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Reportaje:Ciclismo | Milán-San Remo

Cómo cambia la vida una 'classicissima"

Miguel Poblet, el primer español ganador de la gran carrera italiana, recuerda su triunfo de hace 50 años y sus duelos con Van Looy y Van Steenbergen

Carlos Arribas

La Milán-San Remo (Eurosport, 15.00) cumple 100 años y Miguel Poblet, que la ganó por primera vez hace 50, no está aquí, en la capital de Lombardía, para verlo. El ex ciclista español, de 79 años, se operó hace poco de cataratas y no ha podido honrar la invitación a las celebraciones. Tampoco se ha perdido mucho.

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Deslumbrados por el reflejo del débil sol en el mar de agujas de mármol del Duomo, bajo las arcadas de la galería, la bóveda de cañón y las vidrieras, el octágono de los chaflanes de Prada, Louis Vuitton, Mercedes y McDonald's, cuatro turistas despistados, dos japoneses sin cámara, dos mochileros con legañas, se solazan con el suave jazz de Gigi Cifarelli y se sorprenden al ver una tribuna, una pantalla gigante y varios ciclistas desfilar. Ni todos ni los mejores. Unos cuantos. Los equipos que se sentían obligados, los que no han querido entender que debajo de la idea de los organizadores -recuperemos la tradicional presentación, acerquemos los corredores a los aficionados- se escondía un chantaje emocional, una utilización de la historia sentimental como arma en la lucha de poder que ahoga al ciclismo. La mayoría lo entendió así y no participó. Óscar Freire hizo mutis.

Qué tiempos éstos en los que hay que analizar el deporte más épico en claves casi marxistas. Hace 50 años no era sí. Hace 50 años, cuando Poblet deslumbraba con el maillot del Ignis, la clave era la lucha por la supervivencia.

A Poblet le cambió la vida la victoria en la Milán-San Remo de 1957 -la primera gran clásica, el primer monumento del ciclismo, ganado por un español y el único hasta que en 2004 repitió Freire- y su triunfo cambió a un equipo que, de hecho, había desaparecido. Hace 50 años, en los días del Tratado de Roma, del Sputnik, Poblet abría al pueblo español la única ventana a lo que pasaba fuera de las fronteras. "Yo corría en el Faema español, pero en la San Remo participaba el Faema belga, en el que mandaba Van Looy, que sólo quería belgas", cuenta Poblet, quien pasó de ser El Bebé de Montcada por sus mofletes, por su pueblo, a convertirse, la cabeza una bola de billar desde joven, en La Flecha Amarilla o, simplemente, Mig en honor del caza soviético, tan veloz como él, tan despiadado, cuyo prototipo llenaba los periódicos. "Así que como independiente me fui a Italia porque quería correr las clásicas y tuve la suerte de que el comendatore del Ignis había decidido desmantelar al equipo, que no ganaba nada, e invertir en el baloncesto. Pero el director aún seguía y tenía los coches y los mecánicos. Y no le costó enrolarme a mí y unos cuantos", rememora.

Con ese Ignis ganó Poblet la Milán-Turín y la Milán-San Remo, una carrera igual de larga que la actual, cercana a los 300 kilómetros, pero que entonces se decidía en los cabos -de allí salió la fuga que llevaba, entre otros, a Poblet y De Bruyne, ya que aún no se habían introducido el Poggio y la Cipressa. "El comendatore se enteró de la victoria y se le quitó la idea de cerrar el equipo. Y yo, que me había desencantado del Faema, me quedé con él para siempre", dice Poblet, que, en vez de sueldo, recibió un Alfa Romeo y una generosa prima.

Pese a lo que podría parecer, Poblet no era ningún desconocido. Ya había ganado etapas en el Tour -fue el primer español que consiguió, en 1955, vestir el maillot amarillo- y en el Giro. Ya era temido por los dioses del sprint de la época: Van Steenbergen y Van Looy. Pero, sin equipo, debía ganarse la vida entre los lobos de las llegadas. "A Van Steenbergen, que arrancaba muy lejos, le intentaba pasar con el último golpe de riñón", recuerda; "Van Looy, con su guardia roja, era más cuco. Colocaba a dos lanzadores delante y a otros dos detrás para que nadie pudiera coger su rueda". En 1958, Van Looy le superó en la San Remo y De Bruyne en la París-Roubaix. Pero en 1959 Poblet volvió a imponerse en vía Roma, ante Van Steenbergen.

La lucha por la supervivencia continuó para Poblet tras retirarse. Colaboró en la instalación de una fábrica de frigoríficos Ignis en Barcelona. Para ello debió engrasar con su fama los engranajes del franquismo. "En la época del Caudillo no podía haber empresas con más del 50% en manos extranjeras y hubo que superar problemas", explica. Pero nada habría sido posible si no hubiera ganado, hace 50 años, la edición del cincuentenario de la classicissima, la carrera que le cambió la vida.

Miguel Poblet se impone al <i>sprint</i> en la clásica Milán-Turín de 1957, año en que también ganó la Milán-San Remo.
Miguel Poblet se impone al sprint en la clásica Milán-Turín de 1957, año en que también ganó la Milán-San Remo.PUBLIFOTO

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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