Vaivenes urbanos
Estas luces de Navidad, tan gélidas y elegantes en sus tonos blancos y azules, y a lo mejor verdes pero nunca rojas, nos cuentan que Barcelona ha cambiado de idea. El año pasado era sacrificar la estética en favor de la sostenibilidad, este año es renunciar a la sostenibilidad por el consumo, por más que el consumo excesivo, tan propio de estas fechas, sea el contrario de un gesto sostenible. El problema es que el Ayuntamiento cambia de conducta sin llegar a construir una nueva argumentación sólida: este año la iluminación ha venido sin esgrimir razones, más o menos como pasa en todas las ciudades. Pero Barcelona era diferente porque se suponía que pensaba de forma diferente. Barcelona daba lecciones.
Se mueve Barcelona a ritmo de capricho
Tiempo había en que se consideraba un crimen haber arrasado, el Ayuntamiento franquista, los plátanos de la rambla de Sant Andreu para que en la calle cupieran más coches. Ahora el Ayuntamiento se cargará de raíz un conjunto notable de almacenes de la plaza Joaquim Folguera para hacer un parking. ¿Son mejores los coches aparcados que circulando? Suprimir un árbol no es nada, pero desnudar una plaza centenaria significa que nadie, ni un solo vecino, volverá nunca a verla como estaba. Es el derecho al paisaje urbano lo que se vulnera con la tala radical. La línea 9 del metro, absolutamente necesaria, ha destrozado ya más de una plaza.
Barcelona ha pasado de la jardinería sostenible a plantar flores en los parques -flores de un día-; ha ido del no al tranvía por la Diagonal, porque el tráfico no lo permitía, a rehacer la Diagonal para adaptarla al tranvía; de protestar por los edificios singulares a ponerlos por todas partes; de las plazas duras progres a las plazas durísimas y cuarteleras; de un escueto y contestado plan de hoteles pre-olímpico a hoteles fuera de reglamento; de presidir todas las organizaciones internacionales a no saber qué hacer con la Unión del Mediterráneo... En fin. Marea esta ciudad de vaivenes, que guarda las teorías trabajosamente introducidas en el cacumen de la gente para moverse ahora a ritmo de encuesta, de dictamen, de capricho, de tontería.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.