Sangre rosa
Han pasado 30 segundos y los autores ya están manifestando la esencia de su película. Un primer plano de su protagonista femenina la muestra junto al libro que ejerce de guía: Romeo y Julieta. En la saga Crepúsculo hay vampiros, sangre, misterio y acción. Daños colaterales. La clave del éxito es el romance, el hervor adolescente, expuesto a través de variados elementos clásicos del comportamiento juvenil, a caballo entre la trascendencia y banalidad: la individualidad, el coqueteo con el peligro, el gusto por la contradicción y la exposición de un buen bíceps en el momento justo. Cuál es trascendente y cuál banal deberá decidirlo el público, pero el destinatario principal es el femenino. Confrontar el rostro ojeroso y el cuerpo mundano de Kristen Stewart con el despliegue de los efebos Pattinson y Lautner advierte del objetivo de Luna nueva, segunda entrega de la serie: mostrar a las féminas el contenido de su presunto imaginario colectivo.
LUNA NUEVA
Dirección: Chris Weitz.
Intérpretes: Kristen Stewart, Robert Pattinson, Billy Burke, Taylor Lautner.
Género: romance. EE UU, 2009. Duración: 130 minutos.
En comparación con la primera, la secuela aporta el buen gusto en la fotografía de Javier Aguirresarobe, que ha enterrado los infames filtros azul grisáceos, e incide en lo mejor de la saga: ese contraste entre luces y sombras (mentales y físicas), que ya está en la base del texto de Shakespeare ("más blanco que la nieve en el lomo de un cuervo", decía Julieta sobre su amado). En cambio, Paul Weitz fracasa una vez más en la escenificación de la violencia: grandilocuente, vacía, irreal, sin brío. Y peor aún resultan su ritmo monocorde, plúmbeo más que apesadumbrado, y un final anticlimático, cortante y barriobajero.
Babelia
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