Arthur Schlesinger, el filósofo de la corte de Kennedy
Historiador de prestigio, ganó dos premios Pulitzer
Arthur M. Schlesinger (Columbus, Ohio, Estados Unidos, 1917), importante historiador y figura destacada de la Administración de John F. Kennedy, murió el miércoles 28 de febrero en Nueva York, a los 89 años, a causa de un infarto.
"No estoy seguro de que pueda ser útil como asesor, pero si usted cree que sí, estaría encantado de ir a Washington". Así respondió Arthur Schlesinger a John F. Kennedy cuando, el 9 de enero de 1961, el recién elegido presidente fue a visitarle a su casa de Cambridge para pedirle que se incorporara a su próximo Gobierno. Kennedy le dijo entonces: "Yo tampoco estoy seguro de que pueda hacer algo como presidente, pero creo que en la Casa Blanca habrá bastante trabajo como para mantenernos atareados a los dos". Cuarenta y dos años después de aquella conversación, Schlesinger, el filósofo de la corte de aquel idealizado reino de Camelot, como fue bautizada la etapa Kennedy, escribió: "Allí empezó la experiencia más emocionante de mi vida".
Historiador e hijo de historiador, Arthur Schlesinger ganó su primer Premio Pulitzer en 1945, a los 27 años, con un libro sobre la presidencia de Andrew Jackson, y su segundo, en 1965, con Los mil días de Kennedy, a partir de las minuciosas notas que había tomado pensando que servirían para que el propio Kennedy escribiera sus memorias. Entre la veintena de obras en las que analizó la política y la cultura de Estados Unidos, también escribió sobre Franklin D. Roosevelt y Robert Kennedy.
Tras acabar sus estudios, trabajó en la Oficina de Planeamiento Estratégico -antecesora de la CIA- en Washington, Londres y París. Después de la guerra fue periodista freelance en Washington, hasta que entró a trabajar en Harvard como profesor de historia. Pero pronto compatibilizó su labor profesional con la política. En 1946 estuvo entre los fundadores de Americanos por la Acción Democrática, una plataforma de liberales anticomunistas; tres años después, en El centro vital, defendió una política social y económica de progreso y una acción exterior anticomunista. Años más tarde atribuyó al "extremismo moral" de la derecha y de la izquierda la catástrofe de Vietnam, pidió la destitución de Richard Nixon por el caso Watergate, defendió a Bill Clinton en sus horas más difíciles y condenó la deriva de la Casa Blanca hacia lo que llamó la "presidencia imperial".
Hasta sus últimos días de orientación liberal -en el sentido norteamericano, es decir, relativamente izquierdista- en su obra, publicada hace algo más de dos años -War and the American Presidency-, Schlesinger criticó con energía la política exterior de George W. Bush y la teoría de la guerra preventiva, y comparó el recorte de libertades con otras épocas de la historia de Estados Unidos, como la era McCarthy.
No tuvo nunca miedo a ir contracorriente: apostó en 1960 por Kennedy, más pragmático y conservador que el candidato oficial del Partido Demócrata, Adlai Stevenson; criticó el multiculturalismo en la educación, cargó contra la corrección política y colaboró, entre otros medios, con The Wall Street Journal.
"He vivido tiempos interesantes y he tenido la fortuna de conocer a gente interesante", escribió en sus memorias. Además de su enorme energía intelectual y de sus lazos con escritores, políticos y periodistas, Schlesinger fue una pieza clave del escenario social de Washington y de Nueva York. Siempre identificable gracias a la pajarita que vestía, lo mismo almorzaba con Truman Capote que acompañaba a una fiesta a Jacqueline Kennedy, recuerdan todas sus biografías, pero también frecuentaba los estadios de béisbol y los clubes de jazz. Barbra Streisand contó a The Washington Post que Schlesinger le había convencido de que leyera The Economist.
Según contó en sus memorias, Arthur Schlesinger -casado dos veces y padre de seis hijos- vivió una niñez "soleada" y muy rica en estímulos intelectuales. Su padre, profesor en Iowa, se trasladó a Harvard, donde Schlesinger se graduó en 1938. Ya desde pequeño era el chico más listo de la clase, según recordó The New York Times al evocar un artículo publicado en 1965 en el que recordaba la respuesta que con 11 o 12 años le dio a su madre cuando ésta le pidió que se callara para poder explicarle algo: "Madre, cómo voy a callarme si insistes en hacer afirmaciones que se basan en hechos incorrectos".
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