De los sicarios a las orquídeas
Medellín se ha transformado. Cuatro años de gobierno municipal enfocado hacia el urbanismo social convirtieron un territorio de sicarios y sede del famoso cartel de la droga en una ciudad ejemplar. Cuatro años bastaron para hacer realidad un cambio radical que transformó una conurbación de guetos en una ciudad de todos, sacando a la calle a una sociedad que ha vivido oculta en sus casas durante años a causa del miedo.
El alcalde saliente -el independiente Sergio Fajardo- entendió que la mejor inversión que pueden hacer los gobiernos es la que tiene como protagonista a la comunidad. Su aprendizaje se inició escuchando a la gente en asambleas de barrio, tomando nota de sus necesidades, sus sueños y sus ideales de ciudad. Fue la semilla de un proceso de participación donde todos los proyectos debían tener un componente social, que indujera a transformar el territorio bajo un esquema participativo. De poco sirven las infraestructuras si no se apoyan en una política de gestión social, basada en la comunicación, la participación y la sostenibilidad. Así, arquitectos, ingenieros, comunicadores, sociólogos y un alcalde matemático -hijo de arquitecto- llevaron a cabo la recuperación de la ciudad a partir del rediseño del espacio público.
Medellín es como una hoja de árbol doblada. Dos laderas inclinadas sobre el río homónimo albergan una población de dos millones y medio de habitantes, y otro millón más en los municipios de la periferia. El proyecto urbano lo dirigió Alejandro Echeverri -arquitecto paisa (de la ciudad) formado en Barcelona- a partir de cinco puntos: planear para no improvisar; equipamientos educativos modélicos para dignificar los barrios; proyectos urbanos integrales, contra la exclusión y la desigualdad; vivienda social para paliar deudas históricas, y plan de paseos y calles emblemáticas, con la creación de parques lineales que reconecten la ciudad, recuperando la calle como valor fundamental.
El programa de equipamientos quizá fuera la labor más espectacular. Cuatro nuevos parques-biblioteca, diez escuelas públicas modélicas y centros de desarrollo empresarial local para orientar a los nuevos empresarios que proceden de la marginalidad se insertan en el denso magma de chabolas autoconstruidas sobre una empinada topografía. Los parques-biblioteca, resultado de concursos públicos, son obras de autor, destacando dos de Giancarlo Mazzanti y uno de Javier Vera. Se trata de espacios públicos y abiertos, con plaza para eventos como clases de baile y conciertos, salones para la comunidad y bibliotecas rebosantes de niños, donde pocos años atrás las tropas de Pablo Escobar pagaban a cualquier adolescente un millón de pesos colombianos (unos cuarenta euros) por cada policía muerto. El parque-biblioteca de Vera se resuelve bajo una cubierta que toma la pendiente del terreno y escalona en su interior los distintos elementos que la componen. Las dos construcciones de Mazzanti fragmentan el programa en tres elementos unidos en su parte posterior por las áreas comunes. Los tres cuerpos se abren a las vistas sobre la ciudad y se convierten en hitos urbanos: en La Ladera, con auditorios abiertos en sus azoteas, y en la Biblioteca España del barrio de Santo Domingo Savio, en tres espectaculares rocas negras incrustadas en la montaña. Para acceder a este barrio marginal, al que ni la policía se atrevía a entrar, se ha construido el espectacular teleférico Metrocable, conectado a la red del metro. En la Sexta Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, celebrada en Lisboa a fines de abril, esta biblioteca singular recibió el premio a la mejor obra de arquitectura.
A partir de estas intervenciones la regeneración de las chabolas ha sido casi inmediata. Con el apoyo municipal se construyeron escaleras y plataformas de acceso a las edificaciones existentes y se dotaron de conexiones de gas y electricidad. Algunas viviendas han crecido, otras han incorporado locales comerciales, peluquerías y gimnasios, entrando así a la legalidad catastral y fiscal.
La vivienda social no sólo ha servido para paliar deudas históricas sino para regenerar áreas muy precarias. Buena parte de las 4.500 viviendas de reordenación urbana han solidificado el barrio de Moravia, sobre una montaña artificial que fuera basurero. Y entre las quebradas se legalizan y reparan casas, a la vez que se construyen edificios de diez unidades para sustituir las chabolas más precarias. Junto a ellas el nuevo centro cultural proyectado por el recién fallecido Rogelio Salmona, monumentaliza la periferia.
El plan de paseos y parques lineales que reconectan la ciudad ha llevado a peatonalizar algunos ejes que vertebran la ciudad a todo su largo, como la calle de Carabobo, restaurando edificios, dotando de servicios y mobiliario urbano. Esta calle emblemática hilvana las nuevas plazas y bibliotecas con el Orquideorama en el parque botánico y el nuevo centro Explora, que alberga el museo de la ciencia y la tecnología. El Orquideorama, proyectado por Planb y JPRCR, es un entramado de paraguas hexagonales entretejidos con los árboles centenarios del parque, que organizan el espacio de exposición de la feria anual de las orquídeas. El Centro Explora, diseñado por Alejandro Echeverri, es un contenedor rojo y fragmentado, capaz de acoger programas independientes de divulgación científica. Junto con el nuevo Centro de Convenciones (Giancarlo Mazzanti, Daniel Bonilla y Rafael Esguerra) y la plaza de Cisneros (José Manuel y Luís Fernando Peláez) estas nuevas construcciones conforman el nuevo centro monumental donde la cultura y la convivencia en torno al espacio público dejan clara la nueva vocación de la ciudad.
Menos de cuatro años han dado vida y esperanza a la regeneración de Medellín al aunar urbanismo y social en el ideario municipal. Arquitectura de autor y trabajo con las comunidades, que habitualmente corren por sendas distintas, han ido de la mano. Y en buena medida ha sido posible por el talante de un alcalde con ideas claras que supo comunicar, aunado a una sociedad dispuesta a darlo todo por recuperar con orgullo su autoestima colectiva. -
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