Ganancias que tributan todas al 18%
Si el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decide finalmente modificar la fiscalidad de las rentas del capital, estará dando marcha atrás a una reforma fiscal que aprobó el mismo Ejecutivo en 2006 y que entró en vigor en el Impuesto sobre la Renta de 2007. En esa reforma, se adoptó el llamado modelo dual: las rentas de trabajo tributan por un lado, y las del capital, por otro, cada una con diferentes tipos impositivos.
Pero, ¿qué son las rentas de capital? En resumen, todas aquellas que no provienen del trabajo, del salario. Es decir, intereses bancarios, dividendos, ganancias por ventas de acciones o fondos de inversión, plusvalías por compraventa de casas y otros bienes, seguros de vida, etcétera.
Antes de la reforma de 2007, todas estas ganancias tributaban en el IRPF a tipos distintos según fuera su origen y el plazo en el que se habían conseguido. Tras la reforma se unificó la tributación en un tipo único del 18%, independientemente de si provenían, por ejemplo, del cobro de intereses de una cuenta bancaria o de jugar a Bolsa.
Así, en la declaración del IRPF, las rentas de capital tienen su propia base imponible, denominada del ahorro, gravada con el citado tipo único del 18%. Las del trabajo, integradas por salarios y pensiones, tienen otra base imponible, denominada general, sometida a una tarifa progresiva de cinco tramos que va desde cero (exento) hasta el 43%.
Una de las principales críticas a este sistema es que las rentas del trabajo pueden soportar mayor carga fiscal que las del capital. Un ejemplo, alguien que tenga un sueldo de 60.000 euros al año pagará más a Hacienda que si esos 60.000 euros los obtiene exclusivamente especulando en Bolsa.
El Gobierno tiene ahora varias posibilidades para elevar la fiscalidad de las rentas del capital. La más sencilla es subir el tipo impositivo desde el 18% a otro superior. Otra más complicada es volver a discriminar cada uno de los productos de ahorro aplicándoles tipos diferentes. Por ejemplo, gravando más las plusvalías que provengan de un fondo de inversión que si lo hacen de la venta de un piso.
También pueden aplicarse tipos diferentes, según el plazo en el que se haya realizado la ganancia, como se hacía antes de la reforma de 2006. Así, pagaban más las plusvalías obtenidas por la venta de acciones que se habían generado en un plazo menor a un año que las que provenían de títulos con más antigüedad.
El alza de la carga fiscal de las rentas del capital no tiene por qué afectar a los más ricos. De hecho, las grandes fortunas canalizan sus inversiones a través de las Sociedades de Inversión de Capital Variable (Sicav), sociedades anónimas que gozan de enormes ventajas fiscales como la de tributar al 1% en el Impuesto de Sociedades. Para constituir una Sicav se necesita un capital mínimo de 2,4 millones de euros. El Ejecutivo no ha sugerido en ningún momento que vaya a cambiar el régimen fiscal de las sicav, pese a que hayan sido consideradas vías legales de evasión de impuestos para los más adinerados.
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