Leer más de tres líneas sin perderse...
Los expertos analizan el origen de los problemas de lectura que presentan los alumnos de 15 años
Comprender lo que se lee es la base primordial para aprender. Esta afirmación lleva a pensar que los malos resultados de España en la prueba de lectura del Informe PISA 2006 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), peores que en 2003, hayan influido también en los mediocres resultados en Ciencias -los de Matemáticas se conocerán mañana, en la presentación del estudio que compara la educación de 57 países-. Los alumnos españoles "tienen un problema de lectura, no soportan leer tres líneas y media con referencias precisas y no perderse", aseguraba el año pasado el coordinador español del estudio PISA, Ramón Pajares, refiriéndose al enunciado de un problema de matemáticas: "El que es bueno en lectura, es bueno en matemáticas y al revés", concluía.
La preocupación por la lectura comprensiva y su incidencia en la mejora del aprendizaje de todas las materias no es nueva, sino que está creciendo. Su enfoque se remonta a la raíz de estos problemas, es decir, al momento en el que los niños y niñas aprenden a leer y a escribir, y se extiende a la forma de clase en todas las asignaturas tanto en primaria como en la ESO. Hay distintas teorías científicas sobre la mejor manera de enseñar a leer y a escribir, por ejemplo, la basada en el aprendizaje de fonemas -el del clásico mi-ma-má-me-mi-ma-, o la que insiste en enseñar a través de textos que tengan sentido y sean útiles, o en tener en cuenta los conocimientos previos del niño para adaptarse a ellos, o los que reclaman utilizar lecturas clásicas, nada de adaptaciones, para crear lectores de libros a la vez que se enseña a leer...
"El problema es que hasta ahora todas estas teorías han trabajado de espaldas unas de otras, y que el profesorado no cuenta realmente con una metodología", asegura Florencio Luengo, pedagogo y coordinador del proyecto de escuelas democráticas Atlántida. Por eso han presentado una ambiciosa inicitiva "para intentar recoger y poner en común lo mejor de cada teoría", explica Luengo, que ha sido muy bien recibido tanto por la Consejería de Educación canaria como por el Ministerio de Educación. El proyecto analizará todas las teorías, hablará y observará el trabajo de los profesores de infantil y primaria para hacer un diagnóstico y crear después herramientas que puedan utilizar los docentes.
"En un libro de Lengua y Literatura de 1º de ESO [12 años], se pregunta qué es un narrador omnisciente, algo que no sabría responder la mayoría de titulados universitarios. Se está desenfocando el objetivo, que es que los niños comprendan lo que leen y sean capaces de expresarse con corrección oralmente y por escrito", asegura Pilar Pérez, coordinadora de los contenidos mínimos de Lengua fijados por el Ministerio de Educación. Pérez insiste en la necesidad de implicar a los niños, de motivarles, de enseñarles con textos que les sean útiles y que vean que lo que aprenden tiene una finalidad: comunicarse. "Enseñamos a los niños del siglo XXI con metodologías del siglo XIX".
En realidad no existe esa metodología, ya que no hay un plan director y cada docente acaba fabricando su propio método, asegura el catedrático de Psicología de la Universidad de La Laguna Juan Eugenio Jiménez. Eso sí, considera que "en España, uno de los problemas que existen es la idea de que se enseña a leer y escribir en 1º y 2º de primaria [6 y 7 años], y luego nos despreocupamos. Pero se trata de un proceso que no culmina, al menos, hasta los 12 años", asegura. Jiménez insiste también en la necesidad de implicar a las familias, por ejemplo, dándoles herramientas para que utilicen con los niños antes de los 6 años. "Los cuentos tienen una gran importancia para que se familiaricen con el hecho de contar y escuchar historias, hay que estimular las conversaciones dentro de las familias; el lenguaje escrito se construye sobre el lenguaje oral", asegura. Luego, marca unos rasgos comunes que debe tener en cuenta el profesor, como el aprendizaje fonológico, de vocabulario o la lectura en voz alta. Y todo esto, adaptando incluso el lenguaje con el que se dirige a los alumnos a su contexto familiar y social.
La profesora de la Universidad de Barcelona Marta Soler no está de acuerdo con la idea de adaptarse a los conocimientos previos del niño, ni en separarlos en niveles, pero sí lo está en sacar ese aprendizaje del aula y llevarlo a las bibliotecas o a las casas. Ella respalda la corriente que quiere además crear lectores, por eso propone enseñar a partir de lecturas de libros clásicos, no adaptados, con tertulias a medida que los niños crecen y pasan a la ESO, en las que, incluso, participen los padres, algo que ya hacen "cientos de colegios", asegura.
Pero la comprensión lectora, y la expresión oral y escrita es trabajo de primaria y secundaria, y de los profesores de todas las materias, resalta el catedrático de Didáctica Amador Guarro. Es cierto, dice, que se debe reforzar la lecto-escritura en la formación del profesorado, ya que no hay ninguna asignatura concreta en la carrera de Magisterio, pero insiste en que hay que resolver el problema endémico de unas clases demasiado expositivas, en las que no se fomenta "la expresión oral, ni la exposición en público, el debate, los argumentos, que los alumnos busquen información, la interpreten y compartan con sus compañeros", se queja.
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