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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Desmadre a la española

Javier Ocaña

Con siete millones de euros recaudados en taquilla no hay quien se permita el lujo de no hacer una segunda parte. Más cuando hablamos de cine español. Y aún más si de lo que hablamos es de un producto puramente comercial y no de una obra con la más mínima ambición artística, social y/o emocional. Hablamos de Fuga de cerebros 2, nuevo intento de aproximación al cine juvenil americano y al lado salvaje, procaz e idiota siempre inherente a la adolescencia; una película mucho más trabajada que la primera, con momentos vergonzantes (si se parodia lo que ya tiene contenido autoparódico se llega a la explosión, al sonrojo), pero con un empaque de manufactura bien realizada que, ponemos la mano en el fuego, arrasará en taquilla.

FUGA DE CEREBROS 2

Dirección: Carlos Therón. Intérpretes: Adrián Lastra, Alberto Amarilla, Patricia Montero,

Paula Prendes.

Género: comedia. España, 2011. Duración: 105 minutos.

Hablamos de un producto comercial sin la más mínima ambición artística

Salvo la autenticidad, Fuga de cerebros 2 tiene poco que envidiar a la clásica película cafre estadounidense, esa que alimentada de sexo, escatología, alcohol, abuso de autoridad e incorrección política siempre ha funcionado en un público determinado, entre los 14 y los 18 años. Es tan mala (o tan buena, según se mire) como lo pudo ser Porky's, mito de los adolescentes de los ochenta, o American pie (mito de finales de los noventa). Una categoría a la que, por ejemplo, nunca se acercó, a pesar de su éxito, la primera entrega de Fuga de cerebros o, sin salir de España, otra cinta inspirada en la pura comercialidad de Hollywood: Spanish movie.

Carlos Therón sustituye a Fernando González Molina en la dirección demostrando, en su debut en el largo, una buena capacidad para el mantenimiento del ritmo de la película e incluso cierta fuerza visual, sobre todo en la excelente secuencia del desmadre lisérgico del protagonista en compañía de los suegros, plena de recursos formales, evidentemente inspirados en Miedo y asco en Las Vegas, de Terry Gilliam, pero puestos al servicio de un tipo de comicidad (y de público) opuesto al de la obra de escritor y periodista Hunter S. Thompson.

De modo que, a pesar de estar pasada de metraje y de que ciertas reiteraciones sean una losa (especialmente los chistes de pedos), las gracias del guion de Curro Velázquez y Álex Pina aúnan con solvencia, para bien y para mal, los dos grandes referentes cómicos de la juventud española: las cintas juveniles americanas y el sempiterno chiste cuartelero patrio sobre gitanos, sexo y aguas fecales. Y en su contraste reside parte de su gracia. Aunque para captarla haya que tener una edad muy concreta.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.
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