Encuentros inesperados
Llega a nuestras pantallas tras una odisea propia de las dificultades económicas que afligen a los cines nacionales latinoamericanos, pero también gracias a sus indudables virtudes. Ópera prima de una joven directora argentina, Paula Hernández (nació en 1969), realizada después de largas, arduas peripecias gracias a que su guión obtuvo el crédito suficiente en varios concursos; ganadora más tarde de numerosos premios en festivales de medio mundo, Herencia es todo lo contrario de un filme hecho a partir de las estudiadas recetas del éxito: no apuesta por el glamour, presenta un diseño de producción más bien modesto, sus actores nos son perfectamente desconocidos, e incluso la anécdota que le da cuerpo es parca, por no decir superficialmente limitada.
HERENCIA
Dirección: Paula Hernández. Intérpretes: Rita Cortese, Adrian Witzke, Martín Adjemian, Héctor Anglada, Julieta Díaz, Cutuli, Carlos Portaluppi. Género: comedia, Argentina, 2001. Duración: 92 minutos.
Y, sin embargo, Hernández demuestra en ella que sabe cómo llegar a interesar al espectador con la narración de un encuentro más bien improbable, el de un despistado joven turista alemán de visita en Buenos Aires y una gruñona, aunque adorable, emigrante italiana ya entrada en años y que regenta, con más cabezonería y tesón que fortuna, un pequeño y familiar restaurante de barrio. Porque Herencia no oculta su modestia, pero sabe tocar la fibra; al fin y al cabo, su materia prima no es otra que los sentimientos. Y los aborda sin sentimentalismos.
La clave para entender por qué engancha una película como ésta tal vez resida en la propia extrañeza de los personajes. Tengan la edad que tengan, todos los que campan por el relato parecen estar incómodos haciendo lo que hacen; se diría que ansían, ante todo, la ocasión de vivir otra vida: casi como cualquier espectador potencial de la película, a decir verdad.
Inmediatos y cercanos
Así, la identificación con sus peripecias resulta en todo punto natural: sin necesidades de adornar con aditamentos tramposos a unos personajes que sufren las vicisitudes de la vida (al alemán le roban todo lo que tiene de valor en una pensión de mala muerte; la italiana arrastra una historia de amor inconclusa, aunque clara para el espectador desde el principio: Hernández juega, en este sentido, con la mayor honestidad), la directora los hace inmediatos, cercanos y comprensibles. E incluso se permite algún que otro guiño distanciador: el alemán, por ejemplo, resulta literalmente incomprensible en algunas de sus reacciones, hay que tener paciencia para entenderlo; la refunfuñona protagonista femenina resulta a veces hasta despótica, o por lo menos lo aparenta hasta que entendamos que detrás de tanto grito y tanto aire ofendido anida una mujer enamorada y un tanto desvalida; y el objeto de sus desvelos tarda prácticamente toda la película en darse por enterado de la historia en la que habita...
Tiene Herencia, en fin, la gracia de la peripecia humanizada por una mirada cómplice, cuidadosa con sus criaturas y más segura de lo que hace suponer el hecho de ser una primera película. Es una segura recomendación no sólo para los cada vez más numerosos amantes del cine latinoamericano, sino casi para cualquier ciudadano con capacidad de emocionarse.
Babelia
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