"Los entrenadores son todos iguales"
El mítico Gianni Rivera, ganador de la primera Copa de Europa del Milan, cree que su equipo vencerá al Liverpool "porque tiene algo más"
En Italia, el aficionado callejero al calcio suele admirar a héroes pletóricos de virilidad y los señala con sentido poético: indomito lotattore, bel animale, etc. Como siempre hay una excepción, el 2 de junio de 1959, vestido con la camiseta del Alessandria, debutó en la Serie A un muchacho de 15 años que no correspondía a ninguna definición rutinaria. Poseía una elegancia lánguida y una zancada vacilante, ligera, vulnerable. Su cuerpo larguirucho parecía a punto de romperse a la menor presión. Pero se impuso a todos. En 1963 conquistó la primera Copa de Europa del fútbol italiano. Durante 20 años fue el diez del Milan. Sobre su leyenda se fundó toda una idea de sociedad. Con la irrupción de Silvio Berlusconi en 1986, dejó la directiva para iniciar su carrera política. Berlusconi, que lo envidia, prefiere considerar que el Milan se fundó ese año.
"Al final, siempre son los jugadores los que se ponen en la piel de los técnicos, nunca al revés"
"Prefiero que no me consideren bandera de nada. Las banderas viejas se tienen en el armario"
El innombrable Gianni Rivera es eurodiputado. Está adscrito en Bruselas a la Comisión para el Mercado Interno y la Protección de los Consumidores. Conserva intacta la espesa melena ondulante que adornaba su gran cabeza en los años de juventud. Sentado en su despacho del palacio de la Piazza Campitelli, en Roma, oscila entre el escepticismo y la ironía: "Prefiero que no me consideren una bandera de nada. Las banderas viejas se guardan en el armario. De vez en cuando alguien las saca para que las vean y después vuelven a meterse en el armario. No se pueden eliminar porque siempre hay gente que cree en las banderas. Pero se buscan otras banderas nuevas".
"Mi relación con Berlusconi siempre fue superficial", apunta. "Cuando él llegó al club, no había espacio para mí. Me ofrecieron presentarme en una lista a las elecciones de 1987 y pensé: 'hacer el dirigente o hacer el político es más o menos la misma cosa'. Lo realmente diferente es ser jugador de fútbol, o jefe del gobierno. Aunque esto le sucede a pocos".
"Que Berlusconi piense que antes de él no existía el Milan es normal", dice Rivera. "Es su cultura. Para él la política italiana comenzó en el 94, cuando presentó su candidatura. Para él, cada cosa comienza en el punto en el que se ocupa de ella. Es su cultura, su fortuna, todo sumado, porque ha encontrado mucha gente que cree en él y que termina por sostenerlo en su aventura. Por suerte hay muchos otros que prefieren otra cultura. De ahí la posibilidad de evitar una dictadura".
"Berlusconi suele hablar del Milan como de una familia", prosigue. "No sé si me incluye en ella. Pero sé que la ha heredado de los que han estado antes que él. El Milan siempre ha sido así: un equipo que se ha diferenciado a todos los demás en Italia. Siempre ha buscado jugar mejor que los adversarios. Nunca ha estado muy pendiente de impedir que los demás hagan su juego".
"Que no me hablen de técnicos", desdeña Rivera, sin asomo de dramatismo. "No creo que Capello, Zaccheroni o Ancelotti supongan verdaderos cambios de estilo. Son los jugadores los que saltan al campo. Los entrenadores son más o menos todos iguales. El problema es tener jugadores que sepan administrar los partidos según la necesidad del momento. Al final, siempre son los jugadores los que se ponen en la piel del técnico, y no al revés".
Rivera asegura que hay algo intrínsecamente bueno en la final perdida por su equipo en Estambul, en 2005. Cuando habla del asunto se le escapa una risita: "La imprevisibilidad es la sal del fútbol. Aquello fue increíble, pero positivo. Ahora pienso que el Milan ganará porque tiene algo más. Pero será un partido duro. Los ingleses son muy determinados. No se entregan nunca. Siempre están dispuestos a duplicar los esfuerzos. Lo que les falta en el plano técnico lo compensan con voluntad. Me gusta Gerrard porque sintetiza todos los valores de su club. Será una bella partita: la técnica contra la fuerza".
Consciente de su condición de patriarca espiritual, Rivera prefiere no inclinarse por ningún jugador del Milan en especial. "Los jugadores determinantes de forma aislada, en un equipo, nunca consiguen nada importante. Por ejemplo: Pirlo es importante porque organiza el juego. Pero aunque ya no está en el Inter, el Inter ha ganado el campeonato de todas formas. Pirlo es importante porque está en el Milan. La demostración de la fuerza del equipo se ha visto en la última etapa, cuando ha logrado una buena condición en el plano físico, que le ha permitido poner en evidencia la calidad técnica".
Sin pasión aparente, niega que la supervivencia de un jugador como él durante dos décadas en el calcio deba considerarse una proeza. "¡No!", se escandaliza. "En el fútbol hay espacio para todos. El campo es suficientemente grande para poder explayarse, incluso cuando haya muchos que quieran impedirlo. Si hay calidad, hay posibilidades".
Desde su condición de protector de los consumidores europeos, entiende que el fútbol ha sido marginado: "Se ha cometido una equivocación. Desde un principio, en la Comunidad Europea el deporte no se ha salvaguardado con el mismo celo que la cultura. Es una pena que haya tan pocos instrumentos jurídicos que permitan la intervención de la UE.Sucede que ver al deporte como una actividad financiera es un error. El riesgo es perder un poco de poesía, y por tanto, que prevalezca un fútbol sobre todo físico que pueda contentar los paladares de algunos mientras que otros no lo acepten como la conclusión lógica de una cultura que va en esa dirección".
"El circo", concluye el viejo diez; "da mucho dinero. Y está claro que el dinero donde llega hace daño. Contrariamente a lo que se piensa, hace más daño mucho dinero que poco, o nada".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.