DÍA 22
Coño, coño, coño, coño. Resulta que estoy a lo mío, tan tranquilo, dándole a la tecla en mi ordenata, cuando oigo llorar a moco tendido al hombre invisible detrás de mí. ¿Y a ti qué narices te pasa?, digo mirando al vacío, porque ya hemos llegado al acuerdo de que en efecto es completamente invisible, inmaterial, etéreo. El tío se come los mocos y dice que nada. Y yo cómo que nada, no me hagas que te lo saque a hostias. Y el tío que sus padres se van a separar, que lo han dejado con nosotros porque están arreglando las cosas para separarse y que le han prohibido que se lo diga a los abuelos o a mí. ¿Y si te lo han prohibido por qué me lo cuentas, joder? No sé, dice él entre hipidos. O sea, le digo yo, que, además de invisible, hijo de padres separados. Gozas de todos los privilegios a los que aspira cualquier tío normal, por qué lloras. El tío te rompe el alma, hostias, está realmente destrozado. Me cago en las familias funcionales.
De las familias funcionales salen los Hiki Komori y los Unambomber y los psicópatas que matan ancianitas
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Este invierno vino al instituto un menda que nos soltó un rollo sobre las familias disfuncionales. Deduje que la mía era funcional. Un padre, una madre, un puto hijo (yo) con una hermana mayor casada y con un niño. Una familia estándar, tipo, donde todos se vigilan para que nadie se salga del redil. En el coloquio opiné que las familias disfuncionales funcionaban mejor que las funcionales y se lo tomaron como una provocación. De las familias funcionales salen los Hiki Komori y los Unambomber y los psicópatas que matan ancianitas. El hombre invisible estaba jodido, hecho polvo, pero ni me acerqué a él ni le toqué, aunque le juré por Dios que le envidiaba. Ojalá mis viejos se separaran, tú, y levantaran la presión sobre mí; me asfixian. Me hizo jurar que no se lo diría a nadie, y luego quiso que le jurara también que si, entre unas cosas y otras, se quedaba sin hogar, podría instalarse conmigo, en mi dormitorio de Madrid. Le dije que ni en sueños. Total, si soy invisible, no me ves, dijo el cabrón.
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