"No queremos ser un pesebre"
Los 200 vecinos de Gallecs rechazan un plan que prevé limitar sus actividades y demoler edificios - Las casas en las que viven pertenecen a la Generalitat
En el pequeño pueblo de Gallecs, ubicado en el Vallès Oriental, reina la inquietud sobre la suerte que correrán sus 200 vecinos y sus 70 edificios. Ahora se está elaborando el Plan Especial de Usos, que dibujará el futuro del municipio: desde las actividades a las que se dedicará -vinculadas a la agricultura, el ocio, el deporte y el turismo rural- hasta el derribo de las casas que no tengan interés patrimonial. Este cóctel revuelve a sus residentes, que defienden seguir siendo un pueblo tranquilo y se niegan a convertirse en un "pesebre medioambiental", en palabras de Pol Ansó, presidente de la asociación de vecinos de Gallecs.
Ramón Eslava vive en Gallecs desde hace 56 años, cuando llegó a un pequeño pueblo con alcalde, escuela, iglesia y cartero. Pero todo cambió en 1971, cuando se autorizó la expropiación de 1.741 hectáreas que afectaban a 244 fincas agrícolas. La idea de la Administración franquista era urbanizar todo el terreno y construir una gran ciudad para unas 130.000 personas.
El franquismo quiso levantar una gran ciudad en esta zona hoy protegida
Ante ese proyecto surgió un movimiento popular que reclamaba la protección de la zona y al que se integró la familia de Ramón. Se llegaron a construir varios polígonos industriales, pero se consiguió proteger la mitad de la superficie. Se ganó una batalla, pero no la guerra. Ahora la preocupación de Ramón y del resto de los vecinos es que se les asegure por escrito que podrán conservar sus casas.
Gallecs es hoy un auténtico oasis visual y acústico de 744 hectáreas, que sobrevive a pesar de la presión de las grandes zonas industriales, carreteras y autopistas que lo rodean. La mayor parte del territorio pertenece al municipio de Mollet del Vallès, pero Gallecs también se reparte entre Palau-solità i Plegamans, Santa Perpètua de Mogoda, Parets del Vallès, Lliçà de Vall y Montcada i Reixac.
El Consorcio de Gallecs -integrado por estos municipios y la Generalitat- está elaborando el Plan Especial de Usos, que estudiará las 70 edificaciones y redactará un catálogo que seleccionará los inmuebles tengan algún interés patrimonial. Además, el documento valorará si vale la pena preservar las casas que los vecinos que llegaron durante la década de 1960 se construyeron ellos mismos. El gerente del consorcio, Xavier Pablo, descarta de antemano su catalogación, ya que "no contribuyen a la fisiología del espacio, no tienen valor patrimonial ni paisajístico".
Los vecinos están inquietos porque quieren saber qué pasará con las viviendas que queden fueran del catálogo. El alcalde de Mollet, Josep Monràs, recuerda que los vecinos son "okupas" que viven en casas que pertenecen al Incasòl, dependiente de la Generalitat, puesto que con las expropiaciones de 1971 la titularidad de los terrenos es pública.
Monràs agrega que deberán regularse "las ocupaciones" y admite que habrá demoliciones que afectarán a las edificaciones más recientes (como cobertizos y almacenes) o las que presenten problemas de seguridad o salubridad. Eso sí, el alcalde asegura que los derribos no afectarán a las casas habitadas, ni tampoco "se echará a la gente que vive históricamente" en Gallecs. Sin embargo, no especifica qué se entiende por "históricamente".
Sí queda claro que no se permitirá la segunda residencia en Gallecs y a medida que las viviendas vayan quedando vacías, el consorcio decidirá qué hacer. En caso de que se trate de una vivienda catalogada, el ente convocará un concurso público para adjudicarle una de las actividades permitidas por el plan director. El resto, de acuerdo con la normativa, "tenderán progresivamente a su extinción".
Tras las expropiaciones de 1971, algunos vecinos decidieron irse, pero otros se quedaron, como la familia de Ramón. "Mi padre se vio con 37.000 pesetas de indemnización y cuatro hijos, ¿dónde iba con eso?", exclama. Pero a finales de la década de 1970 llegaron nuevos habitantes. Es el caso de Ángel Casillas, un antiguo trabajador de TVE que se instaló en el pueblo en 1978, cuando se enteró de que había casas vacías.
Pero la vida en Gallecs no es fácil. Por ejemplo, los vecinos no tienen ni agua potable ni alcantarillado. "El agua es de pozo y los desagües están al descubierto", comenta Ivana Morera, que se instaló en el parque hace pocos años tras casarse con Iván Llagostera. La pareja no se plantea cambiar de residencia a pesar de las dificultades y la incerteza con las que viven. Al contrario, destacan la calidad de vida de un entorno natural privilegiado como el de Gallecs.
Ramón vive en una masía centenaria que ha sido catalogada, con una sala de estar que tiene las funciones de oficina de correos, ya que desde hace 24 años es el cartero del pueblo. Ramón tampoco quiere ni oír hablar de la posibilidad de mudarse. "Vivir aquí no ha sido fácil, pero tira mucho. Ir a vivir a otro sitio no me da miedo, pero que me quiten las raíces, me revuelve el estómago. Este es mi pueblo y lo será siempre", remacha.
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