La danza del matador en el glaciar
Nuevo golpe de Contador, que ya aventaja en más de tres minutos a Nibali en la general
"No es que tengan miedo, es que no tienen piernas", sentenció el viejo Ferretti, sabio, la víspera, cuando el Grossglöckner no era aún más que una sombra, una silueta grisácea con copete blanco al otro lado de la frontera, antes, mucho antes, de que Contador se pusiera de pie sobre los pedales para danzar, de nuevo, ágil, ligero, hermoso, a la luz del glaciar bajo la fina lluvia, mientras sus rivales, como si estuvieran enganchados a la bici con un yugo, bajaban la cabeza y se arrastraban sobre el asfalto, la rueda trasera un arado que los frenaba.
Partiendo pues del aserto del sabio Ferretti, un director de otro tiempo que sigue viendo el ciclismo con ojos jóvenes, curiosos, partiendo de su demostración práctica en el baile matador con el que Contador dio un nuevo golpe al Giro, ¿cómo construir el relato del tríptico dolomítico, tan terrible en el libro de ruta, en los corazones de los ciclistas, sin partir del principio de que, una vez más, como cuando su ataque inesperado por lejano, por temprano, en el Etna, volvió a subvertir las reglas de la dramaturgia? Un tríptico es un tríptico, ¿no?, tres actos, como en una ópera, como en una tragedia.
Rujano no tuvo que luchar: tras colaborar en la fuga, el de Pinto no le disputó la etapa
Los jueces decidieron suprimir por seguridad el temido Crostis previsto para hoy
El primero, el que debería haberse representado ayer, la subida irregular del gran campanario, tendría que haber servido para, una vez presentados los personajes, tejer las sutilísimas líneas del conflicto que los debe enfrentar; el segundo, el Zoncolan, el monte más simbólico, hoy, -finalmente los jueces suprimieron el Crostis por motivos de seguridad y, con ello, uno de los grandes temores de Contador, el ataque de Nibali en el descenso- para que el conflicto estallara desgarrado; la resolución, catártica o climática, depende, mañana, en la etapa más dura, la del Gardeccia. Como decían las antiguas, las cuentas hay que hacerlas al final de la serie.
Sin embargo, en una bis repetita de lo que ocurrió hace seis días en las laderas del volcán siciliano, el primer día dolomítico fue una versión corregida y aumentada del día del Etna. El mismo inicio -un equipo que busca ganar una etapa, y todos salvo Contador se conformarán con ganar una etapa o un sitio en el podio, a la sombra, hace el trabajo duro y pesado: en el Etna, el Lampre de Scarponi; ayer, el Euskaltel de Anton-; el mismo fogonazo -en el Etna, Contador, guiado por la intuición, fue el primero en atacar; ayer, esperó a ver dónde llegaban Scarponi, Rujano y Anton, los únicos que tuvieron el valor, las piernas, para intentar atacar: al comprobar que no hacían hueco y que Nibali, desolado a su rueda, bastante hacía con aguantar, a 10 kilómetros de la meta se puso de pie sobre la bici-; el mismo núcleo duro -él y el diminuto venezolano Rujano, el único que puede acercarse a su nivel subiendo-, pero, mínimamente diferente desenlace: en el Etna, un problema mecánico privó a Rujano, el amigo de Chávez, que espera que su presidente le patrocine como al piloto Pastor Maldonado, de luchar por la victoria. Ayer, ni tuvo que luchar: después de conseguir que colaborara en la fuga, el de Pinto no se la disputó.
"No se trataba de ganar la etapa, sino de sacar las máximas diferencias", dijo Contador, quien, sumando los 12s de bonificación, aventajó en 1m 48s al grupo de Nibali y Scarponi, quienes ya están a más de 3m en la general, y quien no tiene en cuenta para nada las reglas del arte dramático. "He aprovechado las oportunidades que he tenido porque ir por delante siempre es bueno, por no arrepentirme más tarde de haberlas dejado pasar. Desde fuera se ve todo muy fácil, pero no lo es. He sufrido lo increíble. Para nada está todo decidido".
En el podio, bajo la mirada complacida de Eddy Merckx, el caníbal, que se ve reflejado gustoso en su ambición, su carácter y su clase, Contador entra y sale para recibir maglias de todos los colores. Ya lleva la rosa, la roja de la regularidad y la verde de la montaña. Las tres más importantes. Todo brilla a su alrededor en el Giro, pero fuera de él, una sombra acecha: el primer lunes de junio, apenas una semana después de terminar la carrera italiana, sin tiempo para celebrar, el caso del clembuterol se verá en Lausana ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS). La decisión llegará antes del Tour.
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