Motu propio
Voy cogiendo la tónica de no mencionar siquiera al ganador de la etapa del día. Quizá tampoco sea pertinente, para eso están las crónicas. Pero es que además hay veces en las que es por puro desconocimiento. Dentro del pelotón se ven muchas cosas que pasan inadvertidas para el telespectador, pero también éste último ve detalles en la resolución de la etapa de los que nosotros ni nos enteramos. Sobre todo en las etapas de montaña, en las que los culogordos como yo bastante tenemos con llegar a la meta dentro del tiempo límite después de haber hecho nuestro trabajo.
No ocurre lo mismo en las cronometradas. Coges tu bici, calientas en el rodillo, te preparas y te diriges a la rampa de salida, tres, dos, uno... salida, y te haces todo el recorrido como es de rigor. Los demás pasarán más tarde por el mismo ritual. Luego vas para el hotel, te hidratas y te duchas, y acto seguido te llaman para el masaje. Una vez allí enciendes el televisor y ves a tus compañeros, a tus rivales o a la gran mayoría que no son ni lo uno ni lo otro, pasando por donde tú pasaste -y por lo que tú pasaste- hace ya un buen rato. Verás incluso sobreimpresionado de vez en cuando tu nombre cuando algún corredor se acerque al tiempo que tú marcaste en la meta.
Entonces puedes parecer un espectador como otro cualquiera, con tus filias y tus fobias, pero no, resulta que tienes información clave sobre la carrera: el viento, las curvas peligrosas, el piñón en el que debes subir ese u otro repecho, o dónde dosificar para no asfixiarte luego... Lo acabas de vivir de motu propio y tus neuronas todavía almacenan esa información.
Incluso puede que tu esfuerzo haya podido influir en cierta medida en el resultado de la etapa. Evidentemente, así es en el caso de que hayas marcado uno de los mejores tiempos, pero también puedes influir de otras muchas maneras.
Ayer por ejemplo yo salí un minuto antes que Quinziato, del Liquigas. Antes de salir le pregunté si iba a hacer la crono a tope, a lo que me respondió que ese era su deber, pues opta a una de las plazas de la selección italiana para esta especialidad en los próximos Mundiales de Varese. Ya desde ese momento supe que me alcanzaría, lo que no sabía era en qué kilómetro de los 42 posibles. Tranquilo, que cuando me pases no te voy a pestosear, le dije, te daré ánimos y poco más. Así que como a mí ni me iba ni me venía, salí bastante rápido para motivarle y que se le hiciese difícil alcanzarme. Lo hizo sobre el kilómetro 10, justo cuando yo adelantaba al corredor que había salido un minuto antes que yo. Me sorprendió, no esperaba que lo hiciese tan pronto. Me había comido un minuto en el primer cuarto de la etapa, y al francés que me precedía ya le había comido dos. Le di los ánimos que había prometido, aproveché unos kilómetros su estela y le vi marchar progresivamente. Éste gana hoy la etapa, le auguré a su director cuando me adelantó, va muy fuerte. Y no pudo ser al final, aunque anduvo bastante cerca. Hubiese sido una sorpresa para muchos, pero para mí no tanto; y yo además estaría ahora orgulloso de haber puesto mi granito de arena en esa victoria. Pero no, no pudo ser, Leipheimer y Chavanel tuvieron la culpa.
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