Una luz para frenar el 'morrut'
La Generalitat evitará la tala masiva de palmeras enfermas tras haber cortado más de 1.600
Tiene más de 100 años y los días contados. En Can Tolrà, una espléndida finca de Cabrils, se yergue una palmera de más de 10 metros condenada a desaparecer. Su copa tiene los rasgos enfermos: está aplastada y sus hojas, caídas como las de un sauce. "Le llamamos el efecto piano: es como si le hubiera caído uno encima", dice Jesús Altabella, ingeniero agrónomo del Departamento de Agricultura de la Generalitat. En esa finca, los técnicos experimentan para dar con la fórmula que frene la violenta plaga del escarabajo rojo o morrut. La Generalitat, que ha talado 1.600 palmeras desde 2005, modificará ahora la normativa para no cortarlas de entrada y darles una oportunidad. Barcelona ha logrado éxitos: de 28 afectadas, sólo ha cortado 6.
Barcelona salva una veintena de árboles y vacunará a 330 palmeras sanas
"Hay que convivir con la plaga. Ahora sabemos más", dice Jordi Giné
"No cambiamos la norma por eso. Bruselas obliga a la tala para evitar que la plaga se extienda, pero hay casos, como el de Barcelona, en que bajo nuestro control, han intentado salvar las palmeras más emblemáticas", explica Jordi Giné, jefe de Sanidad Vegetal de la Generalitat. "Llevamos dos años combatiendo la plaga y hay que convivir con ella. Queremos aplicar medidas de contención. Ahora sabemos más cosas del morrut y daremos la oportunidad a los particulares que quieran tratarlas". Se saben más cosas, pero aún no suficientes como para aniquilar a este insecto de entre dos y cinco centímetros, rojo y marrón, procedente de Indonesia, extendido por todo el Mediterráneo a través de ejemplares procedentes de Egipto y que es degustado por gourmets de París como una exquisitez. El morrut se ha convertido en una pesadilla para biólogos, jardineros e ingenieros agrónomos, que maldicen por lo bajo la pasión de los arquitectos por decorarlo todo con palmeras. Resistente, con gran capacidad reproductiva y capaz de volar como un reactor durante 10 kilómetros, el escarabajo se instala en el nido de las palmeras y les va chupando la savia hasta convertir la planta en una pasta fermentada con fuerte olor a vinagre y matarla.
El proceso puede durar meses hasta que la palmera presenta los síntomas. Tras descubrirse el primer foco en 2006 en El Vendrell, la plaga se ha cebado en el Maresme, donde se ha extendido sin control en fincas particulares vacías durante el invierno. Más de un millar de palmeras han sido taladas. La Generalitat ha instalado un campo de pruebas en Cabrils donde aplica cinco métodos: la endoterapia (inyectar insecticida en la base del tronco); con nematodos, unos gusanos que atacan al escarabajo; con la inyección de una materia activa con cánulas; empapando parte del tronco con cola natural y arrojando insecticida sobre la copa. Mientras, en un laboratorio en Bellaterra se experimenta con una veintena de palmeras sanas de viveros. "No hay aún garantía de éxito", dice escéptico Altabella.
No todo el mundo es tan pesimista. Sebastià Tirado, jardinero municipal de Cabrils, pidió frenar la tala tras ver cómo una palmera enferma volvía a brotar. Ha logrado que ninguna de un espacio público haya sido sacrificada tras ser tratadas con productos fitosanitarios. Barcelona es el ejemplo: de 5.000 palmeras, 28 han sido atacadas por el morrut. Técnicos de Parques y Jardines han salvado 21. Por ejemplo, de 15 afectadas en la Ciutadella, sólo dos fueron cortadas. Y en el zoo, de siete, una. "Las palmeras son centenarias y tienen un valor patrimonial y económico: cuestan entre 12.000 y 18.000 euros. Esto no es una petunia. Antes de talarla, hay que pensárselo", defiende Antonio Peláez, jefe de plagas de Barcelona. Su método ha funcionado: tras sanear la copa, la envolvían con plástico empapado de insecticida. El morrut murió por efecto de los gases. Ahora se afronta una tarea colosal: vacunar con un insecticida a unas 330 palmeras, situadas en un radio de dos kilómetros de los focos descubiertos. Cada vacuna cuesta 200 euros. El coste total será de 66.000 euros.
No todos los ayuntamientos, sobre todo en el Maresme, se han volcado en la lucha porque el tratamiento es caro, y muchos particulares no lo han querido asumir. ¿Todo cuestión de medios? Giné lo duda: "No sólo es eso: hay que contar con gente experta que detecte la plaga a tiempo. Y las palmeras recuperadas, hay que tratarlas como criaturas". "No es seguro que estén salvadas: pueden caer. No se sabe qué habría pasado en Barcelona con una plaga virulenta", añade Altabella.
La Generalitat sólo invierte 100.000 euros al mes en investigar y en talar palmeras que acaban en cementerios de troncos en Argentona, La Roca y Tarragona a la espera de ser trituradas. Un decreto ayudaba a los particulares a financiar el talado pero, según Giné, nadie se acogió. La Administración se ha hecho cargo a través de la empresa pública Forestal Catalana, que a su vez la subcontrata. El interrogante es si esa suma no habría sido más útil para intentar salvar los árboles. Altabella y Giné dicen que no es tan fácil y que debían frenar la plaga: "Andalucía taló 7.000 palmeras en 2007. En 10 años no ha podido con ella".
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