La venganza de Sondheim
En un momento en el que el género musical está dominado por espectaculares montajes coreografiados de canciones pegadizas, no es de extrañar que Stephen Sondheim siga siendo el compositor y letrista más importante de la segunda mitad del siglo XX. Algo así como el último gran dinosaurio de una dinastía que incluye a clásicos como Cole Porter o Irving Berlin, además de a su maestro, mentor y amigo Oscar Hammerstein. Por esta misma razón, tampoco sorprende su escasa repercusión entre el público, con un trabajo demasiado intelectual para el consumo masivo de Broadway, y su falta del mismo éxito en la taquilla que disfrutan sus obras entre la crítica. Como mucho, se hicieron populares A funny thing happened on the way to the forum o, por supuesto, West side story, aunque éste, su primer trabajo, sólo cuenta con su nombre como letrista.
La llegada de Sweeney Todd a las pantallas está a punto de cambiar esta percepción. Compuesto en 1979, es uno de sus musicales más alabados además de uno de los más complejos, la historia de una sangrienta venganza en la Inglaterra victoriana a manos de un barbero que incluye elementos de canibalismo y mucha, mucha sangre. Eso fue precisamente lo que enamoró a Tim Burton, alguien que detesta los musicales, pero que desde que vio Sweeney Todd, "cuando todavía era un estudiante", hace como 20 años, no cejó en su empeño de llevarlo a la pantalla. Un deseo que acaba de cumplir con Johnny Depp y Helena Bonham Carter en los papeles principales, un director y un reparto que han hecho de esta obra minoritaria el filme más esperado entre los varones por debajo de los 25 años, no precisamente los seguidores habituales de Sondheim y menos aún del género musical. "Siempre supe que, de hacerse bien, en Sweeney Todd hay un gran filme porque hay una gran historia", afirma este neoyorquino de 77 años sin ningún intento de falsa modestia.
Igual que no duda en echar flores a su trabajo, tampoco duda en criticarlo, y ésta es la primera vez que se siente contento con la adaptación cinematográfica de su obra. Los cuatro intentos anteriores le desagradan, desde A Funny thing happened on the way to the forum a A little night music, Gypsy o incluso West side story, una crítica que extiende a otros de los considerados grandes musicales en el cine como El violinista sobre el tejado, Cabaret o My fair lady. "No me dan lo que he pagado. En mi opinión, son estáticos", resume categóricamente. "El tiempo transcurre de forma diferente en el cine que en un escenario. En el teatro todo es artificial, la gente mira al frente y puedes aceptar que alguien cante durante tres minutos lo que podría haber comunicado en una frase, con una mirada en cámara. Por eso no soy amante de la ópera. Porque la gente que ama la ópera está dispuesta a pasarse 20 minutos escuchando la misma idea sólo para disfrutar de la voz. Yo, cuando voy al cine, quiero que la historia se mueva", afirma haciéndose eco de la opinión de muchos aficionados. Por eso fue brutal en la adaptación de Sweeney Todd a la pantalla, en estrecha colaboración con Burton y John Logan, el guionista. En el escenario eran unas tres horas de música, por lo que Sondheim, además de cargarse la estructura ya existente (fuera los coros para pesar de Christopher Lee, que ya había rodado su trabajo y cuyo sueño es hacer un musical), eliminó el tema central de esta obra, The ballad of Sweeney Todd. "Lo último que quería hacer era una filmación del musical por falta de otra palabra. Queríamos adaptarlo a otro medio y para eso hay que empezar de nuevo. Como aprendí de Oscar Hammerstein, cada canción funciona para adelantar la historia", resume pasando esas perlas de sabiduría que le dio su maestro.
Con ese sentido del humor que le caracteriza, irónico, negro, pero siempre a mano, igual que el de Tim Burton, según compara Bonham Carter, Sondheim no duda en confesar que si no hubiera sido por Hammerstein ahora sería un profesor de matemáticas. Un geólogo. O se habría dedicado a diseñar ropa, como hacía su familia. Hijo de padres divorciados, Sondheim encontró en el músico su mentor. "Sólo quise ser como él", confiesa de una meta que ha cumplido. Sus 17 obras musicales han acaparado todos los premios, el Tony, el Grammy y el Olivier, para Follies, Into the woods, Sunday in the park with George y Company, entre otras. Y son muchos más los temas como Sending the clowns, Not a day goes by o Being alive con vida propia fuera de las obras que los trajeron al mundo. "Es difícil saber de dónde nace un musical", divaga a sabiendas que Sweeney Todd nació de esa tarde en la que conoció la obra de Christopher Bonds en un gran guiñol de Londres. "Lo crucial es decidir por qué necesitas la música para contar esta historia. Y una vez que lo has decidido, determinar que la música no sólo embellece la historia sino que es necesaria. No decorativa", añade.
