Controversia en Sodoma
Juan Marsé arremete contra la película sobre el poeta Gil de Biedma
La falta de costumbre aviva los ánimos. El cine español, muy rácano en esto de hurgar en las vidas de artistas a fondo, estrena 2010 con El cónsul de Sodoma, película bautizada ya con controversia, sobre uno de los poetas más importantes del siglo XX. Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) da para mucho. Una vida fuera de sitio, una obsesión de continua bajada a los infiernos, un perfeccionismo cabal de quien decía querer ser poema, no poeta, y la imagen de un creador muy vivo aun entre los suyos han originado ya un vendaval de adhesiones y ataques poco común.
El trabajo del director Sigfrid Monleón, protagonizado por Jordi Mollà, ha levantado algo así como parecido a la ira entre algunos de los escritores que conocieron bien a Gil de Biedma. Para muchos, el resultado distorsiona el espíritu y la carne del poeta. Se inclina hacia el hombre escabroso, propenso a las experiencias duras, asiduo de chaperos y bajos fondos, más que otra cosa. Juan Marsé abandera la corriente contraria. Aparece como personaje en El cónsul de Sodoma, pero abomina del resultado: "La película es peor que mala. Es una ofensa a la memoria del poeta por su estupidez y su grosería, algo que va más allá de su absoluta insolvencia cinematográfica", opina el autor de Últimas tardes con Teresa.
"Es un filme grotesco, falso, ridículo, sucio, pedante", dice el escritor catalán
Monleón: "Es una película sobre una buena persona que vive un mal guión"
No le ha gustado a Marsé nada verse en ella por insistencia de su agente, Carmen Balcells, que le envió un DVD. "Me resulta grotesca, ridícula, falsa, inverosímil, sucia, pedante, dirigida por un fallero incompetente y desinformado, mal interpretada, con diálogos deplorables. Es una película desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos", ataca el novelista barcelonés.
Sigfrid Monleón asegura que tiene más miedo de la crítica que de los literatos ante el estreno de la película, pero a juzgar por la reacción de Marsé, probablemente cambie las preferencias. "Yo he querido hacer una película sobre una buena persona que vive un mal guión: un país de pobre ambiente social e intelectual en el que, aun así, se empeña en dejar algo que merezca la pena, algo útil poéticamente hablando", afirma Monleón.
También Jordi Mollà se ha enfrentado al personaje con ese ánimo: "Es un desubicado, incluso con las personas más cercanas. Él mismo es su peor enemigo. Nunca encontró realmente su sitio. Ni en la clase en que nació, la alta burguesía catalana, ni en el país en el que vivió. La intimidad era el único territorio en el que se le podía reconocer a fondo", asegura el actor.
La intimidad y su poesía. Escasa pero primordial y reunida, por ejemplo, en la antología Las personas del verbo (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores). Un ejercicio permanente de cruda desnudez, de lucha contra los espejismos del pasado, de la juventud, del amor, del paso del tiempo. Un intenso viaje hacia la demolición de convicciones, buenas costumbres, solo fiel a la construcción de una identidad propia en poemas como Contra Jaime Gil de Biedma: "De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, /dejar atrás un sótano más negro /que mi reputación -y ya es decir-, /poner visillos blancos /y tomar criada, /renunciar a la vida de bohemio /si luego vienes tú, pelmazo, /embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, /zángano de colmena, inútil, cacaseno, /con tus manos lavadas, /a comer en mi plato y a ensuciar la casa".
La poesía era un arma de deconstrucción salvaje para Gil de Biedma. Un ejercicio de introspección basado en el estudio de sus resortes y la experiencia vital. Escribía lento. Ese mismo autorretrato se lo pasó una vez a su amigo Alberto Oliart, también poeta, ex ministro de UCD, hoy director de RTVE. "Le dije, creo que has escrito una obra maestra, Jaime. Él me respondió: 'Un año he tardado en hacerlo". Oliart no ha querido ver la película. No le interesan los aspectos morbosos, aunque cree que su bisexualidad fue un aspecto crucial en su vida. Algo que recoge el biopic, con la relación que Gil de Biedma mantuvo con Bel (Bimba Bosé), la mujer a la que amó profundamente y cuya pérdida, por accidente, le condujo a un intento de suicidio.
Tampoco Colita, fotógrafa de cabecera del poeta, ha querido ver la película. Eso que también aparece como personaje: "Ni la he visto, ni tengo ganas, creo que Jaime sale aburridísimo, pobrecito, con lo divertido que era. No me interesa nada y no quiero cabrearme", comenta.
Sí lo ha hecho Javier Alfaya, también amigo de Gil de Biedma. Y la defiende. "Es que el retrato es muy acertado. Jaime era así", asegura. Así de elegante y desenfrenado, así de altivo y pegado al barro. Tan adepto al comunismo en tiempos como heredero de una gran fortuna, tan ingobernable como disciplinado y devoto del estudio de la obra de sus poetas de cabecera, de Baudelaire a T. S. Eliot; de Pessoa y Antonio Machado a Auden.
También el poeta Luis Antonio de Villena está entre los partidarios de la película, aunque con reservas. "Es una película digna. Nueva para el cine español en el que hasta ahora, para definir a un personaje importante, debían hacerlo como a un santo de la iglesia. Aquí, Jaime aparece como era, desnudo de cintura para abajo, como diría él. Con sus sombras, su doble vida y su mala conciencia. Tiene errores, pero nos fijamos más quienes le hemos conocido, creo que el espectador que llegue a él mediante la película querrá leerlo y conocerlo más a fondo", comenta De Villena.
Babelia
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