Didier Drogba, hombre de paz
El capitán de Costa de Marfil ha jugado un papel fundamental en la pacificación de la guerra civil de su país
Didier Drogba (Abidján; 1978) es algo más que el capitán de Costa de Marfil. Es una pieza capital para la pacificación de su país. Todo empezó en octubre de 2005, cuando el equipo se clasificó por primera vez en su historia para un Mundial, el de Alemania 2006. Entonces, la televisión nacional del país africano, en el horario de máxima audiencia, conectó en directo con el vestuario del equipo, que acababa de derrotar a Sudán (3-1). Y lo que hasta ese momento era una celebración deportiva, se convirtió en un acontecimiento trascendental para la historia del país. Así lo quiso Drogba, que ahora también defiende la casaca marfileña en Sudáfrica.
Rodeado por sus compañeros, el capitán miró fijamente a la cámara y se arrodilló. "Ciudadanos de Costa de Marfil, del norte, sur, este y oeste, os pedimos de rodillas que os perdonéis los unos a los otros. Un gran país como el nuestro no puede rendirse al caos. Dejad vuestras armas y organizad unas elecciones libres", suplicó, consciente de que la nación llevaba tres años sumida en una guerra civil. Para ese mes se había anunciado la celebración de unos comicios pero, pese a la tregua firmada el año anterior, no se pudieron celebrar. Ante la incapacidad de los políticos para encontrar una solución al conflicto, la actuación de Drogba y de la selección de fútbol fue clave para la consolidación de la paz.
El país estaba dividido en dos: el sur, regentado por el gobierno, y el norte, dominado por los rebeldes. Drogba estaba decidido a unirlos. En 2006, recibió el premio a mejor futbolista africano y su primera decisión fue viajar con él a su país, a Bouaké, principal fortaleza de los insurgentes, para volver a pedir la unidad a su pueblo. Sería el preámbulo para el plan más ambicioso del delantero del Chelsea: la disputa de un partido de clasificación para la Copa de África en Bouaké al año siguiente, una zona en la que no se había jugado ningún encuentro de fútbol desde el inicio de la guerra.
Pese a las dificultades del proyecto las autoridades políticas y futbolísticas accedieron a su petición. No se trataba de un partido de fútbol, sino del intento de reconciliación de todo el país. De poner en práctica el "Perdonad, perdonad, perdonad" que Drogba había implorado de rodillas ante las cámaras de televisión. El 3 de junio de 2007, varios ministros del gobierno, escoltados por 200 miembros de las tropas leales a él, entraban en Bouaké, territorio con el que llevaban cinco años en guerra, para ver el partido. Antes del encuentro se vivió una escena que hace meses hubiera sido imposible: los ministros y los líderes rebeldes cantaron juntos el himno nacional. Costa de Marfil derrotó 5-0 a Madagascar, un triunfó que un diario local tituló como: "Cinco goles para borrar cinco años de guerra".
Pese a que la situación en el país todavía se encuentra lejos de estar normalizada, la relevancia del trabajo de Drogba no ha pasado desapercibida. La ONU le ha nombrado Embajador de Buena Voluntad y este año la revista "Time" le ha incluido entre las 100 personas más influyentes del mundo, una lista en la que no ha entrado ninguno de los políticos que intervienen en el conflicto. Durante este tiempo los dirigentes han firmado hasta 14 acuerdos de paz en ciudades fuera del país. Sin embargo, ninguno de ellos ha logrado tener la trascendencia y la capacidad de unir a su pueblo que tuvo el partido apadrinado por Drogba en Bouaké.
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