Para todos los públicos
Unos se pueden engañar más que otros pensando (y afirmando) que lo que se está intentando crear es una obra de arte y que lo demás no importa, pero está claro que el objetivo de la inmensa mayoría de las producciones cinematográficas es llegar a un sector de público lo más amplio posible. Sin embargo, cuando esa meta se pretende conseguir a través de la mezcla de ingredientes que chocan como el agua y el aceite, el resultado siempre se deja notar.
Los responsables de Los padres de él han querido reunir en los cines donde se proyecta su película al público que busca la carcajada fácil y el humor más gamberro, al amante de la comedia de color blanco con un toque romántico y al espectador que busca un humor supuestamente más inteligente. Y parece que lo han logrado, al menos en Estados Unidos, donde el filme lleva recaudados más de 250 millones de dólares. Quizá hayan conseguido dar respuesta a una cuestión en principio irresoluble: ¿Qué significa la frase "para todos los públicos"? Pero lo han alcanzado a costa de una irregularidad tan ostensible que acaba por rebajar en gran medida los méritos de la película.
LOS PADRES DE ÉL
Dirección: Jay Roach. Intérpretes: Robert de Niro, Ben Stiller, Dustin Hoffman, Barbra Streisand, Teri Polo. Género: comedia. EE UU, 2004. Duración: 115 minutos.
Jay Roach, director de la primera entrega (Los padres de ella, 2000) y de la serie Austin Powers, y Ben Stiller, el cómico de moda en medio mundo, son los encargados de aportar los ingredientes necesarios para enganchar al público más alborotador, ése que sigue pensando (equivocadamente, a pesar de algún gag magnífico) que Algo pasa con Mary es una obra maestra de la comedia. Mientras que los fichajes de Dustin Hoffman y Barbra Streisand, unidos a Robert de Niro, tienen como propósito encandilar al espectador más adulto.
Sin embargo, la excesiva amabilidad de las escenas protagonizadas por Streisand o las canciones de clásico musical americano que acompañan a las transiciones entre secuencias se dan de bruces con el absurdo cameo de Owen Wilson y con el Ben Stiller más sobreactuado (el discurso provocado por el suero de la verdad es de lo peor de la película). De modo que resulta imposible pasar de un gag de corte radical como el del perro atascado en el váter a otro tan facilón como el del partido de fútbol americano sin que se resientan (para mal) las neuronas.
Incompatibilidad
La relativa novedad de la primera entrega (que tampoco era tal, pues se basaba en gran medida en un éxito tan histórico como El padre de la novia, de Vincente Minnelli) ha pasado a mejor vida pero, a pesar de ello, las secuencias que mejor siguen funcionando (algunas de manera desternillante) son las que explotan la incompatibilidad entre el suegro De Niro y el yerno Stiller.
Por el contrario, se ha desaprovechado la oportunidad de indagar en la comicidad del contraste político entre las dos Américas, representadas por el liberal a ultranza que encarna Hoffman y el ex espía de la CIA que interpreta De Niro.
Pero sólo en los créditos finales, a modo de "no se vayan todavía que aún hay más", se hace un chiste de carácter político y no meramente social, cultural o familiar. Quizá sea el precio que haya que pagar por querer contentar a todos y no pretender herir a nadie más de la cuenta.
Babelia
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