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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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Horas bajas para el socialismo francés

Tras varias derrotas consecutivas, el PS debate si debe o no refundarse, si lo importante es la marca del partido o las ideas que defiende. Entretanto, Sarkozy se adueña de algunas de sus ideas y de sus dirigentes

El Partido Socialista francés (PS) se encuentra en una encrucijada que puede determinar no sólo su futuro, sino también el de la marca socialista en Europa.

Los resultados de las elecciones europeas del pasado han dejado un panorama desolador para los partidos socialistas de los 27 países de la Unión. Posiblemente, algunos de los que están en el Gobierno van a pasar pronto a la oposición en sus respectivas elecciones nacionales: Reino Unido, Hungría o Portugal. En cuanto a la derrota de los socialistas franceses, abrió la caja de los truenos en esa formación. No sólo por el mediocre resultado obtenido, sino porque además el PS empató con la coalición ecologista liderada por Daniel Cohn-Bendit, con un 16%. El declive había tocado fondo.

Bajo el liderazgo de Martine Aubry, el aparato y los barones siguen dominando el PS
Aunque Ségolène Royal no ha arrojado la toalla, Manuel Valls es hoy el referente de los rebeldes

Pero los orígenes del desastre tienen fecha, nombre y apellido. Primera vuelta de la elección presidencial de 2002, Lionel Jospin, primer ministro socialista de la cohabitación con el presidente conservador, Jacques Chirac, parte como favorito para conquistar el Elíseo. La estrategia de su equipo es presentarle como el candidato de la segunda vuelta. Jospin declara: "Yo no soy el candidato socialista, sino el candidato de toda la izquierda". Error. En una decisión a dos vueltas, la lógica interna de la elección es implacable. En la primera vuelta, se vota con el corazón (cada cual a su partido) y en la segunda, con la razón (cada cual según su ideología, izquierda o derecha). Jospin pierde una parte de su electorado aquel domingo de mayo y no accede a la segunda vuelta, dejando el paso franco a Jean-Marie Le Pen. Esa misma noche dimite como responsable de su partido y le deja huérfano ante la segunda vuelta presidencial y, sobre todo, ante las posteriores legislativas, que el PS perderá de manera estrepitosa.

François Hollande se convierte en el referente orgánico del PS, pero la convivencia con los barones y las familias socialistas sigue siendo muy complicada: los Fabius, Strauss-Kahn, Aubry, Delanoë y otros se preparan para asaltar la nominación a la candidatura presidencial. Los errores de Chirac le dan un respiro a los socialistas, que ganan la mayoría de las regiones y ciudades de Francia, pero es un espejismo, ya que la siguiente fractura interna se produce con la posición a adoptar ante el referéndum sobre la Constitución Europea. El PS se rompe a favor y en contra del tratado, que finalmente no es ratificado, abriendo una crisis profunda en la propia Unión Europea.

Las primarias internas entre una novedad como Ségolène Royal y los veteranos Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn (DSK), con debate televisivo incluido, van a tener un final mediático interesante: la democracia participativa mediatizada por la democracia de opinión. La victoria de Royal, con un 60% de votos de los afiliados, no se va a sustentar sobre su discurso -es más sólido el de DSK-, sino en los sondeos y el apoyo de los medios de comunicación. Royal vence entre los afiliados porque los medios están de su parte y, sobre todo, porque según los sondeos es la mejor candidata para vencer a Nicolas Sarkozy. Opinión publicada y opinión pública están a favor de la novedad, de la candidata diferente, la que supera los espacios electorales socialistas.

Royal es una candidata que sigue la estela de las nuevas campañas: una imagen diferente, próxima, cálida. Pero será derrotada por un candidato de la derecha que utilizará las mismas armas. La confrontación entre los dos candidatos dará lugar al reconocimiento de un liderazgo presidencial de Sarkozy basado en el populismo mediático y que fagocita partes de la vieja élite socialista en el Gobierno.

En cambio, Royal intentará conquistar el partido desde la derrota. No obstante, ella que como candidata había jugado en los márgenes del PS será derrotada por el aparato.

