Territorio de decepción
Delicado exorcismo autobiográfico sin ningún espacio habilitado para la nostalgia, Adventureland teje su narrativa alrededor del recuerdo de un verano decisivo en la trayectoria vital de su personaje protagonista, posible eco de un joven Greg Mottola que también invirtió un paréntesis estival en un purgatorio en forma de tronado parque de atracciones de suburbio.
El recuerdo de la estimable Supersalidos (2007) -comedia que combinaba la buena mano de Mottola para el detalle de apariencia trivial y esencia reveladora con la tendencia a la inflamación narrativa de los productos Apatow- no es la mejor puerta de acceso a la brillante y precisa Adventureland, que, definitivamente, juega en otra liga, quizás cercana a la del Noah Baumbach de Una historia de Brooklyn (2005), otro trabajo que, como éste, se diría recorrido por la sombra de Antoine Doinel. La zona de tránsito a una envenenada madurez que centra la historia de Adventureland no es territorio de aprendizaje, sino de decepción, y Mottola logra evocarla sin resentimientos, ni autoengaños.
ADVENTURELAND
Dirección: Greg Mottola. Intérpretes: Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Ryan Reynolds, Martin Starr, Bill Hader, Kristen Wiig.
Género: Comedia. EE UU, 2009. Duración: 107 minutos.
En una de las escenas, una botella de alcohol y un cruce de miradas entre padre e hijo bastan para que el subtexto emerja como un manantial de agua clarísima ante los ojos del espectador. En otro momento, la confusión sobre el título de una canción de Lou Reed remata de manera magistral el retrato de un personaje clave. Adventureland no subestima en ningún momento al espectador y logra mostrar con precisión absoluta, y sin aparente trampa, aquello que no se ve: cómo nace, crece, se desborda y peligra el proceso de enamoramiento entre el protagonista (Jesse Eisenberg) y ese objeto de seducción que Kristen Stewart carga de una densidad que sus registros en la saga Crepúsculo no permitían intuir.
Babelia
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