Abogado de víctimas acosa a policía
El juez amonesta al letrado de la AVT por no buscar la verdad en su feroz interrogatorio a un testigo
Hay paisajes muy reveladores a los que sólo se puede acceder por carreteras secundarias. Ayer, el periodista llega al juicio algo tarde y un poco despistado. Un hombre de pelo canoso está sentado de espaldas al público, en la misma silla que días antes han ido ocupando sucesivamente los supuestos autores de la matanza. Uno de los abogados de la acusación particular, en concreto el que representa a la AVT de Francisco José Alcaraz, le está dirigiendo preguntas muy duras, en un tono desabrido, violento a veces, acompañado de gestos que denotan muy poca consideración con el declarante. El periodista ocupa su lugar y le pregunta a un colega el nombre del atribulado individuo de pelo gris, deduciendo por la escena que debe de tratarse de un delincuente de la peor calaña.
-¡Qué va! Es un policía. Se llama Sánchez Manzano. Era el jefe de los Tedax (expertos en desactivación de explosivos) la mañana de la matanza...
El abogado continúa con su zafarrancho, pero una vez perdido el estado de inocencia mental transitoria provocado por la impuntualidad y el despiste, todo encaja. Incluso demasiado bien. No es la primera vez desde que empezó el juicio que uno de los abogados de la acusación se desentiende de su legítimo fin -buscar la condena de los que se sientan en la habitación de cristal blindado- para aplicar fuelle a las brasas de la conspiración. De hecho, el pasado lunes 5 de marzo, el juez Gómez Bermúdez reconvino muy duramente a uno de los abogados suscritos a esa teoría, José María de Pablo Hermida, y le dijo que, según la ley, o buscaba con sus preguntas la condena de los acusados o tendría que retirarse del juicio. Ayer, durante un rato que pareció una eternidad, Gómez Bermúdez permitió que el abogado de la AVT, Emilio Murcia, arremetiera sin piedad contra el policía. Visto desde detrás de la culpa y el cristal blindado, el espectáculo tuvo que ser alucinante: el señor abogado de la acusación olvidándose de ellos y emprendiéndola a mandobles con un jefe de la madera. Ni Rafá Zouhier llegó a flipar tanto en sus confesadas noches de pastillas y desenfreno.
Pero todo tiene un límite, y Murcia se pasó tanto que Gómez Bermúdez tiró del artículo 683 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y le paró los pies. Le dijo que lo hacía porque era su deber "impedir las discusiones impertinentes que no conduzcan al esclarecimiento de la verdad". No debe ser demasiado agradable para un abogado -sea cual sea la transparencia de sus intereses- que el presidente del tribunal lo amoneste así en un juicio que además está siendo televisado. Así que Murcia pidió tiempo muerto como en el baloncesto. Durante ese descanso, todo el que quiso pudo ver cómo otro de los abogados del frente conspirativo, José Luis Abascal, se reunía con los representantes de un grupo de la ultraderecha para perfilar el interrogatorio del policía. Sus preguntas tampoco suelen ir enfocadas a exculpar a Jamal Zougam -el dueño del locutorio de Lavapiés a quien en teoría defiende-, sino a pretender demostrar que una mano negra ya empezó a actuar a las ocho de la mañana del 11 de marzo con el fin de exculpar a ETA, que como todo el mundo sabe fue la verdadera autora de la matanza.
Para estos abogados, el inspector jefe Sánchez Manzano siempre ha sido una perita en dulce. Y aunque en aquel tiempo ostentase la jefatura de los Tedax, ni sus conocimientos de explosivos ni su verbo eran ni son su fuerte. Así que por las rendijas de sus imprecisiones se han ido colando durante estos tres años los ratones negros de la conspiración. Hay uno que se ha hecho grande y gordo y que ya parece un gato: la idea de que aquella mala gestión policial -la que no supo ver la amenaza terrorista, la que tal vez no fuese demasiado cuidadosa en la custodia de las pruebas- hay que ponerla en el debe del PSOE, cuando era el PP de Acebes y Rajoy -los últimos ministros del Interior- quienes llevaban ocho años mandando antes del atentado y hasta un mes después.
La sesión de la mañana termina con Sánchez Manzano y su verbo atropellado de policía de salón. Por la tarde, llegaron al juicio los policías que aquella mañana escucharon por la radio la noticia de las explosiones y se fueron sin formularios para Atocha o para El Pozo, se olvidaron de los cuarenta mil duros mal contados de sueldo y se fajaron a pelo con las bombas porque sus perros adiestrados, confundidos con los olores cruzados de la dinamita y de la muerte, no les servían ya. Fueron ellos, con sus acentos de Cádiz y de Vallecas, los que les terminaron dando una lección de experiencia y de sentido común a los letrados maledicentes y a los jefes que no están a la altura. Por eso, en medio de tanta sospecha negra, uno de los abogados acusadores, José María Fuster, consiguió llevar un punto de emoción a la sala cuando dijo algo muy sencillo, muy cabal, muy obvio:
-Señor agente, en nombre de las víctimas que yo represento, muchas gracias por su trabajo de aquella mañana.
EL TESTIMONIO DE LOS TEDAX
El explosivo de los trenes no era el usado habitualmente por ETA
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La teoría conspirativa logra enfrentar a las víctimas
La inauguración de un monumento en Santa Eugenia enfrentó ayer a las víctimas que cuestionan la investigación judicial con las que apoyan a jueces y policías.
Una inspección sin resultados en El Pozo
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LA VISTA AL DÍA
El lunes declarará el agente que desactivó la bomba de Vallecas
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