"¿Adónde nos habéis traído?"
Los 25 náufragos de Libia se despidieron entre lágrimas del barco español que los rescató al ver que regresaban a África
"Si fuera por mí, no les habría dejado en Libia", aseguraba ayer el patrón del Nuestra Madre de Loreto, José Luis Sestayo, desde el teléfono de a bordo y ya rumbo al lugar donde hace cuatro días dejaron los aparejos de pesca para hacer hueco en su barco a los 26 inmigrantes, uno de ellos muerto, que habían rescatado a 90 millas de Libia. Mientras la tripulación dormía, Sestayo recordaba el momento de la despedida: "Te quedas con remordimientos. La despedida fue muy dura. Nos miraban como pensando: '¿Adónde nos habéis traído?' Habían pasado la tarde en cubierta, charlando de fútbol por señas con los marineros, riéndose, hasta que empezó a hacer frío y los mandé a todos a la cubierta de abajo para que se abrigaran. Cuando llegamos a Trípoli iban todos dormidos".
"Si fuera por mí, no les hubiese dejado en Libia", lamenta el patrón del barco
Todos menos uno, el único que sabía lo que le esperaba. "Cuando me llamaron hacia las tres de la tarde del viernes para decirme que ya teníamos permiso para atracar en Trípoli, puse el motor en marcha y noté que uno de los náufragos, el que sabía inglés, se había dado cuenta de que estábamos navegando hacia el sur. Al rato vino uno de los marineros y me dijo que estaba llorando", explica Sestayo. "Se le notaba que había estudiado. Yo creo que medicina porque nos dijo cómo teníamos que cubrir el cadáver, taponando los orificios... A un inmigrante le curó un dedo roto y a otro que le dio un calambre, lo tiró al suelo, hizo una maniobra y se le pasó enseguida", recuerda Sestayo.
Llegaron al puerto de Trípoli hacia las tres de la madrugada. Según relata el patrón del barco, las autoridades libias metieron a los náufragos en tres o cuatro coches y se los llevaron. Algunos intentaron resistirse. "Una vez allí sabían lo que les esperaba. Tienes que hacer lo que te mandan, pero me hubiese gustado llevarles a otro sitio. En Libia no les gustan demasiado los inmigrantes. Desde el primer momento supe que íbamos a tener problemas", explica. Pese a todo, ya en el puerto de Trípoli, un miembro de las autoridades libias se dirigió a Sestayo para decirle que había hecho lo correcto: "Si vuelves a encontrarte en la misma situación, no los dejes, cógelos siempre", dice que le dijo.
"Han hecho lo que tenían que hacer y se van con esa sensación. Saben que si no les hubiesen rescatado, podrían haber muerto", explicaba ayer José Manuel Pascual, encargado de asuntos políticos de la embajada española en Trípoli, que ayer, antes de que zarparan para retomar la pesca de quisquillas, acompañó a uno de los marineros al hospital para que le trataran de lumbago y a los marineros a comprar provisiones.
Ni en la embajada española en Trípoli ni en el Ministerio de Asuntos Exteriores español aclararon el destino que les espera a los 25 náufragos. "Cada país tiene sus protocolos. Ahora están bajo custodia de las autoridades libias y lo más probable es que, tras interrogarles para averiguar de dónde son, los devuelvan a sus países de origen. Ya es un tema de política interna de Libia. España no interviene más en este caso", explicó ayer a este periódico un portavoz de Exteriores.
Según pudo averiguar la tripulación por señas y gracias al inglés que sabía uno de los náufragos, los inmigrantes habían salido de Nigeria, Malí, Sierra Leona y Camerún. Tienen entre 18 y 25 años. El que murió ahogado era de los más jóvenes.
Sestayo insistía ayer en que cualquiera en su lugar hubiese hecho lo mismo. "A lo mejor, de palabra, hay quien te dice que no los hubiese recogido, pero cuando ves delante de ti a 30 seres humanos en una patera a la deriva y sin motor, no se te pasa por la cabeza hacer otra cosa que salvarlos. En el mar, por lo menos, es una obligación".
José Durá, el armador del Nuestra Madre de Loreto, dueño y patrón también del Francisco y Catalina, el barco que en julio del año pasado rescató en aguas de Malta a otros 51 inmigrantes, respiraba ayer tranquilo en Santa Pola y minimizaba las pérdidas económicas, informa Rebeca Llorente. "Hemos ayudado a la gente y esto te compensa. He hablado con la tripulación de Nuestra Madre de Loreto y me han dicho que seguirán faenando durante 20 días. También me han comentado la lógica decepción y tristeza de los náufragos al comprobar que el barco volvía a África y no a un puerto europeo como ellos soñaban".
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