_
_
_
_
Cumbre de Londres

Los mercados emergentes resucitan tras la promesa de más fondos al FMI

La aportación de los 560.000 millones del G-20 está todavía por resolver

Alejandro Bolaños

La segunda cumbre mundial contra la crisis ha devuelto el pulso a los mercados de varios países emergentes. Tras varios meses de zozobra, los valores bursátiles, la cotización de las divisas y las emisiones de bonos comenzaron a salir a flote tras la reunión preparatoria de la cumbre, celebrada el pasado 15 de marzo. Entonces, quedó claro que el G-20 estaba resuelto a aumentar los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para allanar el acceso al préstamo a estos países. Pero el compromiso recogido el jueves en el comunicado final de la cumbre, que implica triplicar la capacidad financiera del Fondo, sobrepasó las expectativas y dio un empujón más a estos mercados.

El peso mexicano, el zloty polaco, el real brasileño o el peso filipino coronaron ayer varias semanas de avances respecto a la cotización del dólar. Fue una constante en las divisas de América Latina, Europa del Este y el sudeste asiático, áreas que han alimentado el crecimiento mundial en los últimos años y que ahora encajan con mucha dificultad el efecto de una crisis financiera larvada en los países avanzados. El índice bursátil que promedia la evolución de los principales mercados de valores en estos países volvió a subir ayer para acumular una ganancia del 26% en el último mes. Y, según Bloomberg, el dinero captado por emisores públicos y privados en el mercado internacional de bonos marcó esta semana un máximo en casi dos años.

BCE: "El aumento de recursos del FMI es por el bien del planeta entero"
Las Bolsas de los países en desarrollo han subido un 26% de media en marzo
Más información
Comunicado final de la Cumbre del G-20 (en inglés)
"Una crisis global exige una solución global"
Los fantasmas del pasado vuelven a América Latina
El FMI insta a los países de Europa del Este a unirse al euro

"El aumento de recursos del FMI es por el bien del planeta entero", afirmó ayer el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet. Como siempre, al máximo representante de la autoridad monetaria en la zona euro hay que leerle entre líneas. Un ejemplo, como la recuperación de las acciones de BBVA y el Santander, con amplios intereses en Latinoamérica, cuenta más: la intensa globalización de los últimos años ha multiplicado los intereses occidentales y, singularmente los del sector financiero, en estas áreas que, sin embargo, adolecen en muchos casos de un prestamista de último recurso suficientemente sólido como para cubrir parte del monumental agujero causado por la falta de financiación internacional. "Dotar al FMI de más recursos es una buena decisión, los países nos ayudarán a salvar esta crisis", sintetizó ayer Rodrigo Rato, ex director gerente de este organismo.

Este paso ha satisfecho hasta a algunos críticos tradicionales del FMI. "Es una buena decisión para socorrer a los más necesitados", valoró el presidente de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva. Intermón Oxfam también aplaudió el aumento de recursos, que llevará la capacidad financiera del Fondo de los 186.000 millones de euros hasta los 560.000 millones, pese a que esa inyección de dinero se gestione sin haber reformado antes la institución.

"Los recursos deben llegar este verano", dijo el primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi. La respuesta a la reclamación del representante africano en la cumbre está en el aire. De los 375.000 millones en los que debe aumentar la capacidad de financiación, sólo hay garantizados 75.000 millones, tras un préstamo bilateral concedido por Japón. La UE ha prometido una operación del mismo calibre, en la que España pondrá 4.000 millones. China sopesa poner 30.000 millones de euros, la mitad del esfuerzo extra comprometido, que tendrá que completarse en la próxima reunión del Fondo a finales de mes, con un reparto de aportaciones entre los países ricos y los emergentes más saneados (Arabia Saudí) que se presenta complicado.

El renovado protagonismo del Fondo se completa con una emisión extraordinaria de derechos especiales de giro, el activo de reserva del FMI, por otros 187.000 millones. Pero para sacarla adelante, el secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, debe comunicárselo con 90 días de ampliación a los líderes del Congreso y recabar su apoyo. EE UU tiene minoría de veto en el Fondo, y aunque ha sido uno de los valedores de esta medida, tiene aún congelada la última emisión de derechos, valorada en unos 30.000 millones.

Incluso la venta de parte del oro en poder del FMI para financiar préstamos por un valor de 4.500 millones a los países más pobres está en entredicho. El Fondo recordó que la venta de oro prevista ya hace un año tenía por destino mejorar la situación del FMI y que cambiar el destino del dinero recibido con esta venta gradual o elevar la cantidad en venta requieren un acuerdo de los países miembro.

Del resto de dinero prometido a los países en desarrollo, que alcanza una suma total de 1,1 billones de dólares (820.000 millones de euros), los acuerdos bilaterales y la posibilidad de emitir deuda en el mercado privado garantizan los 80.000 millones prometidos para aumentar la capacidad de préstamo del Banco Mundial. Mucho menos se puede decir de los 187.000 millones en dos años anunciados por el G-20 para facilitar financiación a los exportadores de estos países, ya que apenas hay detalles de cómo se conseguirá este objetivo.

Las dificultades para captar el dinero prometido en la cumbre pueden ser el germen de un nuevo fracaso del G-20, equivalente al que tuvieron tras la cita de Washington con la Ronda de Doha para incentivar el comercio mundial. Contra esta hipótesis juega la presión de la propia crisis. Desde septiembre, el FMI ha prestado casi 50.000 millones a países en desarrollo, negocia una línea de otros 36.000 millones con México y ha retomado conversaciones con Turquía, que también quiere aprovechar un nuevo esquema, ideado para países de tamaño medio, menos exigente con las condiciones de política económica. Porque el viejo FMI sigue presente en otras líneas de crédito, como se refleja en la paralización del préstamo a Letonia o Ucrania por no rebajar el déficit ni contener el aumento de los salarios.

Lula da Silva, en el centro, entre Gordon Brown y el presidente de México, Felipe Calderón, durante la cumbre.
Lula da Silva, en el centro, entre Gordon Brown y el presidente de México, Felipe Calderón, durante la cumbre.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_