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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La leyenda de Curtis Garland

La vida inmediata, la escritura inmediata, la leyenda infinita de Curtis Garland, escritor de más de 2.000 novelas inminentes, de terror, de ciencia-ficción, del Oeste, bélicas..., que se han llamado novelas de quiosco, novelas de a duro, y que él ha ido entregando cinco, seis, siete veces al mes. La noche de América agonizante, La noche del cerebro, La noche del reptil..., o también Tropicana de sangre, Largo viaje hacia la nada, Las balas matan pronto, Medidas para un féretro... El año pasado, la editorial Morsa le reeditó La noche de América agonizante, y de esta manera quiso darle al título una dignidad de libro de anaquel, pero sobre todo le dio una dignidad de presente, porque un escritor inmediato a lo único que aspira es al presente. Ahora, Morsa le ha pedido a Curtis Garland sus memorias, y en ello anda, sumergido en otra instantaneidad más apremiante, que es la de sus novelas de quiosco, las de sus cercos de tinieblas, así las titula, que manda periódicamente para América latina.

La leyenda de Curtis Garland, de Johnny Garland, de Donald Curtis, que de estas y de otras muchas maneras ha ido llamándose, es la épica del hombre que va a renunciar a la literatura para hacerse escritor; es el escritor que en su juventud ha mandado a concursar su novela Mañana es demasiado tarde y ha quedado finalista sin premio, y entonces la ha mutilado, la ha sacrificado con la ritualidad de quien cree más en la escritura que en sí mismo, y la ha publicado como una novela de quiosco, titulada Sin tiempo que perder. Curtis Garland es la vida inmediata del escritor que vive 56 años acompañado de su mujer, Tere, y en la urgencia de los plazos, en ese sin tiempo que perder de la novela apalabrada, le va confiando a su esposa, como a una musa que le va a hacer la cena, sus atascos en el argumento, sus dudas con los personajes, y entonces ella le guía, le sugiere salidas, le recrimina que no se haga valer más como escritor, que no les exija más a los editores, y a continuación le vaticina si en la cartulina que va a recibir de Bruguera este mes le pondrán una A, una B o una C, que era como aquella editorial calificaba, de mejor a peor, las novelas de sus escritores para premiarles. Hace apenas tres meses que Curtis Garland ha enviudado, y esto ahora lo explica Garland con los ojos hinchados de viudedad, y con una gorra negra.

Curtis Garland, con su gorra negra de visera, y con su americana de cuero, y con sus ojos pequeños llenos de argumentos; Curtis Garland, con su corbata estampada de escudos, en una heráldica popular; Curtis Garland, barcelonés del Paralelo, nacido en 1929 con el nombre de Juan Gallardo, pero sabiendo desde el primer minuto que Gallardo va a dar Garland en el lenguaje inmediato de las firmas; Curtis Garland, hijo de actores teatrales, habla esta mañana lloviznosa y densa de su debut como actor en la compañía de Alejandro Ulloa, de cómo estrenó En la ardiente oscuridad, de Buero, donde el galán lo hacía Luis Prendes, y él interpretaba el papel de Carlos, el que cerraba la obra; evoca también cuando conoció a su mujer, en Madrid, y la convenció de que se hiciera actriz con él, y recuerda entonces cómo seguía escribiendo sus novelas en los camerinos de los teatros, hasta que entraba un tramoyista para decirle que parase porque la máquina de escribir se oía en el escenario, o cuenta Curtis Garland la vez que viajó a Londres para ver al fin su mundo literario, y lo primero que hizo fue visitar el edificio de Scotland Yard, y explica sobre todo Curtis Garland cómo, al estallar la guerra, viajó con siete años desde Madrid a Barcelona en un tren nocturno, con las luces de los vagones apagadas, fascinado por los bombardeos y sabiendo que era así como un hombre se hace novelista.

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