Los 'einstein' africanos
Un proyecto ofrece estudios avanzados a los mejores alumnos del continente
"Antes, cuando oía hablar de Einstein, pensaba en una especie de Dios, un superhombre. Ahora veo que un Einstein africano es posible". Michael Oyesola Okelola, un nigeriano de 27 años, acaba de llegar, junto con otros 43 estudiantes seleccionados como los mejores por las facultades de Matemáticas de una veintena de países africanos, al Instituto Africano de Ciencias Matemáticas, en Ciudad del Cabo (Suráfrica).
Durante los próximos meses estudiarán, becados, las más novedosas teorías en biología, informática, medicina, astronomía o física nuclear. Se les prepara para optar a estudios de doctorado (en universidades surafricanas, europeas o de EE UU), especializarse en campos clave en el desarrollo del continente, frenar la fuga de cerebros y crear redes de investigación. El AIMS (siglas en inglés) es un proyecto iniciado en 2003. Acaba de abrir sus puertas en Abudja (Nigeria) y en los próximos años quiere abrir otros 15 centros en África.
"Sólo teníamos dos horas de Internet por semana", lamenta una alumna
"En Kenia ya había hecho algún uso de las matemáticas aplicadas; conseguimos llevar agua a un pueblo con una geografía accidentada gracias a aplicar fórmulas matemáticas", dice Thabita Mundia, de 26 años. Pero acabó su investigación y Mundia tuvo que ponerse a trabajar en un banco. "Ahora tengo una segunda oportunidad para volver a estudiar y especializarme y ayudar a los africanos". Si Mundia persiste en estudiar cálculo aplicados a seguridad alimentaria, el ghaniano Kwame Oppong (29 años) apuesta por la matemática industrial "para ayudar al desarrollo económico" de su país.
El nigeriano Babatunde Ogunnaike, profesor de ingeniería química de la Universidad de Delaware (EE UU), recuerda que a finales de la Segunda Guerra Mundial Corea tenía el mismo desarrollo económico que Nigeria o Ghana: "Pero Corea invirtió en ciencia y tecnología, algo que no se hizo en África. Y estamos pagando las consecuencias". El profesor imparte sus clases sobre estadística y probabilidad durante dos semanas en AIMS. En el AIMS, los estudiantes conviven con sus tutores y profesores en el mismo centro, un antiguo hotel rehabilitado situado en la población costera de Muizenberg. La atmósfera es relajada pero resuelta, concentrada, autodisciplinada. Los estudiantes subrayan la diferencia educativa en el centro, donde los problemas prácticos sustituyen al estudio memorístico. El inglés, lengua franca, es un problema para muchos estudiantes de zonas francófonas o árabes.
Mihaja Ramanantoanina, una brillante alumna de 24 años de la Universidad de Madagascar, no sabía inglés cuando llegó al centro, en 2004, nunca había salido de su país. Ahora habla un inglés perfecto y prepara un máster. Echa de menos su país, al que espera regresar para "seguir en la docencia". Mihaja espera que las cosas en la isla hayan mejorado: "Cuando estudiaba sólo teníamos dos horas de Internet por semana en la Universidad". Ahora, se codea con el director de la NASA, Michael Griffin, por ejemplo, que visitó el centro hace unos meses. Los alumnos del AIMS saben valorarlo. El profesor de la Universidad de Barcelona Jess Cerquides ya ha vivido dos estancias allí.
En el centro se han graduado 211 alumnos desde 2003. Muchos estudian en otros países; AIMS es un proyecto de tres universidades surafricanas y las de Oxford, Cambridge y Paris-Sud. Nacida del sueño del cosmólogo Neil Turok, el proyecto pretende, de acuerdo con su director, Fritz Hahne, incentivar a los países pobres. Ogunnaike recurre a un refrán yoruba: "Tienes que encontrar un lugar para dormir antes de poder empezar a soñar". Y ahora los estudiantes sueñan con Einstein.
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