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Reportaje:FÚTBOL | Las secuelas del clásico

Del diván a la gloria

La lucidez de Rijkaard y la labor psicológica del club con los jugadores explican la racha del Barça

Parecía que sólo jugaba Ronaldinho y los demás ponían la cara de derrotados de siempre. El Camp Nou se desesperó con el Barça de Frank Rijkaard -únicamente dos victorias en casa en la primera vuelta- al ver que la historia estaba muy vista. La crisis se desató la víspera de Reyes -el equipo cayó por 3-0 en Santander- y hasta el presidente, Joan Laporta, acudió amenazador a un entrenamiento. Era la jornada 18ª y el Barça ocupaba la plaza 12ª. Tenía 24 puntos, 18 menos que el líder, el Madrid. Desde ese día, y han pasado 16 jornadas, los azulgrana no han vuelto a perder, son terceros, han recortado al Madrid 14 puntos y el domingo dieron el golpe en el Bernabéu. Todo el club tiene claro que Rijkaard ha sido el gran artífice de esta espectacular remontada que ha desatado en la afición una euforia y una excitación similar a la de los tiempos de Cruyff. Pero hay algo más: la junta trabajó para que los jugadores superaran su síndrome de supervivencia, diagnosticado por los psicólogos, requeridos por el club, para que empezaran a creer en el bloque y en ellos mismos.

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"Rijkaard aporta serenidad y responsabilidad. Ha dado cuerpo a un equipo desestructurado y ha recuperado el grupo humano. Es un placer tenerlo con nosotros", le elogió ayer Laporta, el principal valedor del holandés durante la crisis. Rijkaard no se atribuye mérito alguno, pero ha obrado un milagro porque no hace tanto los jugadores eran denostados por mucha gente. "Quizá lo mejor es que entonces supimos reponernos y seguir adelante", dijo Saviola. Los técnicos sabían nada más llegar al Barça que debían resolver un problema crucial: que tras cuatro años en blanco, los jugadores tuvieran la tentación de sentirse perdedores. De los que actuaron en Madrid, Reiziger y Luis Enrique, los más veteranos, son los que suman más títulos, pero la cuenta se cerró en 1999. Cocu, Xavi y Kluivert sólo han ganado una Liga en el Barça y Valdés, Puyol, Saviola o Motta nada.

La dinámica perdedora de la primera vuelta, cristalizada con el 5-1 en Málaga, arreció las críticas de los directivos, que se sintieron airados al considerar que su esfuerzo por reconducir el club no se correspondía en el campo cuando sólo pedían que el equipo fuera cuarto. "Lo de Málaga pasará más veces. Estamos preparados", decían antes de recibir al Real Madrid. Pero desde Reyes no pasó más. El club recibió un informe psicológico que apuntaba que el equipo era víctima de un síndrome de supervivencia tras la vorágine desatada en el ocaso del nuñismo y el postnuñismo. La junta se implicó y organizó almuerzos individuales con los jugadores para que no se sintieran condenados, convencerles de sus virtudes y recuperaran la autoestima.

Rijkaard estaba entonces bajo sospecha, pero tenía una gran baza: el apoyo incondicional de Laporta. Y puso un rumbo: renunció al juego por las bandas que tanto obsesionaba al club, al no estar en forma ni Overmars ni Quaresma, y solicitó a Davids. "El equipo es muy joven y llega muy fuerte a las segundas partes. Todo es culpa de Rijkaard. Ha dado con un sistema táctico y pidió a un jugador, Davids, que el Barça no tenía", dijo Txiki Begiristain, el secretario técnico.

La reorganización en el campo ha sido decisiva. Los técnicos insistieron en crear la superioridad numérica en el medio campo con Xavi, Cocu y Davids: se ganaba un medio a cambio de un delantero y se le daba libertad a Ronaldinho. La llegada del holandés coincidió con la recuperación del brasileño tras su lesión. Consciente de que no tiene muchos jugadores desequilibrantes, Rijkaard sometió a Ronaldinho a una preparación física específica para que esté siempre a punto. La situación límite llegó tras perder media Copa, en casa, ante el Zaragoza y Rijkaard sufrió la presión del entorno. Pero Kluivert marcó un 25 de enero en Sevilla (0-1) y la fiesta sigue en la Liga. "La clave del éxito es que el equipo ha trabajado y no ha acusado las bajas", anunció Rijkaard. Tiene razón: Kluivert se lesionó y el mejor Saviola le relevó con ocho goles. Se rompió Puyol y surgió Oleguer, la gran revelación. Quedaba sólo una asignatura: Rijkaard dijo que el equipo se presionaba en exceso en el Camp Nou y, por fin, llegó el espectacular juego ante el Málaga, justo antes del clásico.

"Hay que mantener los pies en el suelo, ir partido a partido y punto a punto. Y, si los demás van despacio, tendremos una oportunidad", afirmó ayer Ronaldinho. No es un tópico. Es una estrategia de Rijkaard, que ha sabido abstraer a su equipo de la presión y le ha invitado a pensar sólo en el día a día.

Decían el pasado verano en Holanda que una de las mejores virtudes de Rijkaard es la de ser un gran psicólogo. Nada que ver con la actitud marcial de Louis van Gaal. "Habla, dialoga, reflexiona y razona en una voz baja y suave ¿Cómo te puedes enfadar con él?", le describió un jugador mientras otras personas del club extrapolan la comparación de forma metafórica al cambio Aznar-Zapatero. Rijkaard no necesita gritar porque, por su experiencia como gran jugador, tiene autoridad moral. A Gerard le borró en Eslovaquia de la alineación por entrar en el estadio hablando con el móvil; a Motta le dejó sin jugar en Atenas tras ser expulsado en Anoeta; ha prescindido de Kluivert, triunfador el domingo, y ha recuperado anímicamente a Luis Enrique. Casi nadie se le ha rebelado. Ni Rüstü, que llegó como gran fichaje. Sólo Quaresma y Mario han alzado su voz. Tres meses después de rozar la tragedia, Rijkaard botó de alegría con el gol de Xavi. Fue el primero en saludar a Queiroz, que se tapó la cara con las manos. "Aún no me lo creo", decía el holandés en el aeropuerto.

Joan Laporta, sonriente junto a Sergio García (a su derecha), Iniesta y Víctor Valdés.
Joan Laporta, sonriente junto a Sergio García (a su derecha), Iniesta y Víctor Valdés.RAFA SEGUÍ

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