Un viaje por las utopías
Acaba de aparecer una nueva edición en castellano, preparada por Francisco Serra, del segundo de los tres volúmenes de El principio esperanza, obra mayor del filósofo alemán Ernst Bloch (1885-1977), que ha sido definida como "enciclopedia de las utopías". Este volumen es la mejor prueba de lo certero de esta definición, ya que en él el filósofo de la esperanza hace uno de los recorridos más completos y fascinantes por la historia de las utopías y del pensamiento utópico en sus distintas etapas: antigüedad griega (Solón, Diógenes, Aristipo, Platón, Yambulo, Zenón), Biblia hebrea (Moisés, los profetas) y Biblia cristiana (Jesús de Nazaret), la Edad Media (Agustín de Hipona, Joaquín de Fiore), Edad Moderna (Tomás Moro, Campanella, utopías sociales de Fourier, Owen, Cabet, utopía anarquista de Prodhon, Stirner, Bakunin).
EL PRINCIPIO ESPERANZA II
Ernst Bloch
Traducción de Felipe González Vicens
Edición de Francisco Serra
Trotta. Madrid, 2006
536 páginas. 29 euros
La reflexión de Bloch se detiene con todo lujo de detalles y con una originalidad difícilmente superable en las diferentes manifestaciones de la utopía: jurídicas a través del derecho natural, "pariente próximo de las utopías"; socialismo utópico, en el que predomina el carácter abstracto y la falta de análisis de la realidad; movimiento feminista; novelas del futuro y utopías totales; técnicas, cuyo principal referente es la Nova Atlanta, de Bacon; utopías arquitectónicas, con sus edificaciones que reproducen un mundo mejor; utopías geográficas, cuya peculiaridad es inventar y descubrir; pictóricas, con paisajes desiderativos; literarias, con imágenes del cielo; deportivas, en cuanto el deporte está animado de esperanza; médicas, con su lucha por la salud.
¿Dónde sitúa Bloch el marxismo dentro de esta larga historia: en el horizonte utópico o en el antiutópico? A su juicio, el mérito del marxismo consiste en haber superado el carácter abstracto de los utopistas sociales del siglo XIX y en ubicar el mejoramiento del mundo en conexión con las leyes del mundo objetivo -corriente cálida-, pero sin descuidar la importancia de los factores subjetivos, es decir, la capacidad del ser humano para alterar y transformar la historia -corriente cálida-.
En su reflexión sobre la utopía Bloch nada tiene de idealista. Ubica cada una de ellas en el contexto social y político en que fueron formuladas o realizadas: el Estado espartano en Platón, la expansión colonial de Alejandro en Zenón, la incipiente economía feudal en Agustín, el libre capital comercial en Tomás Moro, la época manufacturera absolutista en Campanella, la nueva industria en Saint-Simon. Y así sucesivamente. Cada utopía tiene su propio itinerario y depende del lugar social y geográfico en que se elabora. Lo que demuestra que hasta los sueños más personales, cuando se formulan en imágenes desbordantes, poseen tendencias de esa época y de la posterior.
El filósofo alemán de la espe
ranza es muy consciente de que las utopías no son independientes de la historia; sólo dentro de ella pueden realizarse todas sus posibilidades. Lo nuevo que proponen también es histórico, nunca invariable ni a priori. Lo que no varía es la intención hacia lo utópico. Pero sus contenidos ciertamente son variables. Es muy distinto, por ejemplo, el aspecto de la utopía en Platón que en Moro y en éste que en Owen, como distintos son los contenidos y el aspecto del "tiempo por venir" en Joaquín de Fiore que en Saint-Simon. La razón de dicha variabilidad radica en que las utopías no descansan en las posibilidades eternas de Leibniz, sino "exclusivamente en la historia", que es la que crea los contenidos.
Bloch demuestra una vez más la fecunda complicidad de su filosofía y de su biografía; complicidad transgresora de todas las fronteras: las interdisciplinares, a través del ejercicio de la interdisciplinaridad; las políticas, a través de compromisos no siempre justificables, y las ideológicas, a través de opciones siempre heterodoxas. En este volumen de El principio esperanza Bloch fundamenta histórica y filosóficamente la paradójica afirmación de Oscar Wilde: "A un mapa del mundo en el que no se encuentre el país Utopía no merece la pena ni siquiera echarle un vistazo". Digo paradójica porque utopía significa precisamente "no lugar".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.