La elección del secretario general del PS será la constatación de la fractura interna, de la profunda división entre las familias y de la diferente concepción de cada cual sobre el futuro del PS. Los candidatos que se postulan a la secretaría general lo hacen con la idea última de ser el próximo candidato presidencial, aplicando una lectura clásica de quién controla el partido, es, a la vez, candidato. Esta teoría era válida en la época de Mitterrand, pero los tiempos han cambiado. Nadie tiene el liderazgo suficiente para ser un émulo de Mitterrand.

La guerra interna abierta va a tener consecuencias nefastas para el PS. Martine Aubry y Ségolène Royal luchan por obtener la secretaría general y gana la primera. Pero Royal no reconoce de buen grado su derrota, que se produce por un margen muy ajustado y con acusaciones de fraude. La legitimidad de la nueva secretaria general, Martine Aubry, queda en cuestión pero tiene el apoyo de los barones. La vieja guardia sigue preservando las viejas esencias.

La rebelión de la nueva generación no tarda mucho en hacerse evidente. Manuel Valls se convierte en el referente de los "rebeldes". Valls propone la refundación del PS, una marca que los electores ya no compran. La experiencia histórica del declive y decadencia del que fue gran partido de la izquierda francesa, el Partido Comunista, es un ejemplo para los socialistas. Otras opciones pueden convertirse en más atractivas que un partido anquilosado.

La presión por parte de Sarkozy sobre el PS para quitarle dirigentes, ideas y políticas no favorece en nada la superación de su situación actual. En Francia, como en otras partes, el Gobierno conservador ha optado por mantener políticas sociales impulsadas por la izquierda, quitándole a ésta sus referentes diferenciadores.

Mientras Royal sigue su guerra particular para convertirse de nuevo en la candidata presidencial, la propuesta de Valls se parece bastante a la historia misma del socialismo francés. En 1969, tras la dimisión de Charles de Gaulle de la Presidencia de la República, la SFIO (siglas entonces de la principal corriente del socialismo francés) presenta como candidato a Gaston Deferre, alcalde de Marsella y dirigente histórico socialista, que tan sólo obtiene un 5% de los votos. George Pompidou es el nuevo presidente. La derrota socialista tiene como consecuencia la fundación a partir de diferentes mimbres del PS, del que François Mitterrand se convierte en principal dirigente. Mitterrand, que ha conquistado el partido desde la izquierda, lo gobierna desde el centro. Diez años más tarde llega al Elíseo.

El problema del PS y de sus dirigentes es no haber sabido interpretar la Quinta República. La clave de esta estructura institucional republicana es la presidencia. No olvidemos que el fundador de la Quinta República, el general De Gaulle, era muy poco partidario de los partidos políticos y apostaba por la figura presidencial, un presidente que esté por encima de los partidos y dirija el país desde el palacio del Elíseo. La Constitución de 1958, combatida en su momento por Mitterrand y los progresistas, construye una monarquía republicana, en gran medida para impedir el acceso de la izquierda a la presidencia.

Los socialistas aplican hoy un análisis casi clásico en época de crisis: gestionar los niveles de poder local y regional y dejar pasar el tiempo a la espera de que lleguen tiempos mejores. Pero en Francia si no llegas a la Presidencia de la República, el resto sólo sirve para no desaparecer.

En cuanto a la gestión de la crisis interna, los socialistas aplican también un criterio muy común en la izquierda: encerrarse en sí mismos y radicalizarse para marcar su territorio ante las otras alternativas de izquierda. Prima la marca partido ante todo. El PS ha radicalizado últimamente su discurso para preservar un electorado desencantado y que mira a Olivier Besancenot, el cartero líder de la Liga Comunista Revolucionaria, o a Cohn-Bendit como posibles referentes. En tiempos de crisis, el PS prefiere gestionar sus cuotas de poder y esperar nuevos tiempos mejores, pero la travesía del desierto está siendo cada vez más larga. ¿Es el instrumento del partido lo más importante o son las ideas las que deben preservarse? Cuarenta años después de Gaston Deferre, las derrotas en las últimas elecciones presidenciales y legislativas, y el desastre en las recientes europeas, pueden convertir el fiasco en una oportunidad; 1969-2009 puede ser un inicio en lugar de un epitafio.

Gabriel Colomé es profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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