Fuera de la escultura
En el Centro Cultural de la Villa de Madrid se reúnen 36 piezas escultóricas, realizadas por 26 artistas contemporáneos, de la colección Caja de Burgos, bajo el título de Expansiones implosivas, junto a una monográfica de Máximo Trueba.
EXPANSIONES IMPLOSIVAS
Centro Cultural de la Villa
Plaza de Colón, s/n. Madrid
Hasta el 4 de marzo
Desde que Rosalind Krauss publicó en 1978 su célebre ensayo La escultura en el campo expandido, no somos capaces de ver más que "expansiones de la escultura" en todo aquello que no podemos calificar de pintura, a pesar de que la propia Krauss advierte de que la categoría "escultura" no puede ser tan elástica como para asumir todo lo que se propone como tal. Bajo el rimbombante título Expansiones implosivas se presenta en Madrid una selección de la Colección Caja de Burgos que muestra montajes, instalaciones, objetos, pinturas, proyecciones, vídeos, muchas fotografías y hasta obra sobre papel, sin que lo escultórico propiamente dicho, que anuncia el subtítulo de la exposición, se haga manifiesto más que en un desglose independiente dedicado a la obra de Máximo Trueba.
Tal vez, el seguir nombrando, aunque sea como referente, la milenaria disciplina "escultura" para referirse a todo el abanico de posibilidades que ha abierto el arte desde finales de los años sesenta, sin que claramente nos comprometamos a llamarlas por sus nombres, suponga la no aceptación de que ha habido un cambio real en las prácticas artísticas, pero, dejando de lado estos temas teóricos, hay que decir que esta colección presenta al menos dos virtudes: la primera, que posee obras de calidad; la segunda, que recoge bastante bien ese panorama surgido tras la expansión de la escultura, aunque la mayoría de las obras que aquí se muestran no dependan de dicha expansión.
Toda vez que resulta imposi
ble comentar las obras de los 26 artistas seleccionados y transcribir toda la lista no tiene mayor sentido, comentaré sólo algunas con el fin de abrir el apetito de la visita, advirtiendo que los artistas no mencionados puedan ser calificados de inferiores en interés, calidad o categoría. Con todo, destacan: la instalación de Eulàlia Valldosera, en la que objetos reales e imágenes proyectadas en movimiento consiguen recrear un ambiente. La sobria, fría y contundente construcción de Guillermo Lledó, quien no retrocede un milímetro para hacer concesiones. El espléndido panorama fotográfico de Isidro Blasco, mostrando una vista de una calle de Nueva York. La rotunda construcción en madera de Curro Ulzúrrun, que dialoga con el mundo objetual; o la pintura del portugués Pedro Calapez, que se arma para formar un cajón, sirviéndose de los recursos retóricos del "minimal art".
La escultura, el arte de tallar la piedra, queda representada por la muestra exhaustiva, más que antológica, de Máximo Trueba (Madrid, 1953-1996), artista inquieto que se interesó también por la arquitectura y la música. Trueba se dedicó a esculpir, tallando directamente la piedra con formas sencillas y contundentes, sobre las que dejaba la huella expresiva de los cinceles. El interés por lo arquitectónico y lo musical le condujeron a apreciar la armonía, que se aparece, como en ninguna otra manifestación, en el sonido del violín, cuyo timbre se consigue mediante la buena forma de su caja. En muchas de las esculturas en piedra de Trueba se aprecia la búsqueda del eco de esa forma que la madera toma para ser violín, así, dos láminas de piedra se tocan a lo largo de una tersa línea enfrentando la dirección de las huellas del cincel como si fueran las vetas de la madera. El sentido de la proporción y la sucinta geometría hacen el resto, lo demás es silencio.
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