Kvitova, nueva reina de Wimbledon
La checa abruma a Sharapova, la campeona de 2004, y conquista Londres
Todas las cámaras, todos los flashes y todos los brillos que desprende el trofeo son para la checa Petra Kvitova, campeona de Wimbledon tras vencer 6-3 y 6-4 a la rusa Maria Sharapova. El partido decisivo puso a prueba la vigencia del tenis de la campeona de 2004. Puesta ante una oportunidad única, la de reverdecer su cuenta de torneos grandes en ausencia de las hermanas Williams o de la lesionada Clijsters, la exnúmero uno jamás tuvo dictado en el partido. Su saque fue un desastre. Su rival, un martirio.
A Kvitova le gusta compararse con el argentino Juan Martín Del Potro, un tenista que compite a pelotazos, pero se parece algo más a Rafael Nadal, el zurdo que devora mentes. Como el mallorquín, Kvitova aporta al juego sobre hierba un revés cortado diabólico, un saque abierto que desplaza a las rivales y las dudas permanentes, porque nadie, por mucho que se conciencie, es capaz de cambiar los esquemas que utiliza todos los días, preparados para adversarios diestros, cuando lleva ya un rato de desgaste enfrentándose a un zurdo.
La checa atacó una y otra vez el saque de la rusa, volcándose sobre la pelota igual que el toro se lanza hacia el capote. Fue mucho más agresiva que Sasha. Las pelotas de la rusa volaban 71 centímetros por encima de la red, según las estadísticas. Las de Kvitova, a 48. Una liftaba buscando seguridad y ritmo. La otra pegaba plano buscando las líneas.
Sharapova, sin embargo, vendió muy cara la derrota. Por dos veces entregó un break en la segunda manga, cuando ya iba con el agua al cuello. Por dos veces recuperó esa desventaja. A todo eso, rompiendo cualquier etiqueta, excediéndose como si estuviera en una cancha de baloncesto, asistió Sasha Vujacic, su prometido, que se levantó gritando, apretando el puño y celebrando sus pequeños triunfos.
"Desafortunadamente, no pudo ser", cerró luego la subcampeona con la voz entrecortada, al borde de las lágrimas. "Es difícil encontrar las palabras", le continuó la campeona, igual en la voz temblorosa, firme, sin embargo, durante todo el partido. No hay mejor resumen que el desenlace. La checa cerró el encuentro con un ace. Ganó el juego decisivo en blanco. Ni se inmutó ante el significado de lo que se le venía encima. Lo tiene todo para dominar el circuito: un gran saque, un golpeo violento, ganas de competir y una zurda tremenda. El tenis femenino la necesita.
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