Interrogantes
Existen dos grandes grupos de interrogantes en estas elecciones. Uno tiene que ver con el mundo institucional y con la lógica del sistema de partidos. El otro, con los problemas sociales del país y con la capacidad de afrontarlos. En el primero, que es el que más se ve reflejado en los medios de comunicación y en los comentarios de analistas, el tipo de preguntas que desvelar son de tipo político-institucional. ¿Logrará mantener CiU su hegemonía en el mundo municipal catalán a pesar de perder el Gobierno de la Generalitat? ¿Lograrán los socialistas, ERC e ICV que el esfuerzo por ampliar su número de candidaturas en todo el territorio se vea recompensado por un significativo avance en la cantidad de votos, alcaldes y concejales logrados? ¿Pagará el PP la crispación política con la que nos ha machacado en los últimos meses? ¿Podrá Ciutadans superar la barrera del 5%? ¿Afectarán a ERC o al PSC los agitados tiempos de final e inicio de legislatura autonómica? Estas cuestiones son significativas, pero hemos de reconocer que sólo inquietan y preocupan a los que estamos un poco enfermos de política. Y seguramente son cuestiones que sólo pueden responderse a posteriori y poniendo en marcha la calculadora para ir sumando votos, concejales, alcaldes y gobiernos de coalición que, caso por caso, no resistirían demasiado bien una agregación discretamente racional.
Me interesa más otro tipo de cuestiones que atraviesan más en diagonal al conjunto de partidos y coaliciones y que, entiendo, preocupan bastante más a la ciudadanía por poco sensible que sea a los asuntos de la convivencia social. Así, por ejemplo, creo que sería importante analizar si seguimos en un ciclo de baja participación política, con índices de abstención que se sitúan por debajo del 60%, y sobre todo si ese alto nivel de abstención se concentra en los barrios con menores niveles educativos y con peores situaciones socioeconómicas. En muchos casos esos barrios tienen una presencia muy importante de inmigrantes, lo que hace aún más relevante esa abstención. Por poner un ejemplo: si el 27 de mayo no sube de manera significativa la participación electoral en el Raval, sólo acudirá a votar uno de cada cuatro habitantes del barrio. Dos no irán porque no pueden votar, y de los dos restantes, uno probablemente no percibe en qué cambia su vida el ir o no a votar. Me interesará asimismo constatar si finalmente entraremos en el mandato municipalista que auspicia el nuevo Estatuto. Cuatro años que permitan que constituyamos zonas educativas con competencias y poderes, gobiernos territoriales de salud, servicios sociales integrados en los barrios y pueblos. Y si nos podremos poner a contar los días que faltan para tener un sistema de movilidad y de transporte publico a la altura de lo que necesitamos, si dejaremos de derrochar suelo en urbanizaciones insostenibles o si podremos cambiar el ciclo de la vivienda inalcanzable. A fin de cuentas, los debates político-institucionales sólo tiene sentido si sirven para cambiar este tipo de cosas. Lo demás es puro autismo político.
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