternice. Las recientes detenciones prueban que la eliminación de ETA va por buen camino y que la insistencia del Gobierno vasco en la vía de un supuesto diálogo, la supresión de la Ley de Partidos y la condena de la vía policial puede sólo entenderse en función del papel que ETA desempeña en la hoja de ruta del tozudo presidente vasco. Las declaraciones políticas pueden intentar una modificación de la realidad, pero no su total tergiversación, con lo cual el tripartito incurre en una culpable actitud de cobertura cómplice a favor de la agónica banda terrorista.

El tripartito incurre en una culpable actitud de cobertura cómplice a favor de la agónica banda terrorista

La insistencia de Ibarretxe en reanudar la marcha anticonstitucional hacia la autodeterminación (léase independencia: en otro caso, ¿para qué?) tiene como única base su obsesión por la soberanía vasca y como única coartada la vaporosa adhesión popular al "derecho de decidir". Sin que olvidemos el mensaje fundamental, núcleo de la soñada consulta: ETA quiere la independencia, como nosotros, y si no le damos la razón, seguirá matando (a los otros). Hagámosle caso, propone Ibarretxe, en nombre de la comunidad de intereses abertzales: vamos hacia un referéndum que controlado por nosotros y con ese premio, "la paz", puede ser ganado. De momento la defensa del orden constitucional, a cargo del PSOE, parte con ventaja, pero quién sabe qué sucedería si ETA es capaz de sembrar el terror, mientras nosotros, los nacionalistas "democráticos" clamamos contra el bloqueo a la "democrática" consulta.

Para desgracia de Ibarretxe, ese papel encubierto y central de ETA es lo que está fallando, por culpa de las detenciones. Sin grandes atentados, y más aún, con los comandos etarras desarticulados, la trampa del lehendakari queda inutilizada. ¿Para qué negociar con unos criminales políticos reducidos a la impotencia?

El último Euskobarómetro, con datos de mayo, desvela hasta qué punto la utopía secesionista de Ibarretxe se aparta de las preferencias políticas de los vascos. Sólo un cuarto de la población opta por la independencia, con lo cual carece de sentido democrático forzar su consecución según la hoja de ruta. Dos tercios se sienten vascos y españoles, y la mayoría está conforme con el Estatuto y la Constitución. Su preferencia política sería un acuerdo entre PSE y PNV y sigue vigente la inseguridad ante la presión de los violentos, e incluso ante una independencia que forzaría a muchos vascos a emigrar. De ahí el voto en las recientes elecciones, con el PSOE vasquista muy por encima del tripartito. ¿Qué tiene que ver con esto la iniciativa de seguir adelante a toda costa, planteando un enfrentamiento abierto con el orden constitucional? La única baza de Ibarretxe consiste en que, a pesar de todo, su figura sigue siendo bien apreciada por los electores. Poca cosa. La posibilidad de éxito de su aventura residía en que ETA, dispuesta a ajustar sus treguas implícitas y los atentados reactivos al curso de la propuesta ante el Gobierno, tuviera recursos suficientes para intimidar con atentados a la opinión pública española. Sin duda iban a intentarlo en grande cuando el Constitucional prohibiera la consulta. Ibarretxe, a la espera. ¿Y ahora?

La cerrazón sabiniana de Ibarretxe lleva al PNV a un callejón sin salida. Y crea problemas a todos. Ahora bien, con otros rasgos, la intransigencia no es exclusiva de Euskadi. La violencia de la respuesta catalanista al manifiesto de Savater anuncia días difíciles para ese otro ámbito de convivencia. No ha existido debate sobre el manifiesto, sino bombardeo de saturación, desde la diatriba chocarrera de Gonzalo Pontón, en la línea del Jaume el Conqueridor de Serafí Pitarra, pero sin la gracia del álbum de La Trinca, a la erudita del conseller Maragall, entre la cita orteguiana y la socorrida invocación del antepasado (¡Escolta Espanya!). Sin responder a las preguntas de qué catástrofes sobrevendrían si los castellanohablantes pudieran escolarizarse allí en español (más la enseñanza del catalán), recibir las tres horas de castellano en otro caso y no recibir multas por rotular en el idioma oficial de España. Desde un catalanismo alicorto más vale confundir al lector, traicionando en su intransigencia el lema que el gran Espriu propusiera en mi estimada lengua catalana: "Diversos són els homes i diverses les paraules, i han convingut molts noms a un sol amor" ["Diversos son los hombres y diversas las palabras y han confluido muchos nombres en un solo amor"].

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