Una terapia más que peligrosa
En realidad, esta película, producida por el mismo Adam Sandler que aparece en la cabecera del elenco, parece construida a la medida de este nuevo y, por cierto, excelente exponente de la vieja aunque siempre renovada tradición del humor judío americano. Ya saben: una comicidad que hace de la réplica verbal veloz, el juego con el doble sentido de las palabras y un masoquismo tan asumido como, en el fondo, narrativamente productivo, su propia y radical razón de ser. Sandler, un hombre-orquesta del espectáculo que igual escribe que produce, dirige que interpreta y hasta compone música; que conoció el éxito con productos claramente menores (El
chico ideal, Un papá genial, Estoy hecho un animal o la reciente, y bien olvidable, actualización del clásico Mr.
EJECUTIVO AGRESIVO
Dirección: Peter Segal. Intérpretes: Jack Nicholson, Adam Sandler, Marisa Tomei, Luis Guzmán, Woody Harrelson, John Turturro, Lynne Thigpen. Género: comedia, EE UU, 2003. Duración: 110 minutos.
Deeds, de Frank Capra), parece aquí empeñado en colocarse al lado de un monstruo de la interpretación, y a ver qué pasa. Y lo que pasa es algo al mismo tiempo excitante y descorazonador, divertido y frustrante.
Concebido como un vehículo para explotar el masoquismo del arquetipo más común encarnado por Sandler (aquí, una víctima de un conjunto de casualidades que siempre actúan en su contra, hasta hacerlo carne de tribunal y reo de una terapia antiviolencia que lo pondrá en manos de un peculiar, siniestro, desopilante psiquiatra), Ejecutivo agresivo sitúa frente a frente a nuestro hombre nada menos que con Jack Nicholson, tal vez el más formidable de los actores veteranos del actual cine americano... en el que, por cierto, no faltan, ni han faltado nunca, excepcionales intérpretes.
Criatura atenazada por complejos que se explican prístinamente en la primera cómica secuencia del filme, sometido a terapia por alguien a quien el paciente, y con él el espectador, no tardará en calificar como un peligro público, Sandler experimentará vejaciones varias, será sometido a duras pruebas en las que saldrá vapuleado y con la autoestima por los suelos. De esas vejaciones nos reímos, y contra lo que pudiera parecer a simple vista, no con las desgracias del personaje: al quedar instalado desde buen principio en el cómodo papel del protagonista, y al confundir su punto de vista con el nuestro, sabemos en todo momento que jamás seremos defraudados con las penalidades del héroe.
Humor sádico, pues. Pero no sólo eso: de lo que más se disfruta en el filme es con la impresionante exhibición de Nicholson y de Sandler, que parece crecerse ante la presencia de la gran estrella. El papel asignado a ésta es, hay que decirlo, un caramelo para el desenfrenado, histriónico camaleón que es Nicholson; y le saca todo el partido posible. La frustración, no obstante, tiene que ver menos con la creación de ambos personajes que con algunas de las peripecias, y sobre todo, con el final tan desacomplejadamente falso y ternurista por el que opta el guionista, David Dorfman, y pone en escena el director, Peter Segal, un especialista en estas lides (Agárralo
como puedas 33
½, El profesor chiflado
II). Lo que le falta a esta comedia para ser realmente un acabado ejemplo de buena química entre dos grandes intérpretes es justamente eso: una mayor dosis de mala uva, una menor contemporización con la facilidad y los buenos sentimientos. Una pena, toda vez que durante la mayor parte de su metraje el espectador de Ejecutivo agresivo tiene la sensación de estar ante una película que quedará en los anales, tontamente malograda por un insensato sentido de lo políticamente correcto..., que es como decir que por la temible consideración comercial actual de que el espectador es un ser moralmente desvalido al que hay que tutelar al precio que sea.
Babelia
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