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La amenaza del cazador

Leo con interés de naturalista el artículo Caza, una ley que asusta, publicado ayer en estas mismas páginas por Antoni Quer, presidente de la Federación Catalana de Caza, y no puedo por menos que anotar las siguientes reflexiones ante lo expuesto. La mayoría de los que nos dedicamos al estudio y la observación de la naturaleza sabemos que el cazador no es un problema para su conservación. Es más, cazadores y naturalistas hacemos a menudo frente común ante la amenaza al entorno de la especulación urbanística y los desmanes en infraestructuras. Sin embargo, leo con perplejidad que en la presidencia de la Federación Catalana de Caza se ataca, desde una postura de autodefensa, a todos los que no salimos al campo con una escopeta al hombro para, acto seguido, lamentarse con una serie de acusaciones furibundas por el descenso de licencias o los agravios de la Administración.

Aunque no comparto ni entiendo la afición por disparar sobre un ser vivo, la respeto, pero cualquier cazador convendrá conmigo en que la caza, como cualquiera de las actividades que se llevan a cabo en el medio natural, debe practicarse de una manera ordenada y sometida a regulación.

A ello es a lo que venimos apelando desde hace años el resto de usuarios de la naturaleza, a una revisión de las normativas que, en su mayoría surgidas en la dictadura, regulan la práctica cinegética en este país. Y a ello se va a poner ahora el Departamento de Medio Ambiente y Vivienda de la Generalitat de Cataluña, como lo hizo en su día con el acceso motorizado o lo está haciendo con la pesca. Revisar, reflexionar y ordenar para preservar. Esa debe ser la tarea del gestor del medio natural. ¿Por qué no se quieren ustedes someter a revisión? ¿Qué es lo que les asusta de la nueva ley cuando ni tan siquiera está esbozada? Todos los que salimos al monte debemos someternos a una regulación que, garantizando el ejercicio de nuestra afición, ampare el derecho de los demás a ejercer la suya. Algo que, como no puede ser de otra manera, debe atender al objetivo principal de proteger la naturaleza: nuestro más preciado bien común.

El citado artículo pretende ensalzar al colectivo de los cazadores como máximo garante del orden natural y de defensa de los valores rurales cuando dice que los ciudadanos que acudimos al campo lo hacemos "como si visitaran un parque" o que la caza se ha convertido en "obligación moral y apoyo imprescindible" para evitar los daños causados por algunas especies.

El señor Quer, ¿sabe cuántos socios tienen las agrupaciones excursionistas catalanas? ¿Y las sociedades micológicas, los famosos boletaires? ¿Y los grupos de estudio de la naturaleza: ornitólogos, herpetólogos, botánicos, etcétera? ¿Sabe cuánta gente practica el turismo rural todos los fines de semana en Cataluña? ¿Cuál es el lugar que les corresponde a estos colectivos señor Quer?, ¿son usuarios de segunda respecto a los que acuden al campo armados? Estoy seguro de que la mayoría de los cazadores no sostienen ese punto de vista.

Durante años, los cazadores han campado a sus anchas por los predios naturales de este país sin someterse a la revisión de su actividad. Ahora se propone en la Administración adaptar el ejercicio de la práctica cinegética a los nuevos tiempos. Y eso, señor presidente de la Federación Catalana de Caza, es algo que muchos de los que también salimos al campo todos los fines de semana aplaudimos. Y lo hacemos no porque sintamos desprecio por los cazadores, sino todo lo contrario, porque entendemos que las tareas de conservación y mejora de nuestro patrimonio natural pueden verse reforzadas en la nueva ley con la participación de los cazadores.

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Conozco a muchos de ellos que están dispuestos a adaptarse a una nueva normativa, una nueva ley de caza en la que la figura del cazador salga reforzada y los escopeteros desaparezcan para siempre. Porque en esto de la caza, como en todos los colectivos, también pagan justos por pecadores, y aquellos que cumplen a rajatabla las normas y hacen de la caza una práctica responsable, sostenible y segura, son los primeros que desean un nuevo marco legal que excluya a los infractores responsables del desprestigio de la actividad. Es notorio el descenso en las licencias, efectivamente. Pero ¿no cree que un nuevo marco legal puede impulsar la caza adaptándola a los tiempos actuales? ¿Acaso esa imagen que usted denuncia que pretenden colgarles no se verá mejorada con esa adaptación?

No creo que el cazador sea una figura despreciada, como usted dice, o que genere una nula atención. Sólo hay que echar un vistazo al quiosco o a la programación de las televisiones para echar por tierra ese punto de vista. Señor Quer, los cazadores tienen mejor reputación social de la que usted mismo les adjudica. Son los escopeteros los que generan rechazo, pero eso ocurre dentro y fuera de su propio sector. Nadie exige que se prohíba la caza, sólo que se revise y se regule su ejercicio en beneficio de todos los que amamos la naturaleza, incluidos la gran mayoría de los propios cazadores.

Por último, lamento la pérdida del más simple sentido de la moderación al hacer uso de las palabras con las que concluye su artículo, argumentando que si no se satisfacen sus requerimientos "no les quepa duda de que sabrán de nosotros".

El empleo de esas palabras, apuntadas por alguien que dice hablar en representación de un grupo de ciudadanos que disponen de un permiso de armas en la cartera es, cuando menos, poco afortunado.

José Luis Gallego es naturalista y periodista ambiental.

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