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Cumbre de Seúl | Los problemas cambiarios

El G-20 cierra en falso la guerra de divisas

Los líderes de países ricos y emergentes retrasan el examen de los desequilibrios externos a 2011 - Obama redobla sus críticas a China por la devaluación del yuan

La cumbre de Toronto pasó la pelota en julio a la de Seúl. Y los líderes de los países ricos y emergentes clausuraron ayer la reunión en la capital de Corea del Sur con otra patada adelante. Los Gobiernos del G-20 han aceptado someter sus políticas nacionales a la lupa del Fondo Monetario Internacional para comprobar si se ajustan al objetivo de reducir los desequilibrios externos. Pero habrá que esperar al menos hasta mediados de 2011 para saber cuáles serán las preguntas del examen. Y hasta la sexta cita del G-20, en Francia, a finales del próximo año, para ver si las respuestas son correctas.

Los líderes del G-20 encomendaron a sus ministros de Economía y gobernadores de bancos centrales que, "en su primera reunión de 2011" elaboren indicadores para evaluar las políticas nacionales. "Por ahora, hemos evitado la llamada guerra de divisas", concluyó el presidente de Corea del Sur, Lee Myung-bak. Muy pronto se vio que la aseveración del anfitrión de la cumbre resultaba precipitada. Y no solo porque el proceso iniciado en Seúl tardará más de un año en dar resultado. A tenor de las declaraciones de los líderes, la tregua es frágil, cuando no efímera.

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"El yuan está infravalorado, y eso no es solo un obstáculo para Estados Unidos, sino también para el resto de socios comerciales de China", abrió fuego el presidente de EE UU, Barack Obama. En la declaración más contundente en meses, Obama reprochó al gigante asiático que "gasta mucho dinero para mantener su moneda devaluada". Y se enrocó en su defensa del reciente estímulo monetario de la Reserva Federal, que indujo una depreciación del dólar: "No se diseñó para tener un impacto en la moneda, se diseñó para que la economía creciera". A su lado, el líder surcoreano acababa de lamentar los efectos colaterales de la decisión de EE UU. De hecho, el G-20 consagró la instauración de controles de capital en los países emergentes para evitar burbujas especulativas por la masiva entrada de dólares, un mecanismo de defensa que los organismos internacionales censuraban hasta hace bien poco.

El encargo a los ministros de Economía para que fijen indicadores que permitan comparar los avances de cada país es una manera de hacer digerible la propuesta estadounidense de limitar al 4% del PIB los saldos (déficit o superávit) por cuenta corriente. En el comunicado no se hace mención a indicador alguno, una resistencia que fuentes de la negociación achacaron a la delegación china. También se cayó la exigencia de evitar "mantener tipos de cambio por debajo de su nivel de equilibrio por motivos competitivos", una nítida alusión a la política de intervención de China.

"Las diferencias entre China y EE UU fueron muy obvias y ellos decidieron que tratar de resolverlas aquí no era posible. Pero creo que hubo un claro entendimiento de que hay una fecha para hacerlo, algo que no existía antes", reflexionó el ministro de Finanzas brasileño, Guido Mantega, el primero en advertir que las tensiones habían derivado en una guerra de divisas. "No creo que esa situación haya acabado, se ha hecho más explícita y hemos empezado a hablar de ella", añadió.

"Lo que sí hemos tenido claro es que los desequilibrios externos no se pueden medir con un solo indicador", dijo la canciller alemana, Angela Merkel, en referencia a la propuesta estadounidense. "Hemos acordado que hay que fijar unos criterios y que deben definirse bajo la presidencia francesa del G-20, preferiblemente antes del verano", apostilló el líder francés, Nicolas Sarkozy.

En las declaraciones apenas hubo rastro del tono triunfalista de pasadas cumbres, otro indicio de que queda casi todo por hacer. "El G-20 no siempre va a cambiar el mundo", comentó Obama, sin reparar en que las tres últimas reuniones han dejado un balance bien escaso. "Sería justo decir que no hemos logrado aún los objetivos", añadió el primer ministro canadiense, Stephen Harper.

El presidente del Gobierno español se sumó al coro. "Queda mucha tarea por delante para lograr una cooperación real en el sistema monetario", reconoció. Los acuerdos alcanzados en la cumbre de Seúl suponen, en su opinión, "un compromiso incipiente", que no será fácil de desarrollar. Rodríguez Zapatero admitió que algunos movimientos que se han producido en los últimos meses constituyen un elemento de "preocupación", pero no quiso "señalar con el dedo a nadie", ya que "todos han buscado en algún momento posiciones de ventaja, aunque sea a corto plazo".

Nada de lo suscrito ayer por el G-20 impide que esos movimientos sigan ocurriendo. Es, de hecho, lo que anticipa el FMI en el informe sobre la reducción de desequilibrios que presentó ayer al G-20. Según su análisis, los déficits y superávits exteriores volverán a ampliarse en los próximos meses.

Los líderes del G-20 más los cinco países invitados, entre ellos España, y representantes de instituciones como la ONU, el FMI y la Comisión Europea, al finalizar la reunión de Seúl.
Los líderes del G-20 más los cinco países invitados, entre ellos España, y representantes de instituciones como la ONU, el FMI y la Comisión Europea, al finalizar la reunión de Seúl.GETTY

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