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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retrato impreciso

Hay cosas excelentes -viveza y claridad didácticas, sobre todo en el recuento sintético de la historia de la Cuba castrista, y secuencias brillantes y bien resueltas, giros sabios y astutos, cambios de ritmo trazados con maestría, buenísimos pasajes que dejan ver delante de la cámara a un notabilísimo actor y detrás de ella a un filmador pletórico de recursos- en el tú a tú que Fidel Castro y Oliver Stone mantienen en Comandante. Pero el filme, como conjunto, pese a sus rasgos de solvencia, no es satisfactorio. Deja adherida al fondo de la retina, una vez visto, una última sensación de insuficiencia e incluso el sabor de una componenda, o amaño o cálculo previo.

No escatimó Stone celuloide en la elaboración de su documento sobre el líder cubano y montó con sagacidad y lupa una apretada hora y media de las más de 30 que manejó en los engranajes de esa moviola en que es un virtuoso. Tampoco escatimó Fidel Castro su desbordante inteligencia y su ingenio para el regate verbal, de forma que su legendaria elocuencia se deja ver, por ejemplo, en algunos comentarios sobre cine y en golpes (algunos dicen que ya dichos) de ironía, como aquél de que "en Cuba hasta las prostitutas se gradúan en las universidades". Y acierta Oliver Stone cuando introduce en la secuencia, con un sólido dominio de la gradualidad, algunos hilos conductores del fondo histórico del documento que construye, como la viva y admirablemente montada aparición y posterior despliegue de la figura del Che.

COMANDANTE

Dirección: Oliver Stone. Guión: Oliver Stone. Intérpretes: Oliver Stone y Fidel Castro. Fotografía: Carlos Marcovich y Rodrigo Prieto. Música: Alberto Iglesias. Género: documental. España, 2003. Duración: 95 minutos.

Abusa Stone en ocasiones de combinaciones y engarces de tomas cortas y hechas en movimiento -cuerda floja en la que suele ser un experto funámbulo- lo que a veces crea impresión de rizo, adorno, jugueteo y alarde de montador diestro. Pero lo cierto es que este despliegue de virtudes y calidades profesionales y técnicas distrae la mirada de lo sustantivo, que es la indagación del cineasta en aspectos inéditos o poco conocidos de la vida no pública y la personalidad del político. No sería justo tildar a Comandante de reverencial hacia Castro, pero al filmador Stone se le nota cautivado por el gran actor que tiene delante, y esto no es bueno para el fondo de las imágenes, porque ese actor es, por accesible que se muestre, la fachada hermética del Poder en estado puro y en persona, una persona a la que sólo es posible descifrar si la cámara le indaga desde una sagrada distancia interior.

De ahí el poso de imprecisión -no se discierne bien qué hay de verdadero documento y qué de oculta ficción en el juego- que se escapa de la mirada de Stone, que no logra trazar en la pantalla de forma nítida y, por ello, plenamente convincente la frontera entre la espontaneidad y el artificio, hasta el punto de que hay en Comandante roces y encuentros entre el político y el cineasta donde se perciben comportamientos, réplicas, gestos y situaciones que parecen, aunque obviamente no lo son, ensayadas. Son gajes forzosos de la osadía de filmar, desde la lógica del documento, a un personaje con la formidable pegada histriónica de Fidel Castro sin usar frente a su gestualidad celuloide introspectivo pasado por un baño de incredulidad y ácido escéptico. Stone hace un solvente trabajo exterior, exploratorio, del complejo personaje, pero ante esta complejidad se queda inevitablemente corto, porque, aunque Castro se ve obligado a veces a defenderse de los cepos que le tiende Stone ("Soy un dictador de mí mismo", dice con sorna ante la dejada de una gota de dulce veneno del cineasta), éste (pudiendo hacerlo) nunca le pone en un verdadero aprieto.

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