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La crisis destapa fiascos urbanísticos

Los nuevos desarrollos son 'barrios fantasma' por el parón de ventas y obras

Todavía no han aparecido grandes Seseñas en Cataluña. Pero la crisis inmobiliaria, que las propias empresas admiten que azota más fuerte de lo previsto, ha convertido en fiascos proyectos para los que sus promotores auguraban grandes éxitos. En pleno boom, eso sí. Las ventas se han desplomado más del 40%, según el Instituto Nacional de Estadística. Esta caída, junto a la necesidad de las empresas de echar el freno a su actividad, ha convertido en un auténtico páramo a barrios y urbanizaciones.

Roda de Barà es una localidad pequeña. Apenas tiene 6.300 habitantes, aunque en verano se multiplican al menos por cinco. En el núcleo antiguo, en el pueblo, hay multitud de pisos con el cartel de se vende. La oferta inmobiliaria abunda. Pero eso no es nada con lo que tiene que llegar. La N-340 separa el casco urbano de lo que los ecologistas de la zona, agrupados en Alternativa Baix Gaià, consideran "un verdadero monstruo". Se refieren al Francaset, una urbanización que tendrá más de 1.000 viviendas y que supondrá un crecimiento de población de entre 4.000 y 5.000 habitantes, según los cálculos del Ayuntamiento.

La agencia del anterior alcalde, de CiU, ya vendía casas cuando éste ejercía
"Parece un pueblo fantasma", asiente la teniente de alcalde de Roda de Barà

La entrada a la urbanización, una rotonda en la N-340, es casi desértica. Pero también lo es el nuevo desarrollo en sí. En la calle principal, donde todavía se están haciendo los acabados de algunas casas, hay numerosos carteles de agencias y promotores inmobiliarios. "Es cierto, no vive demasiada gente, las ventas están paradas y eso hace que parezca un pueblo fantasma. Además, las obras van más lentas. Espero que al menos las terminen", asiente la primera teniente de alcalde de Roda de Barà, Maite Huerta (PSC).

A lo largo de la zona hay varias zonas urbanizadas (con calles asfaltadas, aceras y farolas), pero sin edificios. Huerta, que en septiembre será alcaldesa después de que el PP y el PSC presentaran una moción de censura contra el anterior gobierno local de CiU, afirma que es un proyecto "heredado". ¿En qué se parece a Seseña? "Está mal planificada. No se tuvieron en cuenta los servicios, ni tiendas donde ir a comprar una barra de pan, salvo un supermercado. Estaba mal comunicada. Había dos líneas de farolas en la carretera que funcionaban a pesar de que allí no había casi nada, por lo que hemos quitado una...", lamenta. "Es cuestión de ir remontando e incorporar servicios", se resigna Huerta.

Una de las agencias inmobiliarias que comercializan los pisos de obra nueva es Finques Compte. Su propietario es el anterior alcalde de Roda de Barà, Pere Compte (CiU). En la campaña para las últimas elecciones municipales el urbanismo fue una de las armas que usó la oposición. Denunció que el gobierno local estaba copado por un agente de la propiedad inmobiliaria (API), dos constructores, la propietaria de una empresa de excavaciones y otra de una firma de seguros. "Resulta al menos extraño que el alcalde vendiera los pisos. Siempre queda la duda de si ha habido algún tipo de privilegio", dice Huerta.

Compte quiere despejarla. Asegura que el proyecto ya venía "del mandato anterior" a su llegada, y dice claro que él siempre se ha dedicado a la intermediación inmobiliaria. "La oficina fue de mi padre, ahora es mía y mi hijo también se dedicará a la profesión", sostiene Compte con rotundidad. "Soy API de toda la vida", remacha. Además, asegura que sus familiares administraron y se ocuparon de la agencia mientras él ejerció de alcalde.El anterior alcalde de Roda de Barà, Pere Compte, sí admite la crisis que atraviesa el mercado de segunda residencia. "Dicen que las ventas han caído el 40% en Cataluña. Aquí mucho más, porque hay mucha segunda residencia. Con el parón inmobiliario han quedado bastante paradas [las ventas del Francaset]". A las cinco de la tarde, la urbanización está completamente dormida. "La calle de ahí está acabada, pero hay muy poca gente", dice el trabajador de una obra. Donde él trabaja, en la calle de Dolores Ibarruri, no hay nadie.

No sólo la segunda residencia sufre el parón. La vivienda habitual, también. Varias fuentes consultadas señalan zonas concretas: los nuevos desarrollos de Sant Cugat, que supondrán la salida al mercado de más de 4.000 viviendas en los próximos años. De momento, el gremio de promotores y constructores del Vallès asegura que en esta localidad hay cerca de 2.000 pisos en existencia; es decir, que no se pueden vender.

En los nuevos barrios de Sant Cugat las comunicaciones parece que deberían ser más fáciles que en Roda de Barà, puesto que hay proyectada una estación de tren. El nuevo barrio de La Guinardera ya ha tomado forma, pero es inóspito. Parece un gran salón inmobiliario en un gran escenario de cartón piedra. No hay gente por la calle, ni tiendas, ni apenas equipamientos. Sólo grandes carteles de se vende o se alquila, anuncios enormes de ofertas inmobiliarias y casetas de promoción. Están las grandes empresas: Colonial, Osuna, Reyal Urbis...

