Arman, el artista contemporáneo preferido de Umberto Eco
Armand Pierre Fernández, fallecido el 22 de octubre en Nueva York a los 76 años, víctima de un cáncer, era sin lugar a dudas, bajo el nombre de Arman, el más popular de los artistas franceses vivos.
Su obra está presente en las calles de diversas ciudades -en Beirut apiló toneladas de carros de combate en la plaza de los Mártires; en París decenas de relojes ante una estación de tren; en Roanne centenares de tenedores ante un restaurante prestigioso, etcétera-, decora el interior de hoteles y tiendas y sus acciones -llenar de basura una galería de arte, destruir a hachazos el mobiliario de un interior burgués o aserrar de manera sistemática violines o saxofones- han sido reproducidas en la prensa y la televisión.
El éxito le ha permitido mantener un taller en la Provenza francesa y otro en Nueva York, multiplicar las ediciones en bronce de sus obras y tener a su servicio un pequeño equipo de colaboradores fijos. Ese hacer industria de sí mismo, de su imagen y marca, hizo que Arman no gozase de la ayuda de las instituciones oficiales, que en Francia prefieren que los artistas, o bien sufran miseria, o sean incomprendidos, o estén muertos.
A Arman, como a un Warhol cualquiera, el reconocimiento de la crítica -era el artista vivo preferido de Umberto Eco- y del mercado le llegó pronto y quizá por eso no fue hasta 1998 en que el Jeau de Paume le dedicó una retrospectiva.
Personaje cultivado y curioso, Arman comenzó en el mundo del arte formando equipo con Yves Klein, Jean Tinguely, Martial Raysse y Daniel Spoerri. Con los tres últimos compartía el haber convertido el objeto en su materia primera, con Klein la idea de "apropiación absoluta". El grupo recibió el nombre de Nuevos Realistas porque ponía fin -al menos eso pretendía- al predominio del llamado expresionismo abstracto.
Mientras Klein se "apropiaba" de una tonalidad de azul y le daba su nombre, Arman se "apropiaba" de la idea de acumulación. Tenedores, libros, coches, lamparillas, violines, llaves, todo era objeto digno de ser acumulado por el furor de coleccionista con humor que animaba a Arman que, por ejemplo, era capaz de bautizar una obra consistente en una acumulación de llaves como El retorno de los cruzados. Desde 1954 Arman había abandonado la pintura en el sentido clásico de la palabra. Muy influido por Duchamp -"era el rey Arturo de una mesa redonda en la que se sentaban como caballeros Max Ernst, Man Ray, Salvador Dalí...", recordaba Arman-, su trayectoria era sistemática y organizada.
En 1959, después de que Klein hubiese expuesto en una galería una obra consistente en vaciar completamente el espacio de la misma, él llegó con su obra Plein (lleno), consistente en llenarla con varias toneladas de basura de "residuos de nuestra civilización".
El lunes, Nicolas Bourriaud, el director del principal centro francés dedicado a la creación contemporánea, el Palais Tokyo, no tenía ningún reparo en admitir que Arman era "uno de los primeros en haber comprendido la naturaleza de nuestra sociedad industrial".
A los objetos de Arman les sucedían cosas, no se limitaban a aparecer almacenados juntos. Primero fueron sumergidos en pintura para ser luego proyectados contra una superficie que recogía así un rastro de su silueta; más tarde decidió romper objetos repletos de pintura o sin pintura alguna. Es el momento de las cóleras de Arman, a la que sucede un periodo de cortes -la sierra es ahora el pincel- para llegar a la fase de las combustiones.
Mientras su amigo César se dedicaba a las compresiones y expansiones, Arman siguió coleccionando planchas, máscaras de gas o destornilladores. En la última feria de arte contemporáneo de París, una obra suya de 1963 -Control de natalidad, una acumulación de muñecas dentro de una maleta- se vendía por 250.000 euros. No es ninguna sorpresa para un artista que, desde 1960, vio cómo su trabajo, siempre comprensible, no siempre del mismo nivel de exigencia, alcanzaba cotas muy importantes. Ya no podrá seguir acumulando.-
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