Las alarmas no sonaron a tiempo
La crisis de las hipotecas pone en entredicho el papel de las agencias de calificación de riesgo Moody's y Standard and Poor's
Nadie sabe cuál será el alcance real de la crisis desatada por las hipotecas de alto riesgo en EE UU, pero la búsqueda de culpables ya ha comenzado. Muchos inversores dirigen su dedo acusador hacia las principales agencias de medición de riesgo, Moody's y Standard & Poor's, por haber dado sus calificaciones más altas a activos financieros respaldados por créditos hipotecarios dudosos, origen de las turbulencias vividas en los últimos días en los mercados mundiales.
Al otorgarles las mejores notas -en ocasiones triple A, la misma que los bonos del Tesoro de EE UU-, las agencias enviaron al mercado el mensaje de que esos activos eran seguros y que, por lo tanto, merecía la pena invertir en ellos. Ahora, quienes han perdido su dinero denuncian que, en algunos casos, las agencias no comenzaron a rebajar la calificación de los títulos hasta que éstos habían perdido la mitad de su valor.
Bonos respaldados por hipotecas dudosas recibieron las mejores calificaciones
Las agencias han ganado mucho dinero gracias a préstamos de alto riesgo
Standard & Poor's y Moody's, ambas instituciones centenarias con sede en Nueva York, están siendo criticadas del mismo modo en que lo fueron aquellos analistas que recomendaron invertir en empresas puntocom justo antes del estallido de la burbuja digital, a principios de la presente década, o las auditoras que no detectaron los fraudulentos manejos financieros de los directivos de Enron y WorldCom.
La credibilidad de ambas agencias ha quedado en entredicho y su cotización en Bolsa lo ha notado: las acciones de Moody's han perdido un 28% de su valor en lo que va de año y las de McGraw Hill, empresa matriz de Standard & Poor's, han bajado un 24%. Los fiscales generales de tres Estados norteamericanos y la comisión de Finanzas de la Cámara de Representantes han iniciado sendas investigaciones para determinar con exactitud su responsabilidad en el estallido de la crisis.
"El papel de esas agencias es complicado, porque evaluar el riesgo de impago lo es. Exige una cantidad de estudios y una cantidad de muestreos que en este caso no han llevado a cabo", explica Santos Abascal, analista de Caja Madrid Bolsa. "Algunos de los activos evaluados con una triple A", afirma, "ahora se ha visto que no eran seguros", informa Cristina Delgado.
El diario The Wall Street Journal señalaba ayer que las agencias de calificación de riesgo no sólo contribuyeron al auge de los activos vinculados a hipotecas de alto riesgo, sino que ganaron millones de dólares gracias a ellos. Además de otorgarles la máxima calificación, las agencias de calificación de riesgo ayudaron a los bancos de inversión-a cambio de cuantiosas tarifas- a colocar en el mercado esos créditos hipotecarios en forma de complejos activos financieros.
Al preparar una emisión de bonos hipotecarios, las agencias garantizaban a los colocadores que esos títulos obtendrían una calificación lo suficientemente alta para poder venderlos con facilidad. En resumen: la empresa encargada de dar una opinión independiente sobre la calidad de un producto recibía dinero de la empresa vendedora de ese producto. "Las agencias actúan como reguladores del mercado, como banqueros de inversión y como vendedores, y al mismo tiempo aseguran que sus opiniones son independientes", declaró Josh Rosner, director de la sociedad de inversión Graham Fisher, al diario USA Today.
Moody's y Standard & Poor's obtienen prácticamente la mitad de sus ingresos por las tarifas que cobran a los bancos colocadores a cambio de sus calificaciones. La primera facturó 884 millones de dólares (unos 640 millones de euros) por ese concepto en 2006, más del triple que en 2001.
Las agencias se defienden diciendo que esas tarifas no tienen nada que ver con las calificaciones y que los intereses comerciales no influyen a la hora de evaluar la solvencia de determinado producto. Ayer fue imposible recabar la opinión de representantes de Moody's y Standard & Poor's.
El papel que desempeñan ambas empresas es especialmente delicado porque muchos Gobiernos sólo permiten a los fondos de pensiones comprar bonos con buenas calificaciones. Es por eso que los bancos colocadores buscan a toda costa que sus productos lleven, como mínimo, la calificación A. "Los Gobiernos [en el caso de España, el Ministerio de Economía] exigen que los activos calificados que pueden ser comprados por las compañías de seguros y de inversión tengan una calificación mínima", señala Santos Abascal. "Si en un momento dado esos valores perdiesen la calificación, todos se lanzarían a venderlos en masa".
Ambas empresas esperaron hasta principios de verano para actuar. La primera rebajó el 10 de julio la calificación de riesgo de 400 activos respaldados por hipotecas subprima. La segunda decidió revisar la calidad de otros 612 y dos días más tarde rebajó la mayoría de ellos.
Esos movimientos hicieron tambalearse a los mercados financieros, donde surgieron las primeras criticas al retraso con que ambas empresas hicieron sonar las alarmas y se multiplicaron las voces favorables a una reforma legislativa para regular el funcionamiento de ese tipo de agencias. En una reunión con gestores de fondos, el día 12, los analistas de Moody's recibieron un aluvión de reproches por parte de sus indignados interlocutores, que veían peligrar sus inversiones.
Tanto Moody's como Standard & Poor's y la tercera empresa del sector, Fitch, han subido en las últimas semanas el listón utilizado para juzgar la calidad de las emisiones de bonos, especialmente las ligadas al mercado hipotecario de alto riesgo. Para algunos inversores será demasiado tarde.
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