'Blockbuster' social
En una de las escenas más poderosas de En construcción (2000), los futuros ocupantes de un flamante y lujoso edificio levantado sobre el barrio del Raval cruzaban sus miradas, como los visitantes de un planeta lejano, con las de los inquilinos del destartalado edificio de enfrente, eco del humilde pasado histórico de la zona. El esbozo de una nueva ciudad forjada en la asepsia propiciaba el puntual encuentro entre dos universos irreconciliables. De algo parecido quiere hablar Anthony Minghella en Breaking and Entering, su primera película con guión original desde su debut con la comedia romántico-fantasmagórica Truly Madly Deeply (1991). Pero el cineasta, a quien los hermanos Weinstein convirtieron en ampuloso adaptador de oscarizables Joyas Literarias para públicos mainstream, no puede evitar que su uso del sentimentalismo como instrumento de consolación de clase traicione el apuntado mordiente social de su propuesta.
BREAKING AND ENTERING
Dirección: Anthony Minghella. Intérpretes: Jude Law, Juliette Binoche, Robin Wright Penn, Vera Farmiga. Género: Drama. Reino Unido-Estados Unidos, 2006. Duración: 120 minutos.
Un robo provocará la fractura que pondrá en relación el mundo encapsulado de un arquitecto (Jude Law) dispuesto a convertir el distrito londinense de King's Cross en una utopía yuppie con el subsuelo impermeable a la integración que encarna una improbable refugiada bosnia (Juliette Binoche) con hijo delincuente. Pronto queda claro que a Minghella le interesa más lo sentimental que lo social: ese forzado viaje hacia abajo del profesional de clase alta, incomunicado con su depresiva esposa sueca (Robin Wright Penn) y con su hijastra autista (Poppy Rogers), que descubrirá la vida y la culpa entre conversaciones nocturnas con prostitutas (Vera Farmiga) y escarceos atormentados en camas prestadas. En una pirueta conceptual cercana a lo risible, Minghella se llegará a preguntar si no es mayor delito robar el corazón de una mujer solitaria que el laptop de un profesional de altísimo poder adquisitivo.
Mirada de turista
En Breaking and Entering, la simulación infográfica del futuro arquitectónico de King's Cross no funciona como ominosa auto-utopía esterilizada, sino como esbozo de un mundo feliz que ha dejado, de un modo que no resulta del todo irreparable, el factor humano fuera de la ecuación. Minghella no pisa el mismo suelo que el Guerín de En construcción: tampoco se mueve en los territorios limítrofes de aquel inconcluso cómic de mil páginas (Big Numbers) que soñó Alan Moore o de las envenenadas disecciones de la contemporaneidad que anda explorando J. G. Ballard en el último tramo de su trayectoria literaria. Lejos, también, de los airados precedentes del free cinema y de la voluntad de cuestionamiento de los últimos autores empeñados en formular un nuevo cine social británico (Ken Loach, Mike Leigh y, ocasionalmente, Stephen Frears), Minghella desciende a pie de calle con la mirada del turista dispuesto a vivir su particular experiencia de la culpa en un entorno regido por la marginalidad y la diferencia. Su propuesta parece acuñar un nuevo subgénero que podría bautizarse como el blockbuster social, pero al que no se le intuye demasiado futuro: su filme, más al servicio del star-system que de la desestabilización de las expectativas de su público natural, no es otra cosa que un bienintencionado drama de sentimientos que vende emoción antes que mensaje.
Sería injusto no reconocer que el cineasta, de maneras todavía aparatosas en El paciente inglés (1996), parece haber conquistado aquí la fluidez narrativa del buen escritor de best-sellers y que este crítico agradeció puntualmente su renuncia al tremendismo y a los golpes de un fatum que tenía la puerta abierta en, al menos, dos ocasiones. Con todo, el desenlace, que parece transcurrir en un mundo maravilloso de policías desdoblados en asistentes sociales y esposas comprensivas, deja claro el propósito último de Breaking and Entering: proponer una experiencia virtual de turismo de clase con opción a lavado final de conciencia.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.