Naturaleza de francotirador
Con Nómadas (2001) y Sobre el arco iris (2003), el joven director Gonzalo López-Gallego abrió un estimulante e insular discurso creativo que permitía vincularlo a esa desarticulada tradición de francotiradores que recorre la historia subterránea del cine español. Su poética recogía la herencia del más ilustre de esos francotiradores -Iván Zulueta, por supuesto-, dialogaba con nuevas formas de expresión impulsadas por la revolución digital y sugería vínculos de parentesco con algunas de las modalidades más radicales de nueva autoría.
Lo que se suele llamar la industria del cine español no ha tenido casi nunca el olfato (o el atrevimiento) suficiente como para reparar en que, tras esos francotiradores, podrían esconderse algunos de sus futuros efectivos, capaces de armar trabajos con carisma comercial lejos de la inercia y el lugar común. Que Gonzalo López-Gallego haya firmado una película como El rey de la montaña, equipada para luchar, defenderse y gustar fuera de los circuitos del cine de autor, es, pues, una buena noticia. También mala, especialmente para los incondicionales de ese primer López-Gallego: su extrema singularidad se ha perdido por el camino y, en el resultado final, la eficacia gana el pulso a la heterodoxia.
EL REY DE LA MONTAÑA
Dirección: Gonzalo López-Gallego.
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, María Valverde, Francisco Olmo, Thomas Riordan, Andrés Juste.
Género: thriller. España, 2007.
Duración: 90 minutos.
Ejercicio de horror minimalista y casi abstracto, aproximación nada sermoneadora a la contemporánea banalidad de la violencia y al clásico cuestionamiento de las fronteras entre civilización y barbarie, El rey de la montaña coloca a dos personajes dibujados con deliberada (aunque algo irritante) economía de trazo bajo el fuego de un grupo de enemigos invisibles. A este crítico le hubiese gustado apreciar algo más que precisa ejecución técnica y dominio del lenguaje visual en este trabajo que amplía el horizonte de expectativas en la trayectoria de López-Gallego, pero también abre esa peligrosa puerta capaz de abducir al autor posible para devolverlo irremediablemente convertido en profesional.
Babelia
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