Consuma basura
El capitalismo posindustrial no se conforma con la producción masiva y con la acumulación de capital sino que lo quiere todo, incluidos los residuos. El consumo, motor económico por antonomasia, no genera sólo plusvalías sino que deja restos desaprovechables que denominamos "basura", habiendo llegado ésta a alcanzar la categoría de producto por lo que también se ha convertido en objeto de mercadería que genera, a su vez, nuevas y cuantiosas plusvalías hasta el extremo de que no sólo se produce para consumir sino para desechar, para derrochar, convirtiéndose la cantidad de residuos generados durante el acto de consumir en un indicador positivo de la opulencia de una sociedad.
A finales de los años sesenta el artista Robert Smithson, en el transcurso de sus múltiples viajes por Estados Unidos, quedó fascinado por la magnitud de las enormes áreas residuales que habían generado ciertas actividades industriales y mineras cuando, una vez concluida la explotación, eran abandonadas. Ruinas industriales, vertederos tóxicos, canteras a cielo abierto, balsas de decantación y un largo etcétera de situaciones de contaminación medioambiental fueron contempladas por primera vez con ojos estéticos como lugares pintorescos que necesitaban de la acción y la reflexión artísticas.
BASURAMA
La Casa Encendida
Ronda de Valencia, 2. Madrid
Hasta el 8 de octubre
La mayoría de estos lugares son totalmente desconocidos para el público que consume con la irresponsabilidad de quien cree que habiendo separado en diferentes bolsas la basura doméstica ésta se esfuma en la caja del camión que la recoge o que los minerales surgen como los frutos de los árboles sin producir heridas que tullen el territorio provocando en él horribles deformaciones. El arte y la actividad intelectual desplegada en torno a él, como por ejemplo el montaje de la exposición Basurama que ahora comento, no podrán ayudar mucho a restituir los lugares degradados y a reciclar los residuos generados por la humanidad pero sí pueden realizar una función no menos importante que es la de "enseñar a ver". En este sentido, Basurama nos muestra una doble vertiente, por una parte la presentación de trabajos realizados con productos sobrantes de los procesos de producción y de consumo, tales como sillones realizados con tubos de cartón inservibles o con madejas de hilos, lámparas hechas con cedés inútiles o diseños de moda, típicos de pasarela, que aprovechan ropas usadas que son transformadas y recicladas. Es, sin embargo, la segunda parte la que sin duda tiene mayor interés y calado ya que explotando la idea contenida en su propio título, Basurama, presentan diez vistas panorámicas, tomadas en la Comunidad de Madrid y en un municipio limítrofe, en las que muestran paisajes residuales, pura basura visual y existencial.
Lo más interesante es que sobre estos lugares, el grupo de alumnos de la Escuela de Arquitectura de Madrid que organiza Basurama edita libros y organiza cursos sobre el tema, no pretende ser redentorista ni dar lecciones de moralina sino que, como Robert Smithson, nos pone frente a realidades como cementerios de neumáticos, desguaces de automóviles, urbanizaciones y autopistas, o ante una vista de la M-30 que es pura basura en cualquiera de los sentidos del término. Por medio de unas atractivas fotografías en formato panorámico y unos escuetos textos que contienen datos y referencias, enfrentan al visitante a la evidencia de que lo que hoy se produce no son artículos que se degradarán convirtiéndose en basura sino que es ya directamente basura. Efectivamente, no sabemos (o no podemos) distinguir ahora entre el producto que en su consumación se degrada en residuo inútil y lo que propiamente llamamos basura, por lo que la industria y la construcción hoy sólo producen basura que nos apresuramos a pagar y a consumir.
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