El agua prometida
El ahorro y la eficiencia en el uso son las principales reservas de agua a las que podemos recurrir para afrontar la escasez del recurso en Cataluña. Ningún trasvase aportaría más caudal a las diferentes redes de abastecimiento que el conseguido a través del consumo responsable de la que ya corre por ellas y su adecuado mantenimiento.
Los datos sobre la falta de eficiencia en el riego agrícola, las pérdidas de agua en la red de distribución urbana y el nivel de derroche en los diferentes ámbitos de consumo (industrial, urbano y doméstico) son incontestables al respecto. Y es que si lográramos evitar las pérdidas de agua debidas a estas malas prácticas, obtendríamos prácticamente el mismo volumen de litros que aportaría el tan nombrado y siempre polémico trasvase del río Ródano. Pero hay más.
El trasvase no traería agua a Cataluña hasta 2015, justo cuando tendríamos todas las desalinizadoras
La desalinización no es la solución ideal debido a su alto consumo energético. Pero hay que señalar que en los últimos años los principales avances tecnológicos aplicados a las nuevas plantas desalinizadoras se han dirigido precisamente a reducir la demanda energética de los diferentes procesos. Y se están consiguiendo recortes importantes. Hasta el punto de que, si bien es cierto que el gasto energético es todavía demasiado alto, se presentan como una opción cada vez más sostenible.
Así, la planta que se está construyendo en El Prat del Llobregat reducirá el consumo de energía en tres kilovatios hora por metro cúbico respecto a las que están en funcionamiento actualmente. Pero es que, además, rendirá tres veces más: ella solita suministrará 60 hectómetros de agua. Por si eso fuera poco, su entrada en funcionamiento, prevista para el año que viene, aligerará notablemente la presión sobre el Ter y el Llobregat, favoreciendo el mantenimiento de los caudales ecológicos de ambos ríos. Aquí sí que vale lo de agua para todos: nosotros y los habitantes del río, es decir, la naturaleza.
De hecho, si sumamos el conjunto de plantas de desalinización que estarán en marcha en Cataluña hacia 2015 (Tordera I y II, El Prat y Cunit), sumarían una ganancia de 160 hectómetros cúbicos para nuestras reservas. Y ésa, ésa justamente, es la cantidad de hectómetros que aportaría el tan traído trasvase del Ródano. Un trasvase que en todo caso, si las obras se adjudicaran este mismo año (algo absolutamente impensable debido a que el Gobierno catalán y los partidos que lo sustentan han manifestado su total rechazo a la propuesta), no traería agua a Cataluña hasta el año 2015, justo cuando tendríamos todas las desalinizadoras inyectando agua de primera calidad a la red.
Pero es que, además, el coste ecológico y económico del trasvase del Ródano es altísimo. El metro cúbico de agua que lograríamos a base del fomento del ahorro y la eficiencia en el uso y el transporte, y con el auxilio de la desalinización, saldría por poco más de medio euro, mientras que el precio final del metro cúbico de agua del Ródano, captada más allá de Montpellier, después de transitar por las entrañas de seis centrales nucleares y un centro de procesamiento de plutonio, y transportada por una gigantesca tubería que agrietaría todo el territorio desde allí hasta Cardedeu, rondaría el euro entero. Casi el doble.
Sin embargo, pese a que la comparación de los datos parece conducir a una respuesta categórica en contra del trasvase y a favor de la nueva cultura del agua, basada en la gestión eficiente de la demanda y la educación en el ahorro, hay que reconocer que el proyecto de traer agua desde el Ródano hasta Cataluña tiene destacados defensores entre el mundo científico y universitario, por lo que tal vez merezca un debate sereno. Un debate contrastado y reflexivo que en todo caso debería mantenerse completamente al margen de la disputa entre partidos políticos, y mucho más en estos días, cuando el tema del agua es utilizado en demasiadas ocasiones como punzón electoral en lugar de ser respetado como lo que es, una reserva integral para el consenso.
En ese sentido sorprende la falta de rigor y el atrevimiento con que algunos políticos afrontan estos días el debate sobre problema del agua prometiendo soluciones inmediatas a golpe de trasvase. Y es que prometer agua es fácil. Lo difícil es gestionar de manera responsable su escasez.
José Luis Gallego es periodista ambiental y escritor.
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