Carme, que acaba de llegar al barrio, dice que la zona le gusta. "Es verdad, no hay apenas gente. En mi escalera viven familias, pero fuimos de los últimos que compramos sobre plano. El resto está vacío", asegura. Aun así, está ilusionada porque dice que "un día" el Ayuntamiento creará un centro cívico y una calle con tiendas. "¡Ah! Y ahí, en el edificio de Colonial, sí habrá tiendas. Una chica creo que quiere abrir una peluquería", recuerda. "Dentro de dos o tres años espero que haya más vecinos", remata.

En uno de los bloques ya terminados hay seis carteles de inversores que quieren desprenderse del piso que adquirieron para especular. "Nos hacen la competencia, porque algunos los vendimos en paquetes, con descuento, y ahora los despachan a un precio inferior al nuestro", afirma un promotor que pide no ser identificado. Esto explica que haya diferencias entre precios. Un piso de tres habitaciones, con los mismos metros cuadrados que otro, en la misma finca vale 440.000 euros en un caso y 380.000 euros, en otro.

Las inmobiliarias del barrio se vuelcan en el comprador. Inmobiliaria Osuna, por ejemplo, debe entregar un edificio en junio. Como muchos compradores potenciales están pendientes de vender su antiguo piso, deja que el cliente entre más tarde -y empiece a pagar entonces- y que se acoja a la figura del alquiler con opción a compra durante un tiempo. En otra promoción de viviendas, un comercial que está en una caseta admite que al cliente le echa para atrás la soledad del barrio. Y, añade, tampoco le resulta muy agradable enseñar piscinas comunitarias que no se pueden llenar por la sequía.

En Sant Cugat y Roda de Barà, las obras, al menos las de primera fase, han empezado, que ya es mucho. En Malgrat de Mar (Maresme), por ejemplo, hay terrenos urbanizados, con las calles asfaltadas, las farolas y las aceras. Pero no hay viviendas. En su lugar, en las manzanas donde deberían alzarse edificios, crece la mala hierba. "Es un paisaje un poco molesto, porque queda justo al lado del Pla de Grau [la zona de los campos]. Y llevan tiempo así", dice Maria Rosa, una vecina del municipio.

En este desarrollo, mucho más modesto que el de Sant Cugat, se pueden levantar 307 viviendas, explica una portavoz del Ayuntamiento. Este municipio turístico se acerca a los 18.000 habitantes, sobre todo por la llegada de ciudadanos del área metropolitana de Barcelona que primero tenían en la localidad su segunda residencia y luego decidieron quedarse. Ahora, en esta zona nueva sólo hay terminados dos inmuebles, uno de 28 pisos y otro de 38. Hay otras dos licencias pedidas, una para un chalet y otra para 10 viviendas adosadas. "Tienen un plazo de 10 años para construir. Si se hace antes, vamos mal. Pero si hace después, también", asegura la portavoz.

El caso es que, dada la crisis de ventas, la inmobiliaria que debía levantar los pisos ha renunciado a hacerlo. Fuentes del mercado que conocen la operación aseguran que la inmobiliaria ha renunciado a las casas y que ahora vende las parcelas, de unos 157 metros cuadrados, para que cada comprador se las construya él mismo. El panorama, el que arroja la crisis en otras tantas localidades: desolador.

Enojados por las ofertas

C. H. compró con su pareja en febrero de 2007 un piso de la enorme promoción de Vilamarina que Sacresa está levantando en Viladecans. Se hicieron con uno de 90 metros cuadrados, tres habitaciones, plaza de garaje y trastero por 480.000 euros. Llevaron el piso donde estaban a una agencia de la propiedad, que les garantizaba que si cuando llegara octubre de 2008 no lo habían vendido, se lo quedaban. Todo arreglado, podían asumir el pago del piso.

"Hace un mes nos llamaron de la agencia para decirnos que no podrían hacerse cargo de ese contrato tal como estaban las cosas, porque los precios habían bajado mucho y los bancos no concedían hipotecas", cuenta C. H. El abogado les aconsejó no ir a juicio, puesto que podían perderlo. Acudieron a Sacresa para ver si podían "ayudar". "Cuando entramos en la oficina de ventas nos encontramos un cartel muy llamativo en el que un piso igual que el nuestro se anuncia por 90.000 euros más barato y otros salen incluso por 100.000 euros menos que los que vendieron por nuestras fechas", explica.

Sacresa admite los descuentos, pero matiza. "Era una promoción como las que hacen todas las promotoras para vender ocho pisos que quedaban de la primera fase", explica un portavoz. "Algunas compraron hace unos meses, cuando los precios estaban en máximos, pero ahora todas las empresas tratan de vender con ofertas. Y nosotros hemos hecho una coincidiendo con el día de Sant Jordi", insiste.

Pero C. H. no está sola. Se ha puesto en contacto con otros vecinos de la promoción igual de enfadados por las rebajas. "Ahora comentan que están estudiando hacer una compensación a los primeros compradores, que somos unos 120", asegura. La compañía afirma que ha mandado una carta a sus clientes para "buscar soluciones" en el caso de que el comprador tenga dificultades, por ejemplo, para venderse su piso. "Conclusión: teníamos pensado solicitar una hipoteca de 240.000 euros y si tenemos que bajar el precio de nuestro piso tenemos que pedir 300.000. No nos salen los números", lamenta C. H.

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