El arte de la guerra
John Woo abandonó Hong Kong dejando el listón tan alto -su despedida fue una obra maestra tan influyente como Hard boiled (1992)- que su experiencia estadounidense ha sido objeto de un sistemático menosprecio que convendría poner en cuarentena. Entre otras cosas, porque la rotundidad de Acantilado rojo -su entrada en el cine chino por la puerta de la hipérbole- puede propiciar la consolidación de tan poco matizado juicio. En esos años de aparente despersonalización, Woo fue capaz de dialogar con Sam Peckinpah a través de la musculatura de Van Damme (Blanco humano), con Hitch-cock sobre el tablero de juegos de la paranoia marca Philip K. Dick (Paycheck) y de la película de acción desaforada (Misión: Imposible 2) y con John Ford mediante una heterodoxa hibridación de western y cine bélico (Windtalkers).
ACANTILADO ROJO
Dirección: John Woo.
Intérpretes: Tony Leung, Zhang Fengyi, Takeshi Kaneshiro, Chang Chen, Zhao Wei.
Género: bélico. China, 2008.
Duración: 131 minutos.
En Acantilado rojo, Woo bate, con la acción combinada de visceralidad y estilo, los amaneramientos esteticistas de las películas que Zhang Yimou ha consagrado a la recreación de un pasado épico. La mala noticia es que la superproducción de Woo llega a las pantallas españolas en su condensada versión internacional, que comprime las casi cuatro horas de metraje del original en 131 minutos: queda la sensación de estar contemplando las ruinas de una obra maestra, afeadas por una narración en off y por un exceso de encadenados en sus secuencias íntimas. El cineasta, que encontró su identidad como coreógrafo de la violencia, encuentra su espejo en los personajes de esta película, que contemplan la guerra como un arte sutil, donde los elementos -la arena, la luz, la niebla- se convierten en aliados para la victoria. Es una lástima que no podamos apreciar el espectacular triunfo del cineasta en toda su magnitud.
Babelia
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