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Columna
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Lo inglés

David Trueba

Hubo un tiempo en televisión en que lo inglés era sinónimo de calidad, inteligencia, humor brillante y personajes que oscilaban entre las pequeñas miserias que todos atesoramos dentro y la grandeza de un instante inspirado. Luego llegó la maquinaria norteamericana con su imposición de exclusividad. La televisión a la española hizo el resto, creando un vacío que te obligaba a convocar a los espíritus de Dennis Potter, Monty Python, Mr. Bean o Brideshead para preguntarles: ¿de verdad existíais?

No llegan productos hiperrealistas como la serie Pulling, versión fea y creíble de Sexo en Nueva York, con tres chicas resacosas, salidas y vapuleadas, pero al menos la llegada a Antena 3 en la noche de los martes del serial británico de la ITV Downton Abbey ha recuperado el sabor británico. Textos exquisitos y actores tan apreciables como la inacabable Maggie Smith o Elizabeth McGovern, que desde Érase una vez en América y Ragtime transita por una carrera bastante por debajo del fulgor de sus ojos azules. Downton Abbey, rodada en Bershire, ha sido un éxito enorme en su país de origen, donde el creador Julian Fellowes es un actor y escritor reconocido.

El Oscar para El discurso del rey evidenció que el mundo sigue enamorado de la Britania de nobles y clases. Es su exotismo de exportación audiovisual, como para los tailandeses el masaje con los pies. La sociedad clasista, que regresa con la enorme brecha de desigualdad que la crisis económica provoca, tuvo un retrato mítico en las cinco temporadas de Arriba y abajo, aquella producción de la BBC de los primeros setenta ambientada en las tres décadas iniciales del siglo XX, donde sirvientes y señores convivían en el 165 de Eaton Place. Ahora la cadena británica ha prolongado con tres capítulos aquella peripecia. Actores y estética nueva para una propuesta corta que Antena 3 ha fusionado a Downton Abbey, para una velada de disciplina inglesa. Obliga a trasnochar a sus seguidores, muchos maduros nostálgicos que creen que otra tele es posible, porque la recuerdan de 20 años atrás. Ahora, como entonces, los marcadísimos acentos de clase británicos llegaban a nosotros con un doblaje neutro, que iguala a sirvientes y señores mucho más de lo que la sociedad ha logrado hacerlo en estos 80 años.

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