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Reportaje:

El misterio del toro bravo

Los ganaderos son los verdaderos científicos autodidactas del proceso de la selección

Antonio Lorca

Ortega y Gasset los llamó "profesionales de la furia", y Zorrilla los calificó en un verso como "destripadores de caballos". Pero eso era antes, cuando los espadas valerosos lidiaban a toros fieros que desparramaban genio y violentos derrotes al aire. Cuando Belmonte cambió la norma, y la estética se vistió de luces, cambió la morfología y el carácter del protagonista de la fiesta. El animal grande y destartalado, áspero, brutal y rudo, se ha transformado en un toro guapo, armónico, bravo y noble que ha elevado el toreo a altas cotas artísticas. La clave de este cambio radical se llama selección, el gran misterio de la tauromaquia.

El toro de hoy es un extraño para los ascendientes de su propia especie, y los ganaderos -verdaderos científicos autodidactas- se devanan los sesos para que la furia de antaño no derive en aburrida dulzura. Es el misterio del toro, un animal único e irrepetible, poderoso o inválido, bravo o manso, violento o suave, con carácter o descastado, capaz de provocar la emoción más intensa o el tedio más soporífero.

El animal grande y destartalado, áspero y rudo, se ha transformado en un toro guapo, armónico y noble
"Encierras a un miura en un camión", dice el veterinario Juan M. Mejías, "lo trasladas a Sevilla, y pierde 80 kilos"

"El toro es un misterio; sin duda. Yo cada vez sé menos. Cuanto más avanzo, más interrogantes se me abren", cuenta Fernando Cuadri, ganadero que lleva toda su vida dedicada al toro bravo. "Y lo curioso es que seleccionas sin un modelo", continúa, "si te dedicas a criar caballos, la asociación correspondiente te indica cómo debe ser ese animal, pero aquí no; en el toro manejas actitudes como la casta, la bravura o la nobleza, y cada uno debe crear su propio modelo".

De parecida opinión es Juan Miguel Mejías, veterinario dedicado al toro de lidia, quien señala que "en el misterio del toro radica su atractivo; éste es el único animal en el que se seleccionan comportamientos que, además, no son medibles".

Francisco Herrera, vicepresidente del Colegio de Veterinarios de Sevilla y miembro de uno de los equipos gubernativos de la Real Maestranza, valora de forma extraordinaria la labor de los ganaderos, que no son genetistas, ni veterinarios ni médicos, y, sin embargo, son capaces de mantener un tipo de toro con el paso de los años. "Es tremendamente difícil", afirma, "repartir en su justa medida las cualidades que debe tener un toro bravo porque el resultado final depende de múltiples factores; esto no es una carrera de caballos en el que gana es el que primero llega a la meta, sino que el toro depende del torero que le toca en suerte, de la categoría de la plaza, del público... La selección es dificilísima".

Cuadri tiene su propio modelo de toro: de capa negra, bajo, con mucha badana y acapachado de pitones, y con un comportamiento basado en la casta -afán de lucha-, bravura -capacidad de embestir- y nobleza -sinónimo de obediencia-, aunque le asaltan serias dudas: "Estoy convencido", señala, "de que estas condiciones van en contra de la naturaleza; no es normal que un bovino se defienda atacando, porque su instinto es la huida". Alvaro Domecq, ganadero ya fallecido, apuntaba en su libro El toro bravo que "la selección ha convertido al toro en un ser anormal", y que es "animal zoológicamente cobarde, perteneciente a una especie que huye, a veces, en masa, y embiste por instinto de defensa y liberación, cuando atacar es el único camino que le queda".

¿Cómo es el toro actual? Los tres están de acuerdo en que antes se lidiaba y ahora se torea, lo que exige un toro más bravo, más suave, más noble y con más recorrido. "Se ha conseguido que embista", dice Mejías, "y que salgan más toros buenos que antes, mejor alimentados, mejor cuidados y entrenados".

Herrera opina que "la fiesta ha evolucionado en función de las apetencias del público y de la imposición de las figuras". Y añade que "el toro no es un atleta, porque le sobran unos 50 kilos de media, pero tampoco un animal obeso y enfermizo, porque su estirpe no se lo permite y goza de una sanidad impecable".

Por su parte, Cuadri señala que "la evolución de la fiesta la ha marcado el torero, forzado por los aficionados, de tal manera que lo único que importa es el tercio de muleta, y los dos primeros han quedado reducidos a un puro trámite". De todos modos, piensa que "el toro debe ser un atleta porque se le exige que pase de cero a cien en pocos minutos sin calentamiento previo; además, le pedimos que galope y que humille, lo cual es imposible".

"La primera cualidad del toro actual es la belleza", dice Herrera. "Y esta característica, que es la primera que valora el público", añade, "es incompatible con su comportamiento en la plaza porque hasta los nutricionistas deportivos abogan por la pérdida de peso para ganar en agilidad". Cuadri opina que hoy se selecciona un toro mejor: que humilla y repite más, desarrolla más recorrido y demuestra más bravura y casta. Según Mejías, "se está perdiendo la emoción; se están endulzando demasiado los toros, y ahora son más tontos".

Todos coinciden en que la alimentación y la sanidad del toro son óptimas. Esta apreciación la confirma Anselmo Perea, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Córdoba, quien afirma que "en los últimos quince años se han incrementado todos los niveles sanitarios y alimenticios", y asevera que el toro no es un animal enfermizo.

El toro está sano y alimentado, pero la verdad es que se cae. Y sobre las caídas hay mucho que decir, aunque todos coinciden en que las causas son diversas y variadas. Perea señala la menor extensión de las explotaciones ganaderas, una forzada alimentación y cuestiones genéticas. Y los dos veterinarios afirman que el factor más destacado es el estrés. "Encierras a un miura en un camión", dice Mejías, "lo trasladas a Sevilla, y pierde 80 kilos". Y Herrera ofrece más detalles: "El toro está acostumbrado a vivir en libertad y todas las faenas que se le realizan hasta su salida al ruedo le afectan mucho mentalmente. Sufre una excitación profunda, y quizá por eso muchos son incapaces de dar dos vueltas al ruedo sin quebrantarse; el toro sale al ruedo con una fuerza tremenda y la mayoría se rompe en los primeros recortes con el capote porque su columna sufre un quiebro de 90 grados".

En fin, como recalcó Alvaro Domecq: "La selección es una lotería, y el toro, un misterio".

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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