Americanas en Barcelona

Con motivo del 150º aniversario del nacimiento del famoso arquitecto catalán Antoni Gaudí (1852-1926) y la celebración del año que conmemora esa fecha, el prolífico productor Andrés Vicente Gómez ha hecho Tardes de Gaudí. Una de esas películas, a la que cada vez es más aficionado, filmada en inglés con, en esta ocasión, actrices y directora norteamericanas, pero rodada en España, en concreto en Barcelona, con un equipo nacional.

A partir de una novela de la desconocida Barbara Wilson, convertida en un endeble y repetitivo guión por James Myhre y Joaquín Oristrell, tras más de seis años de intentos fallidos, la productora y directora Susan Seidelman por fin ha realizado una tenue comedia misteriosa que, además, pretende tener un lado Almodóvar, al girar en torno a una niña, hija de un travestido y una lesbiana, pero que no acaba de funcionar.

Nacida en 1953 en Filadelfia, Seidelman es una de las pocas directoras que ha podido hacer una carrera dentro de un medio tan misógino como la industria cinematográfica de Estados Unidos. Trabaja con regularidad desde hace 20 años, siempre dentro de lo que podría denominarse comedia feminista, pero sólo ha alcanzado el éxito con Buscando a Susan desesperadamente (1985).

Integración

A pesar de haber conseguido una perfecta integración entre su historia y la Barcelona de Gaudí, en gran parte por la excelente fotografía de Josep M. Civit, y a pesar de la repetitiva musiquilla de fondo de Bernardo Bonezzi, Tardes de Gaudí no se sitúa entre los mejores trabajos de Susan Seidelman.

Narrada desde el punto de vista de una traductora del castellano al inglés que vive en Barcelona, a la que encarna Judy Davis, la historia no tiene el suficiente atractivo y gracia para llegar a interesar y tan sólo se deja ver. Además, el excelente grupo de actrices norteamericanas, integrado por Judy Davis, Marcia Gay Harden, Lili Taylor, Julietta Lewis y la niña Courtney Jines, junto al que no desmerece la malagueña María Barranco, en algunos momentos resulta exagerado. Tal vez por la desgraciada idea de no exhibirla en su versión original inglesa, con algunos momentos en castellano y catalán, sino por estrenarla con un tradicional doblaje, que le resta buena parte de su poca gracia.