Ella trabajaba el campo
Al entrar en la galería Manuel Barbié, en un segundo piso señorial de la esquina València-paseo de Gràcia, donde se inauguró el otro día la exposición Cortar y pegar, de fotografías de las vanguardias, y ver la foto Ella trabajaba el campo, del artista chileno Jorge Cáceres, que ilustra este artículo, me dio un vuelco el corazón, pues esa foto, graciosa y enigmática (características que también distinguen a muchas otras de la espléndida exposición), formó en su día parte de la colección particular de André Breton, el autor de Nadja y caudillo del surrealismo. Ahora en la galería Barbié está a la venta por 3.500 euros, que es una cantidad muy razonable. Me acordé de la subasta en el Hôtel Drouot de París, donde entre los días 7 y 17 de abril de 2004 se vendió la colección de objetos artísticos y documentales de André Breton, 4.100 lotes que reunían 5.500 objetos, entre manuscritos, libros, obras de arte y fotografías, que obtuvieron un precio de 46 millones de euros. Alguno de esos millones, por cierto, habría sacado de pobre a Breton, que al final de sus días no tenía un duro y tuvo que venderse su De Chirico y algunas obras maestras más, supongo que con gran dolor de su corazón, pues era un coleccionista notable, como se ve, y a los coleccionistas separarse de sus fetiches les duele mucho. Victoria Combalía, que es la organizadora o comisaria de esta exposición en la Barbié, tuvo ocasión de visitar el modesto piso en el 42 de la calle de Fontaine de París, en el barrio de Pigalle cuando Breton ya había muerto pero el piso aún albergaba la colección, y escribió en este diario: "no sabía dónde mirar: era tal la concentración de belleza y energía que desprendían esas paredes". Con motivo de la subasta del año 2004 se montó en París un escándalo fenomenal, pues diversos intelectuales franceses reclamaban al ministro de Cultura que la impidiese y convirtiese el piso es un museo monográfico...
Combalía ha reunido para la exposición 'Cortar y pegar' piezas oníricas, interesantes y fantasmales
Así que viendo este fotocollage de 1947, Ella trabajaba el campo, del chileno Jorge Cáceres, poeta, bailarín y artista visual muy prometedor, fallecido precozmente en 1949 a los 26 años de edad, un año después de volver a Santiago de París, donde estuvo bailando en una compañía de danza y frecuentaba las reuniones del café de la place de Blanche, y donde conoció a Breton, a quien regaló o vendió esa obra, no he podido -era imposible- no tararear inconscientemente el fado O leilao (La subasta), que Alfredo Marceneiro, "o fabuloso Marceneiro" bordaba; accedió a grabarlo, no sin antes cubrirse los ojos con su pañuelo de seda para no tener que ver los aparatos técnicos de grabación y reproducción de sonido que abarrotaban el estudio discográfico y tanto le repugnaban al maestro de la cascada voz de falsete, la más melancólica de toda la historia del fado:
- O meu maior desgosto foi gravar discos. Não gosto de cantar para máquinas.
Pero tras este rápido paseo por París, Santiago de Chile y Lisboa, visto y no visto, volvamos a la esquina del paseo de Gràcia y València. Allí vi también las mujeres sin cabeza de Pierre Boucher, muy sugestivas, y un collage de Dora Maar sobre el monumento que orna el cruce de Llúria con Gran Via (creo que es una Diana cazadora, nunca me he fijado), y también un fotomontaje de Gustav Klucis, artista letón que después de haber sido guardaespaldas de Lenin y uno de los más inventivos artistas de la agit-prop constructivista soviética, fue asesinado durante una de las purgas estalinianas, concretamente la que en el año 38 se llevó por delante a toda la intelligentia letona, que no complacía al "hombre de acero". Estas y las demás piezas de la exposición Cortar y pegar, todas muy interesantes, oníricas, fantasmales, tienen precios que van entre 1.800 y 6.000 euros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.