Luego llega el miedo ante la página en blanco. Sondheim aprendió de Leonard Bernstein a componer delante del piano, sin tocarlo, mirando el teclado y tomando notas. "Yo solía escribir al piano todo el tiempo. Tengo una mano derecha muy buena aunque la izquierda está hecha de queso", bromea mostrando unas manos amplias que tocan un piano imaginario. "Ahí es cuando me di cuenta de lo limitado de mi técnica porque en cuanto pones los dedos en el teclado tus músculos tienden a buscar los mismos acordes", añade una vez más en busca de ese "más difícil todavía" que le caracteriza, ya sea en unas letras con rimas inesperadas, una música atonal y unos temas inusuales como las biografías de aquellos que intentaron asesinar a algún presidente estadounidense en Assassins.
Sondheim también sabe rendir homenaje a los que admira, como es el caso de Bernard Herrmann, el compositor preferido de Alfred Hitchcock y por quien siente veneración. De ahí que la partitura de Sweeney Todd mantenga ese sonido de cuerdas de fondo tan típicamente Herrmann. "Mi deseo era escribir un musical terrorífico", se disculpa risueño. "Y nadie como Herrmann sabe mantener la tensión". El oído de Burton supo apreciarlo. "La mayor sorpresa fue que al escuchar la música, la orquestación, sin canciones, es una banda sonora. Una de Herrmann con raíces en las viejas películas de horror, casi de cine mudo", rememora con admiración hacia alguien que también cuenta con bandas sonoras escritas para la pantalla, Reds y Dick Tracy, además de la canción Sooner or later, con la que ganó el Oscar.
En busca de nuevos retos, en la actualidad está escribiendo un libro de ensayos, recopilación de sus letras así como de su método de trabajo. Una labor en la que, como reconoce con una sonrisa sardónica, va "incluso más lento" porque su naturaleza "no es la de escribir prosa". Abierto a todo lo nuevo, en ningún momento le extrañó que Depp o Bonham Carter, sin experiencia en musicales, interpretaran los personajes centrales en Sweeney Todd. El autor siempre estuvo más interesado en contar con actores que con cantantes para sus obras, así que sabía que estaba en buenas manos. "Vi lo inteligente que era y supe que no se iba a exponer a hacer algo a menos que pudiera hacerlo. Tuve fe en Johnny Depp, no en mí", acepta contento con la decisión. Lo mismo ocurre con Burton y con su visualización de una historia que no deja garganta por cortar, todas y cada una de ellas en cámara. "No me sorprendió la sangre", afirma en referencia a esta sangrienta historia de venganza. "Me asombró la forma en la que Tim la orquestó, como si fueran tres canciones creciendo hacia un clímax, secuencia para la que salva la mayor parte de la sangre", dice con deleite.
La sonrisa es bonachona y con algo de picardía, como pillado en falta, cuando trata de explicar su ausencia de los escenarios desde hace una década. "Voy rebajando el pistón, pero me duele oír el tiempo que ha pasado", dice compungido pero también como excusa. Por educación no entra en la discusión sobre el estado de Broadway. Allí estrenará el próximo año su nuevo musical, Bounce, y existen sendos proyectos de devolver a los escenarios dos de sus clásicos, Sunday in the park with George y el mismísimo Sweeney Todd. Además, del futuro de la película de Burton dependen otros dos proyectos cinematográficos basados en obras de Sondheim, Company y Follies, que Sam Mendes y Aaron Sorkin están desarrollando para la pantalla. El compositor se deja querer, aunque siempre bajo su supervisión y sin necesidad de cruzar las barreras que no quiere cruzar. Como la de añadir canciones a un musical "donde si sobra algo es música" con tal de poder calificar para los Oscar en la categoría de mejor canción original, algo muy común en la adaptación de musicales al estilo Evita. Sondheim sabe cuáles son sus límites. "Yo no hago eso", sentencia.
Sweeney Todd, que se estrenará en España el 15 de febrero, es candidata a cuatro Globos de Oro: mejor musical o comedia, mejor director (Tim Burton), mejor actor de comedia o musical (Johnny Depp), mejor actriz de comedia o musical (Helena Bonham Carter). www.sweeneytoddmovie.com
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